El académico de la Universidad de Chile y experto en Relaciones Internacionales, José Rodríguez Elizondo, finalizó una carta publicada este fin de semana en un conocido medio nacional citando a Churchill. “Si Hitler invadiera el infierno, me aliaría con el diablo”.
El político británico dijo esta frase durante la Segunda Guerra mundial, pero aquí, en plena crisis venezolana, Rodríguez Elizondo la utilizó para explicar por qué considera acertado el protagonismo de Piñera en el país petrolero.
Pese a las críticas de la oposición con respecto del viaje a Cúcuta del presidente Sebastián Piñera, Rodríguez Elizondo describió las ambigüedades que encuentra en dicho sector político y aclaró que estar en contra del Gobierno de Maduro no necesariamente significa estar a favor de la intervención militar en Venezuela.
¿Es importante la continuidad del protagonismo de Piñera en el conflicto de Venezuela?
Yo contemplo la política exterior chilena de una manera histórica. Después de las conquistas territoriales de la Guerra del Pacífico, nosotros asumimos una política exterior estrictamente reactiva, prácticamente estamos contentos con lo que tenemos y no queremos más pleitos. Por esto los historiadores –como Góngora, Francisco Antonio Encina, Mario Barros Van Buren- explican una diplomacia reactiva en la cual simplemente se empezó a confiar en los mecanismos jurídicos, no hubo protagonismo de la política chilena en materias políticas conflictivas y, en la generalidad de los casos, la posición de Chile era esperar que se produjeran consensos pero sin participar en su formulación.
¿Cómo ha cambiado ahora?
Cambió con Ricardo Lagos, pero de una manera un poco especial cuando se plegó contra Hugo Chávez. Yo creo que Ricardo Lagos tuvo claro desde el primer momento que Hugo Chávez era un dictador, no solo un tipo autoritario, era un dictador elegido. Después de la guerra fría, los golpes de Estado se llamaron “elecciones manipuladas”. En esa línea, el primer presidente que toma el riesgo de formar parte, e incluso de liderar acuerdos colectivos, a diferencia de Ricardo Lagos que actúa en solitario, es nuestro presidente actual.
Pero por otro lado Piñera no se ha pronunciado por los cánticos violentos de algunos venezolanos y chilenos en la Embajada ¿Cómo se entiende esta postura?
Siempre en un país van a existir extremismos de izquierda o de derecha, por lo tanto, hay que volver a las grandes líneas de la política exterior de un Estado. Lo que yo planteo es que la línea de política exterior reactiva de Chile empezó a cambiar con Piñera, sin plantear en ningún momento qué es lo que me parece en cuanto a señal política. El tema es objetivo: él se puso a la cabeza de una situación que beneficia a quienes luchamos por los derechos humanos.
¿Hay un riesgo con eso?
Un país que ha sido conquistador en guerras internacionales tiende a ser reactivo o conservador en muchos aspectos, pero mantenerse así un siglo y que eso caracterice una política externa me parece muy arriesgado. Es decir, Chile contaba como actor político en la región para temas de relaciones económicas, de relaciones internacionales, pero en este momento está actuando en una posición de liderazgo y eso tiene un riesgo. El riesgo es el que se vivió en Cúcuta, en el sentido de que la acción no siempre funciona como se quiere.
Entonces, si no depende de los resultados ¿se equivocaron los críticos de Piñera en su análisis del viaje a Cúcuta?
El que no se hayan conseguido los objetivos que se pretendían con el viaje a Cúcuta -algunos se consiguieron, desde el punto de vista comunicacional- ha servido para que ciertos defensores indirectos de Maduro o del statu quo pongan todo el énfasis en el error que hemos cometido en ir a ser protagonistas en el mismo Cúcuta. Pero eso es subjetivo y yo voy al meollo estratégico: o tomamos iniciativa para poner fin a una dictadura o no hacemos nada.
Una de las cosas más llamativas que sucedieron allí fue el emplazamiento de Miguel Bosé a Bachelet. Según su experiencia ¿estaría dentro de los deberes de la alta comisionada inmiscuirse más en el conflicto de Venezuela?
Michelle Bachelet nunca ha tenido una gran vocación por la política exterior, se identifica demasiado con sus posiciones ideológicas. Su predecesor hablaba muy claramente contra las violaciones a los derechos humanos de la dictadura de Maduro, y nuestra expresidenta, desafortunadamente, se ha caracterizado más por su silencio.
Bachelet condenó la violencia excesiva en Cúcuta y la Unión Europea aseguró que solo hay una salida política y pacífica al conflicto ¿usted lo cree así?
Por supuesto, yo no soy partidario de una invasión militar. He sido testigo de la guerra de Vietnam en los años 60 y sé perfectamente que, cuando entran a tallar los ejércitos, lo único que se hace es prolongar la situación. Además, así nunca se consolida una democracia. Por lo tanto, yo creo que está de más, es una falsa argumentación decir que apoyar la caída de Maduro significa invitar a una invasión militar. No es lo que quiere Chile, no es lo que quieren los países del Grupo de Lima. El hecho de que Trump tenga esa posición no significa que nosotros tomemos la posición de la pasividad, como quieren muchos.
¿La salida política entonces se trataría de nuevas elecciones?, ¿quién debe convocarlas?
Maduro es un gobernante de facto desde el momento en que jurídicamente anuló a un poder del Estado que es la Asamblea Legislativa. Él no da confianza, por lo tanto unas elecciones en Venezuela tendrían que tener una característica esencial de confianza que pase por la visión internacional, por acuerdos internacionales, y ahí estaría la función de Naciones Unidas. Yo añoraba ver banderas de Naciones Unidas apoyando la ayuda humanitaria para haber hecho más factible su ingreso a un país que lo necesita, pero su rol ha sido reactivo, pasivo y a veces invisible.
¿Cómo ve a Guaidó en este escenario?
Guaidó, a mi juicio, está tomando riesgos. Toda acción frente a una dictadura significa tomarlos y él ha asumido riesgos físicos muy respetables. Él ha puesto en jaque al Gobierno en la medida en que no ha podido hacer lo que se hizo con Leopoldo López, que fue meterlo en la cárcel. Por lo tanto, merece todo mi respeto y creo que se ha revelado como un líder muy interesante para un país que geopolíticamente es clave para América Latina.