En un mundo donde el sueldo promedio no supera las 500 lucas y las personas están obligadas a encerrarse desde las 9 a las 18 horas (en el mejor de los casos) más un par de horas de transporte, es difícil pensar que hay vida más allá de la pega. Entonces hay que ponerse creativa para abrir espacios de trabajo que permitan entremedio salir a la calle y sobrepasar esa barrera económica para comprar pasajes que permiten ver el mundo.
Me parece que la mejor manera de no rendirse e ir contra este sistema que te aplasta es pensar que se puede lograr, por imposible que parezca. Es esa convicción la que te permite vencer al jefe idiota, a la persona malhumorada que aprieta de más en el metro y que evitar que no llores a mares cuando te das cuenta del poco dinero que queda después de pagar las cuentas. Porque, si lo miras del otro lado, eso mismo ya es un triunfo: pudiste pagarlas.
Uno de los libros que más me ayuda a perseverar en esta vida diferente de independiente viajera que trabaja desde cualquier lugar es “Alicia a través del espejo” de Lewis Carroll, con la maravillosa respuesta que le da la Reina Blanca a Alicia cuando ésta le dice que nadie puede creer cosas que son imposibles: “Cuando tenía tu edad, siempre lo hacía durante media hora al día. Vaya, a veces he creído hasta seis cosas imposibles antes del desayuno“, le contesta.
Porque creer que se puede bajar de peso es lo que hace que coma un pan menos. Porque creer que es posible tener un trabajo mejor es lo que nos hace mejorar nuestro CV y postular a esas pegas que sabemos son complicadas de obtener. Porque creer que nuestros hijos tendrán una mejor vida hace que trabajemos tanto, reciclemos y vayamos a terapia.
Creo en lo imposible porque lo he visto ocurrir: el padre de mi hija quedó sin secuelas después de un aneurisma enorme; tuve dos grandes amores en mi vida que me amaron igual de intenso; me gané una beca para estudiar mi magister en Inglaterra y hoy trabajo en lo que me gusta y me pagan suficiente. No ha sido siempre así, pero todo se pudo.
Hay que creer en lo imposible y dar pasos hacia ello. Pasos pequeños, cada día. Intentar una y otra vez, hasta que resulte. Porque si uno pone de verdad atención a esos actores y actrices millonarios en las alfombras rojas, todos las han visto igual de verdes que una (excepto los que nacieron en cuna de oro y a esos no hay que envidiarlos, sino esperar que ayuden a los que no tuvieron su suerte).
Creer en lo imposible nos permite ver la luz al final del túnel. Poner un poco de color cuando todo se vuelve tan oscuro. Nos hace pensar que en una de esas, tal vez, a lo mejor… esta vez todo sí será distinto. Nos da la motivación para tratar, al menos. Eso siempre es mejor que dejarse caer y vivir amargados, ¿no?