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Invierno: Pukem

Columna de opinión por Yolanda Acevedo
Jueves 4 de julio 2019 8:45 hrs.


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“Cuando el invierno

imbatible guerrero

dejaba caer sus armas

por el patio de mi casa.

Mi padre encendía la voz

para abrigarme bajo el calor

de sus relatos”.

Graciela Huinao
En el país de mi infancia

Una de las características mas invasivas de la globalización ha sido la transgresión de las estaciones o de los tiempos de la naturaleza, así como la no distinción de los hemisferios norte y sur con sus ciclos naturales.

En la cultura mapuche[1] el año nuevo no comienza el primero de enero, fecha establecida por el calendario oficial de Occidente. En efecto, winoitripantü, el año nuevo mapuche, se inicia “cuando los días comienzan a ser más largos que las noches”. Su punto de partida se identifica con el solsticio de invierno. Este día marca la iniciación del calendario anual mapuche y de su correspondiente ciclo de las estaciones.

Sin embargo, la división del calendario anual en estaciones y sus denominaciones respectivas (lexemas[2]) varían flexiblemente de acuerdo a las peculiaridades de los cambios de la naturaleza, factores climáticos y actividades agrícolas de cada región. En general, las estaciones del año no poseen puntos fijos precisos de iniciación y término, puesto que los fenómenos naturales, tales como clima, temperatura y lluvias, tienden a variar de un año a otro.

Así, en Pangupulli el calendario anual se divide en siete estaciones :

  1. we tripantü: se extiende desde el año nuevo hasta el tiempo para sembrar; es “el tiempo en que vuelve el sol del norte” y equivale al fin del invierno.
  2. wün’n tripantü: primavera. tiempo de crecimiento de la siembra.
  3. antü tripantü o antüngen: verano, tiempo de sol y de calor.
  4. mon mapu: tiempo de cosecha, de tierra fértil, de madurez de los frutos y de abundancia de comida.
  5. chomüngen: otoño, tiempo posterior a la cosecha.
  6. konme pukem: preinvierno.
  7. pukem : invierno.

Sin embargo, en una reducción mapuche del valle central, vecina al río Quepe, aparece una versión simplificada del ciclo de las estaciones, recogida por María Ester GREBE, en el verano de 1986. Esta versión se reproduce esquemáticamente en el siguiente cuadro, generado en un etnomodelo producido por los propios actores nativos:

tabla yolanda

Un primer análisis de este esquema, dice Grebe, indica que la división en cuatro estaciones es coincidente a aquella de la cultura occidental. Pero un análisis más detallado demuestra que las relaciones establecidas desde el punto de vista nativo en el etnomodelo con las actividades sociales productivas y religiosas como también con fenómenos naturales  como clima, vientos, colores, pertenecen a una concepción del mundo netamente mapuche. Así, la pareja de oposición bien-mal constituye un centro de gravitación y principio dominante del ciclo estacional.

En este caso, küme kiyen -los meses buenos de primavera y otoño- constituyen las estaciones propicias tanto para ciertas actividades productivas agrícolas (siembra y cosecha) como también para desarrollar la mayor parte de los rituales. A la inversa, weda kiyen -los meses malos de invierno- conforman una estación apropiada para el resguardo contra las inclemencias del exceso de lluvia y frío, siendo el cuidado de la salud una preocupación central. Es tiempo propicio para desarrollar actividades artesanales al interior de la vivienda. Por su parte, arre kiyen -los meses calurosos del verano- se dedican prioritariamente a las tareas agrícolas de recolección de diversos tipos de cosecha: manzanas, avena y cebada en enero; trigo, arvejas y habas en febrero; papas, maíz y porotos en marzo.

En el artículo citado precedentemente, Grebe concluye y propone elementos para el debate, reproduzco algunos de ellos:

