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#EleNão (e nenhum outro)

Columna de opinión por Benjamín Mejías V.
Martes 9 de octubre 2018 7:12 hrs.


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El domingo pudimos ver, sin especulaciones, cómo Jair Bolsonaro (Partido Social Liberal, ultraderecha) arrasó en las elecciones presidenciales en Brasil. Si bien no alcanzó el 50% necesario para ganar en primera vuelta, sorprendió a la mayoría al superar los 48 millones de preferencias, contra los 30 de Fernando Haddad (Partido de los Trabajadores, izquierda, misma formación que Lula) y los 13 de Ciro Gomes (Partido Democrático Laborista, centroizquierda).

Salvo en el caso que todos los opositores a Bolsonaro hagan un llamado conjunto a votar por Haddad –algo muy difícil dada la postura de partidos como el Social Demócrata (PSDB, centro), muy crítico de la gestión del PT y que ha conseguido 5 millones de votos, quedando en el cuarto lugar–, la llegada del negacionismo y populismo a Planalto es inminente.

Por lo mismo, aunque le cueste a las fuerzas críticas a las gestiones de Luis Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, es necesaria, hoy, más que nunca, la unidad entre todas las fuerzas políticas para evitar que alguien que ha aprovechado de las falencias y errores de los gobiernos anteriores con un discurso nacionalista, misógino, racista y homofóbico consiga la presidencia desde el 1 de enero.

Ni en Brasil, ni el mundo, necesitamos nuevos Donald Trump, nuevos Boris Johnson, nuevas Marine Le Pen, nuevos Vox o nuevos José Antonio Kast. Los discursos de odio en una democracia jamás pueden considerarse como una opción válida. Establecer a un defensor de los totalitarismos, a alguien que no actúa contra las injusticias en derechos tan básicos como los humanos, como una postura válida es inconcebible.

Y es necesario dejar en claro que el verdadero populismo es el que responde a falencias sistémicas de la institucionalidad sin soluciones políticas, sino con respuestas fáciles que le hacen sentido a la gente, pero que esconden ideologías implícitas que niegan libertades y derechos fundamentales. Ante esto, los medios de comunicación y periodistas somos los primeros en ser responsables y aclarar a estas figuras que el verdadero populismo no es la opción que no nos gusta –algo que en la actual hegemonía de poder suele apuntársele a la izquierda, coincidentemente–, sino que son aquellos que usan frases como “las mayorías silenciosas” para apropiarse y validar discursos de odio.

A largo plazo, entonces, ¿qué hacer? Es urgente empezar, no sólo en Brasil, sino en toda Latinoamérica, a renovar los sistemas políticos para limitar al mínimo las barreras de acceso a los nuevos partidos y organizaciones, junto con, al mismo tiempo, abrir la puerta a las iniciativas populares de ley, sancionar gravemente los mensajes de odio y, muy fundamentalmente, enseñarle a las actuales y, principalmente, nuevas generaciones que las democracias se construyen en sociedad y no en el individualismo, en el compartir ideas y no compartir sólo likes en Instagram. Personajes como Bolsonaro, Trump o Kast existen en nuestro entorno gracias al resultado del personalismo, de la falta de ganas de vivir en comunidad. De la ignorancia. Del miedo a lo desconocido.

Brasil, pase lo que pase, Bolsonaro no es la solución.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.