Matías Aguayo: “Chile parece una secta del mercado”

El músico establecido en Alemania conversó con Radio Universidad de Chile sobre su último disco, sus ideas sobre baile y comunidad y su visión de las protestas que explotaron en octubre. “Es bonito ver libertad en un país muy poco libre”, dice.

El músico establecido en Alemania conversó con Radio Universidad de Chile sobre su último disco, sus ideas sobre baile y comunidad y su visión de las protestas que explotaron en octubre. “Es bonito ver libertad en un país muy poco libre”, dice.

Escucha la entrevista a Matías Aguayo en el programa Pasaje Nocturno.

Matías Aguayo nació en Santiago apenas once días después del golpe de Estado de 1973. Su familia huyó a Alemania, un país donde se crió y comenzó a desarrollar uno de los trayectos más singulares que se pueden encontrar entre los amplios márgenes de la música electrónica. El mismo país donde estaba junto a su madre en octubre pasado, cuando Santiago y otras ciudades chilenas se remecieron con protestas que se extienden hasta hoy.

“Fue como un dejavú”, recuerda ahora, en uno de los últimos días de su visita a la capital, antes de tomar un vuelo a México. “Me recordó a los tiempos de la dictadura. En el exilio en Alemania siempre estábamos siguiendo las noticias que venían de Chile. Se recreó un poco esa atmósfera y con las imágenes hubo unos flashbacks tremendos, una sensación entre angustia y ansiedad, pero también esperanza, Muchos sentimientos encontrados”.

A esa altura debía cumplir con actuaciones en Colombia y el mismo México, pero canceló los siguientes compromisos para viajar a Chile. “Fue un poco espontáneo. Quería ver si podía aportar de alguna manera y que ver qué estaban haciendo las amigas y amigos acá”, explica.

Así, durante las últimas semanas Matías Aguayo -DJ, compositor, cantante y fundador del sello Cómeme, entre otros múltiples intereses- no solo ha participado de fiestas y festivales en Santiago y otras ciudades. También se ha hecho parte de cabildos y ha experimentado de primera fuente el clima del centro de Santiago, donde ocupa un departamento durante su estadía. 

Siento que lo que está pasando en Chile es algo que está pasando o va a pasar en muchos lugares. Los poderes, los modelos establecidos, no nos están ofreciendo ninguna respuesta, literalmente ninguna, a muchísimas preguntas que tenemos. Como músicos, medioambientalistas, periodistas, trabajadores, en cualquier ámbito, hay muchas cosas que las herramientas con las que se está operando ya no aplican. Eso crea un gran enojo con el modelo, el poder y todo eso”, dice.

Matías Aguayo estuvo en el programa Pasaje Nocturno de Radio Universidad de Chile. Foto: Rodrigo Alarcón L.

Matías Aguayo estuvo en el programa Pasaje Nocturno de Radio Universidad de Chile. Foto: Rodrigo Alarcón L.

Acostumbrado a viajar -literalmente- por todo el mundo, Aguayo cree sin embargo que las protestas chilenas tienen algunas particularidades: “Acá se está desplegando de una manera muy intensa, porque el modelo se ha aplicado de una forma extremista”, sintetiza.

“Cuando vengo a Chile, me parece llegar como a Corea del Norte, en el sentido de que parece una secta del mercado. Se vende una ideología, casi religiosa, como una ciencia. Se han normalizado cosas, como que la educación no es gratis o el agua es privada, que no son normales, no forman parte de una república normal. Como es tan extremo acá, la reacción es más extrema”, argumenta.

Al mismo tiempo, dice, se ha encontrado con un Santiago muy distinto al de sus anteriores visitas: “Ver el centro tomado, en el sentido de que está todo pintado, medio destruido, tiene algo lindo, porque la idea de un espacio público se había perdido completamente acá. Según las ideas de la Constitución, el espacio público es como una cosa solo para transitar de la casa al trabajo o quizás un espacio de consumo, pero no más que eso. Ahora ver cosas que conozco como normales en Alemania, como que haya gente en un parque tomándose una chela… obviamente es bonito. Es bonito ver paredes rayadas, con posters, ver libertad en un país muy poco libre”.

“El baile es importante para la lucha”

“Fue como una premonición”, se ríe Matías Aguayo cuando recuerda el título de su último disco. Meses antes que se filtrara un audio de la Primera Dama, publicó un álbum completamente instrumental y construido con ritmos enrevesados, al que bautizó como Support alien invasion (“Apoyar la invasión alienígena”). 

