Mientras la emergencia y la alerta ambiental se mantiene en estados brasileños como Acre y Rondonia; la contingencia internacional, el último fin de semana, se ha manifestado en favor de controlar los incendios producidos este mes en la Amazonía.
Así, por ejemplo, los países miembros del G7 reunidos en Francia, han destinado 20 millones de euros para el envío de aviones bombarderos a la zona del desastre.
La magnitud del mismo, en tanto, ha quedado de manifiesto en registros como el de la organización internacional Greenpeace, cuyos representantes en Brasil han sobrevolado y fotografiado la zona afectada. Luego, el coordinador de la campaña de bosques de la organización, Hernán Giardini, entregó detalles de lo observado.
“Son más de 70 mil los focos, en gran parte intencionales, que serán usados con soja, que se exporta a Europa y China, y ganadería intensiva. Estamos mostrando el crimen ambiental para que de una vez por todas el gobierno de Brasil actúe y pueda apagar este incendio, pero sobre todo para que no vuelva a repetirse”, señaló Giardini.
Pero, aunque las organizaciones dirigen las críticas hacia el desinterés del gobierno brasileño por resolver este desastre, este lunes, consultado por BBC, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, indicó que, aunque el panorama es grave, “no cree que el presidente Bolsonaro sea culpable de esto”.
Conocidas estas posturas, Diario y Radio Universidad de Chile conversó con el director del Centro Agrimed y académico de nuestra universidad, Fernando Santibáñez, quien aseguró que lo ocurrido es una estrategia para obtener tierras libres de protección y utilizarlas con fines agrícolas.
Según el experto, además, es imposible repensar la agricultura con el tipo de políticas impulsadas por el gobierno de Jair Bolsonaro.
“Desgraciadamente, la agricultura necesita mucho espacio y los rendimientos de la soja, del trigo, del maíz, ya toparon el límite superior. Es muy difícil que uno pueda pensar en producir el doble en la misma superficie en base a la intensificación de la agricultura, porque ya los rendimientos en general están en su límite posible”, precisó Santibáñez.
A lo que el experto se refiere con “rendimientos”, es justamente a la relación que existe entre la producción total de un cultivo y la hectárea de terreno utilizada.
En el caso de Brasil, para el ingeniero agrónomo, despejar de tal forma las tierras para responder a una demanda colectiva en el caso de la soja, es una estrategia demasiado cortoplacista que traería consecuencias graves al clima, partiendo por este bloque del planeta.
En el caso de Chile, según el académico, esto tendría impacto directo en el llamado anticiclón del norte y que contribuiría a aumentar la sequía.
“Si nosotros deforestamos el Amazonas, se genera mucho más calor allí y por lo tanto mucho más aire va a subir y mucho aire va a bajar acá en la costa chilena. Así, el anticiclón podría reforzarse mucho más y, si se refuerza, la capacidad de bloquear los frentes aumenta. Esto no es tan insensible para nosotros”, detalló Santibáñez.
Finalmente, el académico aseguró que hoy el panorama de la agricultura en nuestro país aún no es lo suficientemente demandado para agravar la desocupación de tierras. Sin embargo, en la medida que avance el calentamiento global, las tierras al sur de la Región del Biobío serán muy demandadas, y eso afectaría a la sobrevivencia de los bosques nativos, así como al agotamiento de los recursos hídricos.