  1. Los mapuches carecen de un lexema equivalente a “tiempo” en su lengua nativa. Ellos no experimentan la sensación de luchar contra el tiempo ni tampoco coordinar rígidamente sus actividades en función de este. Su ritmo vital de acción es pausado, sin apremios, sin presiones ni tensiones. “¡Apurruwai!”, o ¡apúrate!, es un lexema que expresa una categoría sincrética charnpurria, préstamo cultural derivado del español.
  2. La percepción temporal cuantitativa centrada en unidades o divisiones de tiempo abstractas y exactas es ajena a los mapuches rurales pertenecientes a reducciones tradicionales. Ellos manejan una concepción cualitativa del tiempo ligada a fenómenos naturales y sociales; a cambios ecológicos que reflejan sus relaciones con el medio ambiente físico y cambios estructurales que reflejan sus relaciones mutuas en las actividades sociales.
  3. Los fenómenos naturales proporcionan puntos de referencia explícitos al pasar de un estado a otro y al integrarse a un ritmo vital que tiene sentido de acuerdo a preceptos compartidos colectivamente por los mapuches. Dichos puntos de referencia suelen ser la dirección y variación de los vientos; los cambios climatológicos (frío o calor, lluvia o sequía); los cambios en la vegetación y sus colores; los movimientos y posición de los cuerpos celestes; la migración de algunas especies de pájaros.
  4. Los fenómenos sociales proporcionan otros puntos de referencia relevantes, al enmarcar el fenómeno temporal en un dominio semántico cargado de significados y símbolos. Dichos fenómenos sociales aparecen íntimamente vinculados a los cambios naturales del medio ambiente físico. En efecto, tanto las actividades sociales productivas como los ritos mapuches ocurren en el contexto de las divisiones del ciclo diario y de los cambios estacionales que integran el calendario anual tradicional, compartiendo una red de significados que les dan coherencia y sentido cultural específico.
  5.  Las comunidades[3] mapuche han vivido, y viven, en contacto permanente e íntimo con la naturaleza. Su interacción cotidiana con los diversos fenómenos naturales es intensa y cargada de significados. La tierra, el agua, el bosque, la montaña, la piedra, el viento y otros elementos aparecen animados. Para el mapuche, poseen vida propia, energía y espiritualidad. Y esa animación espiritual transforma a la naturaleza a través de los dos ciclos temporales en estudio: del día a la noche, de la primavera al invierno. Observadores atentos de dichos cambios, la comunidades mapuche ven reflejado el paso del tiempo en el espejo de la naturaleza.
  6. Las actividades ancestrales[4] del pueblo mapuche están enmarcadas también en los dos ciclos descritos y sus connotaciones. Esto es particularmente evidente en el caso del tiempo sagrado de los ritos. En efecto, sólo los meses “buenos” de primavera y otoño son considerados propicios para los ritos comunitarios. El tiempo óptimo para la iniciación de actividades rituales es el epewün (alba) que coincide con la aparición de la luz asociada a los dioses, a la creación y al bien. Para poner término a dichas actividades, se considera propicio el epepun (crepúsculo), que coincide con la desaparición de la luz y el fin del dominio de los dioses y del bien.
  7. La gran mayoría de las actividades sociales y productivas, tales como la siembra y la cosecha, la caza y la recolección, el pastoreo, los viajes, las visitas a parientes y amigos y ciertas actividades domesticas y artesanales se rigen por la elección de estaciones y horas del día propicias, cuyas connotaciones positivas se asocian al bien. La elección del tiempo justo y adecuado asegura el éxito de las actividades a desarrollar.
  8. Los mapuches poseen una concepción espacial y kinésica[5] del tiempo, en la cual tiempo, espacio y movimiento se interpenetran y condicionan recíprocamente. Los indicadores astrales de tiempo -sol, luceros del alba y de la noche, cruz del sur, etc.- señalan tanto el tiempo diurno y nocturno mediante su aparición y posiciones como también el espacio y direccionalidad, proporcionando así orientación al viajero. El tiempo gira de derecha a izquierda en círculos de eterno retorno alrededor del espacio terrestre dividido por los ejes simétricos de los cuatro puntos cardinales. Su movimiento perfecto va contra los punteros del reloj. Así, el tiempo de la salida del sol coincide con el eje espacial del este, y el tiempo de la puesta del sol con el eje espacial del oeste. Ambos comparten respectivamente las connotaciones relacionadas con el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la creación y la destrucción, los dioses y los espíritus malignos.
  9. La cosmovisión mapuche considera su concepción del tiempo a partir de su percepción cotidiana del medio ambiente circundante y de los modelos cosmovisionales compartidos, que lo representan.
  10. Mientras en Occidente prevalece la concepción cuantitativa del tiempo, los mapuches como muchas otras sociedades tradicionales de América y de los demás continentes modelan sus concepciones cualitativas del tiempo a partir de su percepción, concepción, categorización y simbolización del medio ambiente natural y social decantado en su visión de mundo.
1]      GREBE María Ester: “La concepción del tiempo en la cultura Mapuche” Revista Chilena de Antropología Nº6, 1987, 59-74.Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación Universidad de Chile, Santiago, Chile
2]    Parte que se mantiene invariable en todas las palabras de una misma familia; expresa el significado común a toda la familia y puede coincidir o no con una palabra entera.”el lexema de ‘pato’ es ‘pat-’; el lexema de ‘lápiz’ es ‘lápiz’”
3]   La expresión original del texto es El hombre mapuche.
4]   En el texto original se mencionan las actividades religiosas, he sustituido por ancestrales.
5]   La kinésica, o lenguaje corporal estudia el significado expresivo, apelativo o comunicativo de los movimientos corporales y de los gestos aprendidos o somatogénicos, no oral, de percepción visual, auditiva o táctil y solos o en relación con la estructura lingüística y paralinguística y con la situación comunicativa.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.