El profesor del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile y cineasta, Ignacio Agüero, tiene nueva película. Se trata de Nunca subí el provincia (2019, 89 minutos), trabajo que estrenará mundialmente el próximo 11 de julio en la 30° edición del Festival de Cine de Marsella, Francia.
El filme cuenta la historia de un barrio de la ciudad de Santiago que comienza a cambiar producto la construcción de un edificio. Coincidentemente, ese inmueble está a 127 metros de la casa de Agüero. Así, la obra realiza un cruce entre el cine documental y lo biográfico, mostrando parte de la intimidad del realizador.
Sobre lo que encontró al grabar esta nueva película, el realizador señala que se topó con la desconfianza, “lo que es un dato nuevo en el vecindario”.
“Encontré a una señora que era la mamá de la dueña del departamento, que vivía ahí de allegada y que de a poco se fue convirtiendo en una especie de esclava de su hija y de su yerno. Tenía los movimientos controlados, me hablaba a escondidas, como si no tuviera permiso para hacerlo. Ella sí quería aparecer en la película, pero su hija no la dejó. Lo que yo quería era tener la acumulación de las historias de todos los habitantes del edificio, pero no fue posible traspasar la barrera de sus puertas (…). Entonces la película se fue transformando en otra cosa, lo que siempre es bueno. Se fue transformando en una película más retraída”, indica.
Nueva vida en Providencia
El hombre detrás de Como me da la gana, Cien niños esperando un tren y El Diario de Agustín, afirma que ha vivido casi siempre en Providencia y ha visto todas las transformaciones que se han producido ahí.
“Ha cambiado la Cordillera de los Andes, pues antes era un solo bloque montañoso ofrecido a la vista de todos y hoy son fragmentos de montaña que se dejan ver por entre el bosque de edificios. Registrar estos cambios no tiene ninguna importancia. Lo que sí importa es que alguien se fije, alguien que se pare a mirar y anote, alguien que elucubre desde su silla puesta en la vereda mientras ve la gente pasar y escucha las distintas formas de hablar el castellano y otros idiomas que antes no escuchaba”, comenta.
Agüero dice que su trabajo en Nunca subí el provincia fue delimitar el espacio: “Me he ido convirtiendo en una especie de topógrafo que se da la libertad de saltar de un espacio a otro y de un tiempo a otro dentro del mismo lugar. Y en esta película hay algo especial pues todas las imágenes del espacio circundante se envuelven en una carta para ser enviadas a un otro, de otro lugar”, afirma.