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Eclipse de sol: ¿cuál es la perspectiva mapuche?

Columna de opinión por Miguel Melin Pehuen
Miércoles 10 de julio 2019 16:29 hrs.


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Desde el reciente protagonismo farandulero del Presidente chileno en el observatorio astronómico La Silla, hasta la alucinante expectativa de visitantes del presidente de la Cámara de Turismo de Pucón para el eclipse del 2020 refleja como se mueven las aguas en torno al reciente y futuro eclipse en los territorios de las primeras naciones de este lado del mundo.

En general, las  ciencias (tanto occidentales como indígenas) han hecho su tarea en términos de predicción e interpretación de este fenómeno de la naturaleza, claro que con fines y conceptos diferenciados. Mientras la ciencia y la sabiduría indígena transfiere y pone ese conocimiento en la memoria colectiva de los pueblos, lo que se materializa en  distintos tipos de relatos y creencias mediante su propia lengua; el mundo de la ciencia occidental, lo pone a disposición principalmente del mercado. Esto, debido a que el origen de su cultivo radica justamente en los eternos “mecenas” que lo financian. Por otro lado; el origen del cultivo de las ciencias de los pueblos indígenas radica en la “naturaleza” misma.

En consecuencia, habrían al menos dos maneras conceptuales de aproximación al hecho en cuestión, por un lado –y en el mundo mapuche- mediante los sueños, la contemplación y la convicción y creencia de que lo que ocurre en torno al antü o sol y la küyen o luna tiene que ver con los ciclos de la vida. Otra aproximación entonces –además de la netamente científica- es aquella que nos asegure el mejor asiento con vista privilegiada, a través de la compra de un boleto con un año de anticipación y que, en lo posible, garantice la presencia de multitudes.

Tanto se ha hablado y escrito sobre el tema, que hasta se ha llegado a reproducir “barbaridades” como que los mapuche “tiraban piedras al sol” cuando éste se oscurecía, o que el sol se “muere” (traduciendo el concepto layantü, como el fin de la vida del sol) además de un sinfín de otras interpretaciones frente a este acontecimiento cíclico.

Sin embargo, no se ha dicho lo sustancial del conocimiento mapuche respecto de los ciclos: de tiempo en tiempo… todo vuelve a su lugar.

De allí las expresiones como “wallkülekey ta küyen” (el movimiento circular de la luna) “wallkülekay ta antü” (el movimiento circular del sol) o “wallküley ta mapu” (la mapu o el espacio circular),  conceptos que, además, dan cuenta de que cada uno no se entiende por si solo, sino relacionados.

Como un cuarto componente de esta relación se encuentra “Pu wagülen”  traducido como “las estrellas” las que se visualizan como un manto que sostiene todo. Como se indicó, estos componentes se interrelacionan y no se entienden separadamente sino como conjunto. Por supuesto que cada cierre o inicio de ciclo -en función de su magnitud- viene acompañado de numerosos designios y acontecimientos que, culturalmente, le son privativos a su propia gente.

Los cuatro conceptos mencionados en conjunto también son parte la noción de “IxoFillMogen” traducido como las diversas formas de vida existente para el mundo mapuche, donde nosotros como Che (persona) no somos el centro de ese universo. Eso choca con la noción o idea de naturaleza en el mundo occidental, que no concibe al ser humano en su interior, sino eminentemente como su “consumidor”. Eso es lo que, literalmente, estamos presenciando en estos tiempos.

Sumando y restando, las “oportunidades” que brinda el eclipse, desde la perspectiva del wigka kimün (conocimiento occidental), presenta por un lado la oportunidad del desarrollo científico-astronómico para una mejor comprensión, entre otras cosas, del magnetismo y plasma solar que compone su corona. Por otro lado otorga  la oportunidad para los negocios y la farándula como espectáculos de la modernidad. Entonces, ¿cual será el balance? Dependerá de la perspectiva: probablemente es ganancia por donde se le mire sin importar mucho, por ejemplo, los costos ambientales de cada oportunidad.

Concluiremos volviendo a “la Araucanía” en donde el gobernador local ya habla de “vender” a tiempo la región, y sobrevalorar la zona de Pucón, en donde la industria turística depredadora del ambiente se alista para diciembre de 2020 con el 90% de su capacidad hotelera ya vendida. Se auspicia entonces una temporada alta de turismo, promoción mediática asegurada y la idea fija de recibir más de un millón de turistas. Eso sumado a la visita de políticos apelando a la “unidad nacional”.

Con seguridad, habrán muchos nuevos reclamos, como el de la científica estadounidense Elisabeht Bik que dio cuenta de la impertinente  visita del presidente chileno (porque no se quedó al eclipse mismo),  destacando otra verdad: aquí “importa más el Presidente que la ciencia”.

Por ahora, no es precisamente la “oportunidad científica” ni la de la sabiduría ancestral sino la mercantilización de la naturaleza la que se apodera de la agenda del eclipse en wallmapu para el  2020.

 

 

El autor es  Profesor Intercultural en contexto mapuche. Diplomado en derechos de los pueblos indígenas, consulta y medio ambiente y miembro de la Alianza Territorial Mapuche – ATM

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.