El 10 de diciembre de 2015, Mauricio Macri puso fin a 12 años seguidos de kirchnerismo en el poder. El último mandado de Cristina Kirchner culminaba con una inflación estimada en más del 25% y 30% de pobreza, con cifras rigurosas desconocidas, ya que su gobierno había destruido las estadísticas oficiales. Se le sumaban acusaciones de corrupción sin precedentes en un país que aún tiene a su vicepresidente, Amado Boudou, tras las rejas, y una oposición heterogénea movilizada tras el asesinato, según la justicia, del fiscal Alberto Nisman, quien investigaba los peores atentados terroristas sufridos por Argentina y el encubrimiento por parte de las autoridades argentinas.
Mauricio Macri, un empresario hijo de un magnate inmigrante italiano, llegaba a la Casa Rosada al frente de una coalición heteróclita, Cambiemos, que prometía terminar con la corrupción, poner la economía en orden, atraer una lluvia de inversiones y cerrar la grieta que polarizaba a la sociedad. Cuatro años después, las primarias obligatorias, PASO, dejaron en claro en agosto que el kirchnerismo, de la mano de Alberto Fernández y con Cristina Kirchner de vicepresidenta, tiene todas las chances de regresar este domingo 27 de octubre al poder con una victoria desde la primera vuelta.
“No me gustó para nada como manejó su economía y ahora no lo voy a votar”
Hoy, cuatro años después de la victoria de Macri, Argentina registra una inflación del 53,5% interanual, la tercera más alta del mundo después de Venezuela y Zimbabue. A esto se agrega una economía en plena recesión, a la que la histórica ayuda del FMI no supo sacar del pozo. El descontento se puede medir en las calles, sobre todo a la hora de comprar alimentos, como comprobamos en una feria de alimentos del barrio porteño de Retiro.
“Aposté por Macri en un principio y me siento desilusionada. No es lo que yo esperaba y en lo personal me afectó mucho económicamente”, cuenta Lucrecia, una joven empleada administrativa, que pondrá en la urna este domingo una boleta con el nombre de Alberto Fernández.
“Yo voté a Macri en las anteriores elecciones. No me gustó para nada como manejó su economía y ahora no lo voy a votar, perdió mi voto”, abunda Micaela, oficinista, con un dejo de despecho.
No muy lejos en la cola para comprar frutas y verduras, Noelia, otra empleada administrativa que busca un postre para después del almuerzo, reconoce ante RFI la gravedad de la crisis económica: “Obviamente que influye, pero hay muchas otras cosas también que hay que tener en cuenta más allá de lo económico. Por ejemplo la corrupción”, subraya, y agrega que votará por la reelección de Macri.
Como Noelia, millones de argentinos piensan votar al actual mandatario a pesar de la desastrosa situación económica. La multitudinaria marcha del sábado 19 de octubre frente al Obelisco mostró que pese a las encuestas el grado de adhesión que genera el oficialismo es fuerte y sobre todo que no están dispuestos a ver un regreso del kirchnerismo.
“Hay un 35% del electorado que no está dispuesto a eso y se moviliza en la calle pidiendo que no vuelvan”, explica a RFI Carlos Pagni, uno de los periodistas mejor informados del país. “Es un número muy importante, y más si uno lo contrasta con la situación económica que es pésima. Hay una corriente muy fuerte en la sociedad argentina de condena moral al kirchnerismo y a la que le resulta inconcebible eso identificado como populismo, sobre todo por los problemas morales e institucionales. Del otro lado, hay un núcleo que nunca adoptó ni asumió ese diagnóstico de que el kirchnerismo era un fenómeno ligado a niveles de corrupción muy importantes. O bien porque creyó que todos son lo mismo, o porque creyó que eso está exagerado, o que es parte de una operación ideológica-política de estigmatización de aquellos que pelearon por el bienestar general. Ahí hay un núcleo que no es que ahora vuelve, sino que siempre estuvo. Cristina Kirchner nunca bajó del 30% de intención de voto”, recalca el analista.