Más en serio, dice que esa frase también tenía algo de “un pregón”, un llamado: “Era como ‘por favor, que alguien destruya todo esto, que lleguen los alienígenas, porque no puede ser’. El alienígena quería decir también el otro o la otra: el migrante, la queerness, de todo lo que podemos aprender. Ver la diferencia como una ventaja para avanzar en todo el proyecto humano que está tan fracasado y apocalíptico en estos días”.

Según Matías Aguayo, esos pulsos poco convencionales, a veces impredecibles, son producto de su búsqueda permanente como DJ: “Surgió sintiendo lo que exige la pista de baile. Empecé a mezclar ritmos de Sudáfrica, por ejemplo, con cosas actuales de México, cosas así. Se creaban otros ritmos que yo no veía que existiesen dentro del contexto electrónico. Eso fue el inicio”. 

¿Cómo experimentas ese vínculo entre el DJ y la gente que baila? ¿Hay un intercambio entre ambos?

Siempre trato de sentirme parte de la fiesta, en el sentido de que cuando toco, también estoy bailando. Ser parte de la fiesta no te pone en esa posición del DJ que hace bailar a los otros, no me gusta eso de “hacer bailar” a la gente, porque la estructura desde la cabina puede ser media autoritaria. Eso de que pones un bombo y la gente sube el brazo no me gusta. 

Además, es una rebeldía hacia el encasillamiento en el que se ha convertido la percepción de la electrónica. En el techno y todo eso, cuando comenzamos, queríamos luchar contra ese conservadurismo, contra los pacatos del rock, contra la normatividad de ellos, pero eso ahora existe mucho más en los DJs que “solo tocan” techno, deep house o no sé qué, términos que además son muy raros. Para mí, siempre se trató de ser irreconocible, impredecible, porque justamente es lo que no funciona en el mercado. 

¿Cómo entiendes el baile, en el sentido que es algo que haces en comunidad con otros, te encuentras ahí con más personas?

Siempre está bueno estudiar al enemigo. Si ves en Nueva York, por ejemplo, cuando sale alcalde Rudy Giuliani, que ahora es la mano derecha de Trump, lo primero que hace es restringir todas las posibilidades de bailar. En su régimen estaba prohibido mover la cabeza al ritmo de la música en un bar si es que el bar no tenía una licencia explícita para eso. ¿Por qué querían eso? Porque en el baile es donde se mezclan las comunidades, donde el gringo blanco está con el latino, con los negros, qué sé yo. Se puede crear un comunitarismo que para esta idea neoliberal de la sociedad es una pesadilla. Como en la ideología de Jaime Guzmán, todo posible comunitarismo ya es como un primer paso hacia el comunismo o algo así. 

El baile es importante por muchas cosas, es importante para la lucha también. Ayuda contra el agotamiento, para regenerar fuerzas. Si son muchas semanas de resistir, uno se puede refrescar con un baile. Lo otro es redescubrir nuestros cuerpos y toda la libertad que podemos encontrar ahí. Chile es un país muy represivo hacia el propio cuerpo, entonces el baile refleja una de las necesidades humanas más básicas. Si vemos todo el levantamiento contra el apartheid en Sudáfrica, por ejemplo, fue acompañado de mucha música de baile que hasta hoy son clásicos. En Sudáfrica, uno los pone en una discoteca y todos alzan el puño y se ponen a bailar. Se crea una identidad a través del baile.

¿Has sentido una atmósfera distinta en Santiago en esta última visita, al hacer un set de DJ?

Absolutamente. Soy músico, soy muy sensible y debería tener la capacidad de sentir vibras. Sí, se siente otra vibra en la ciudad, más abierta, más humana, más normal y más amigable. Eso por el lado del baile y lo bonito. Al mismo tiempo, es una situación extremadamente preocupante y violenta. 

Hay una mezcla muy grande, hay muchos niveles y mucha rabia también. No entiendo cómo se percibe la ciudadanía acá. Es de tan poca dignidad, de tan poco respeto el trato hacia el humano, que es muy doloroso y enoja mucho. Yo comprendo mucho la rabia y lo violento que es todo. No hablo de lo obvio de romper o quemar cosas, hablo de esa violencia de una sociedad que no te permite vivir dignamente. Siempre me ha pasado que llego de Berlín, por ejemplo, vivo en Santiago Centro y me doy cuenta que es más caro vivir acá, y eso que allá uno gana más dinero, tiene un seguro médico y puedes estudiar sin que te cobren un peso. No sé cómo lo hacen.

Foto destacada: Cómeme. 




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