Escucha acá una entrevista a Niños del Cerro en el programa Pasaje Nocturno.
Noviembre era el momento que Niños del Cerro había escogido para publicar su nuevo EP, Cuauthémoc. Sus cuatro canciones estaban listas y la planificación ajustada, pero las protestas que explotaron pocos días antes en todo Chile echaron por tierra esas intenciones.
Marzo fue la nueva fecha escogida, sin saber que para entonces el país -y buena parte del mundo- estaría inmovilizado por una pandemia que en ese momento ni siquiera estaba en el vocabulario. ¿Otra postergación? “Decidimos publicarlo de todas formas”, responde ahora Simón Campusano, vocalista y guitarrista del conjunto, sobre una determinación que puede parecer atípica con la actividad musical frenada.
“Es bueno generar contenido, aprovechando que la gente igual está conectada escuchando música. Además, como no sabemos cuánto va a terminar esto, si va a mejorar o empeorar, tampoco sabíamos hasta cuándo aplazarlo. Ya lo habíamos hecho el año pasado y ahora no teníamos ganas de volver a hacerlo. Al menos, la recepción desde Internet ha estado buena”, explica.
Los servicios digitales, obviamente, serán el único espacio en el que por ahora circulará el registro, parte del sello Quemasucabeza. Como todos sus pares, el grupo no tiene ningún concierto programado ni certeza alguna sobre un eventual retorno. “Yo estoy aprovechando de hacer canciones nuevas, lo que está bueno igual”, dice Campusano.
“Obviamente, esto nos afecta a todos los músicos por igual, pero en la música independiente y más de nicho todo es más flexible, no hay tanto que perder. Es complicado, pero no es el fin del mundo… ¡o quizás sí lo es!”, retrocede bromeando.
Más allá del inédito contexto en el que aparece, Cuauthémoc sitúa a Niños del Cerro en coordenadas que no habían explorado en sus anteriores álbumes, Nonato Coo (2015) y Lance (2018). Si el debut citaba una avenida del suroriente de Santiago, este EP lo hace con el corazón de la Ciudad de México, que la banda ya ha visitado en dos ocasiones.
“Primero rayé con el nombre, después con el personaje y su historia, que sentía que se conectaba con la historia de Latinoamérica y era muy transversal”, dice Campusano sobre la canción que abre y titula el EP con el nombre del héroe mexicano. “Leí sobre él, que le habían quemado los pies y las manos. En Chile tenemos a Caupolicán y a otros referentes similares. Ese fue el punto de partida, quería abordar el tema del dolor físico y emocional. Era algo que me estimulaba para escribir y no me había pasado antes”.
Más allá de ese personaje, ¿qué vínculo han establecido con México?
No es un lugar tan distinto a Santiago, más allá de que claramente es más grande, pero la gente tiene una forma distinta de acercarse y apropiarse del arte y la cultura. Eso nos marcó, tanto en el DF como en otras ciudades. Tienen una relación más intensa con la música, lo viven de otra forma. Por otro lado, las grandes avenidas tienen nombres aztecas, mientras que acá las calles tienen nombres de españoles. Eso ya dice harto sobre cómo ven su propia cultura. No es necesario ir a un museo, sino que lo ves en la calle, en los nombres de las personas. Eso nos cautivó.
Musicalmente, Cuauthémoc es más directo que su disco anterior, Lance. ¿Cómo fue ese proceso?
Estábamos medios cansados de girar con ese disco, entonces queríamos hacer algo más simple, pero que siguiera siendo una música estimulante. Lance demanda mucha energía al tocar. Sabemos que eso es llamativo para la gente y, cuando lo hicimos, una motivación fue hacer música así de exigente, pero nos pasó la cuenta. Ahora la idea fue hacer música propositiva y fresca, pero desde otro lugar. Tampoco es un cambio tan drástico, seguimos siendo nosotros.