“Además hay una franja fluctuante que tuvo un gran repudio al kirchnerismo en el año 2015 y votó a Macri pero su contrato con el presidente –y aquí es donde viene el problema de este tipo de elecciones- era que la sacara a Cristina, y una vez que lo hizo el resto de la ‘agenda Macri’ no estaba pactado, sobre todo lo que tiene que ver con ajustes económicos”, agrega Pagni.
Macri y la Villa 31: un amor no correspondido
Acusado de ser el presidente de los ricos, Macri luchó por revertir este estigma. No solo aumentó el número de beneficiarios del subsidio de la Asignación Universal por Hijo (AUH) para los más pobres iniciado por el kirchnerismo, sino que apostó a desarrollar la infraestructura en lugares abandonados por el Estado. Uno de los sitios más emblemáticos fue la Villa 31, un asentamiento ilegal de 40.000 personas instalado a Recoleta, el tradicional barrio porteño de la clase alta argentina.
En este barrio marginal de 70 hectáreas, que los sucesivos gobiernos municipales y nacionales trataron de erradicar, el gobierno de Macri y la alcaldía porteña de su mismo signo político apostaron por integrar la villa al resto de la ciudad con una inversión sin precedentes.
“Estamos desde diciembre de 2015 realizando un proyecto de integración socio-urbana que tiene cuatro ejes principales”, enumera Juan Ignacio Salari, el subsecretario de Infraestructura, Vivienda y Coordinación Gubernamental de la Ciudad de Buenos Aires.
“El desarrollo económico, trabajar con toda la población económicamente activa del barrio para incrementar sus ingresos, comerciantes, feriantes, personas que trabajan, en relación de dependencia, cooperativas. El desarrollo humano que es educación, salud, cultura y deporte, con todos los vecinos del barrio. Un eje hábitat que es mejorar todas las viviendas existentes en el barrio y construir 1.200 viviendas nuevas para los vecinos cuyas viviendas no pueden ser mejoradas debido a su ubicación. Y por último, un eje de infraestructura urbana que es la realización a nuevo de toda la infraestructura del barrio: pavimento, luminaria pública, red de agua, red cloacal, red pluvial, red de media y baja tensión eléctrica, y todos los espacios públicos del barrio. También mejorar la conexión del barrio con la ciudad, el turismo de la ciudad, del barrio, y la integración comercial para que más empresas de la ciudad se radiquen en el barrio”, detalla el funcionario.
“Acá en el barrio están arreglando todo. Antes estaba lleno de barro y ahora por lo menos se puede caminar. No te están afanando como antes, antes te robaban en la mano delante de la policía”, reconoce Ariel, un joven estudiante de la villa.
Ariel piensa que si la gente votó masivamente por la oposición, es porque “no quieren laburar, no les gusta. La economía está para el orto, esto es verdad”.
Para Roberto, un mecánico que trabaja desde hace 30 años en la villa, “sí que hubo un cambio: han hecho la terminal de colectivos, la sala, han arreglado las calles, sí muchas cosas buenas han hecho. Lo que pasa es que no hay laburo”.
Francisco es panadero. Va a votar por el kirchnerismo y acusa a Macri de haber mentido: “Dijo muchas mentiras como ‘pobreza cero’, vino dijo a sacar la corrupción pero yo creo que él es el principal corrupto. Tengo una pequeña panadería y subieron bastante las cosas”, denuncia.
Luciana tiene 18 años y atiende un almacén. Resume el impacto de la inflación y la pobreza detrás del voto a Alberto Fernández: “Voy a votar por Alberto Fernández porque pienso que volverá a hacer lo de antes, que se va a poder comer libremente otra vez. ¡Literalmente no podés comer! No se puede comer, no se puede alimentar a una criatura, a los perros, a los animales”.
Cree que esto va a cambiar “porque cuando estaba chica se podía comer. Me mandaban a comprar y con 100 pesos compraba un montón de cosas y ahora no puedo comprar… Un chicle creo que te sale diez pesos, no se puede nada ya”, sentencia la joven.
La apropiación partidaria del Ni Una Menos
Si bien la desastrosa situación económica se impuso como el eje de la campaña, no es el único tema presente en el debate público en estos días. La irrupción en 2015 del movimiento Ni Una Menos contra la violencia machista y a favor de la legalización del aborto empezó como una reivindicación transversal, en donde se encontraban oficialistas, opositores peronistas, independientes…
Luego de que Cristina Kirchner impidiera durante su mandato el debate del aborto por sus convicciones personales, Macri lo permitió en el Parlamento, dominado por la oposición. Los diputados aprobaron la despenalización, pero chocaron contra el Senado, que sepultó el proyecto.
Mercedes Funes es periodista y una de las fundadoras del movimiento Ni Una Menos. Hoy publica Feminismo en Falta (Galerna), un ensayo que analiza esta revolución de las mujeres.
“La agenda de género está desempeñando un papel importante porque se demostró que las mujeres tienen una capacidad de movilización fuerte, que es un capital político grande que todos se quieren disputar. A partir de las primeras marchas de Ni Una Menos vas viendo cómo ese capital comienza a ser disputado y empieza a haber una apropiación partidaria, porque político fue siempre, de algunas consignas que eran transversales. Y esto lo hace sobre todo el kirchnerismo. Y al mismo tiempo empiezan a jugar contra del oficialismo”, afirma.
En plena ciudad de Buenos Aires, nuestro medio asociado, RFI, conversó con mujeres para quienes este tema es decisivo a la hora de elegir candidatos en estas elecciones generales.
Julieta, una joven estudiante, explica por qué lleva atado el pañuelo verde a su mochila: “Porque me parece muy significativo mostrar y marcar que llevo una lucha para la legalización del derecho al aborto, que es un derecho que deberíamos tener todas las mujeres y que en nuestro país no existe”.
Su posición sobre este tema definirá su voto del próximo domingo: “Voy a elegir según mi manera de pensar a gente que va a apoyar la legalización. No voy a votar a ningún diputado que esté en contra de la legalización”, dice.
Priscilla, estudiante de medicina, no lleva pañuelo de ningún color, sino que camina por la calle con un crucifijo. Su voto también lo define el aborto, según cuenta: “Yo soy muy católica y afecta a quién voy a votar. El que está favor, el que está en contra… A mí me afecta mucho el voto. Votaré al que está en contra. A Mauricio Macri”.
Para Agustina y Clara, que cruzan la avenida Santa Fe con sus pañuelos verdes, la decisión es la opuesta. Ambas votarán a Alberto Fernández, porque creen “que va a apoyar la legalización del aborto”.
“Votar repudiando a un líder”
La brecha, o grieta que separan a estas dos Argentinas, marca una polarización que se ha exacerbado en los últimos tiempos, llevando a una confrontación en el seno de familias y rompiendo amistades. Pero la grieta y su correlato en la contienda electoral no son hoy una especificidad argentina, explica el periodista Carlos Pagni.
“El electorado argentino está dominado por una tendencia que vemos en muchas sociedades, por lo menos en Occidente: eminentemente en Brasil, probablemente en Estados Unidos, en Europa hay varios países que también están dominados por esta propensión, mientras en Argentina hace tiempo que estamos en esta dinámica, y es que el motor es el repudio. Lo que mueve el voto es votar repudiando a un líder que en las encuestas registra un alto nivel de negatividad, con mucho desprestigio”, apunta.
“En Argentina está predominando el voto como en otras elecciones. Hay una cantidad de votantes que vota para que no vuelva el peronismo –sobre todo el versión kirchnerista- y hay un conjunto muy importante de votantes que lo que no quiere es la continuidad de Macri y sobre todo de su política económica, que está identificada con un ajuste muy severo que dio lugar a una recesión muy prolongada. Dentro de estos dos universos hay un universo más pequeño, un núcleo, que adhiere a Macri y otro más pequeño que adhiere sobre todo a Cristina Kirchner. Ese núcleo tiene un segundo anillo que vota en contra del otro, lo que luego plantea una cantidad de problemas en el ejercicio del poder y del gobierno, como se está viendo en Brasil”, añade.
A pocas horas de ir a las urnas, los pronósticos hablan de una clara victoria de Alberto Fernández desde la primera vuelta. Más allá de los vaticinios, lo que es seguro es que el resultado de estas elecciones difícilmente permita volver a reunir a los argentinos.