En 2018, Diamela Eltit se transformó en la quinta mujer chilena en recibir el Premio Nacional de Literatura. Antecedida de autoras como Gabriela Mistral (1951), Marta Brunet (1961), Marcela Paz (1982) e Isabel Allende (2010), la escritora fue reconocida por su rol como docente y por su capacidad para ampliar las posibilidades del lenguaje.
Luego, en 2019, previo al movimiento social iniciado en octubre, la autora publicó Sumar, una novela en la que una gran marcha se abalanzaba en dirección a La Moneda. Con el tiempo, el texto sería considerado como un indicio de lo que ocurriría más tarde.
Hoy, no obstante, la autora mira con cautela el paréntesis al que se ha visto sometida la protesta, mientras, por otro lado, observa, de forma crítica, cómo las autoridades chilenas han abordado el desarrollo de la pandemia por el brote de coronavirus.
“Octubre mostró la crisis y el sistema, en cierto sentido, colapsó. No necesariamente en el sentido de los poderes y de la administración del dinero, sino de los cuerpos, ya que por un lado estaba el sistema y, por otro, los cuerpos. Eso fue el 18 de octubre (…). El levantamiento de octubre apuntó a recomponer ese nosotros”, comentó la escritora, en conversación con el programa Cuestión de Gustos de Radio Universidad de Chile.
“Además, surgieron todas estas figuras que fueron muy importantes: la construcción del héroe, que sería la primera línea; el narco, con su estrategia de poder narco; el delito. Me pareció muy asombroso, pero eso era algo latente. Había un deseo de que eso ocurriera”, añadió.
Respecto de la pandemia, la autora de Lumpérica (1983) señaló que la enfermedad ha superpuesto dos ideas: el signo y el síntoma. Del mismo modo, planteó que la ha develado un discurso médico fuertemente autoritario.
“Una cosa son los médicos, que son muy heterogéneos, pero otra cosa es el discurso médico que siempre ha sido, relativamente, terrible. El discurso médico está más fundado en la catástrofe que en la esperanza. Por otra parte, Chile, tiene un Ministro de Salud que tiene un autoritarismo extremo. Su persona es autoritaria y, sobre todo, muy ambigua. Entonces, uno no sabe hacia dónde va ese discurso: si va hacia el capital o si va hacia lo orgánico”, reflexionó la autora.
“Además, es asombroso que comunas que están contagiadas no entren en cuarentena. Lo que vemos ahí es que el cuerpo se retoma como mano de obra, pensando en que muchas de las grandes industrias están en los bordes de Santiago. Entonces, vemos una geopolítica muy fuerte, con una obligación a actuar como sujetos cercanos a la muerte”, sostuvo.
Detrás de la escritura
Durante la conversación, Diamela Eltit también recordó su infancia como lectora voraz y su decisión respecto de transformarse en escritora: “No tuve bamboleos sobre lo que quería hacer, porque lo encontré muy precozmente. También tuve la oportunidad de encontrarme con mucha literatura. Entonces, vi una gama muy distinta de literaturas, hasta que encontré un camino que me parecía más cercano al mío”.
“Empezar a escribir fue muy complicado, porque sentía que recorría caminos de otros. Tenía muchas lecturas y estaba la propuesta Joyceana que era más opaca, pero, por otro lado, me interesaba Rulfo. Ahí pensé en la relación entre letra y poética. Eso me fascinó como lectora. Que la letra fuera capaz de construir imágenes era apasionante”, planteó.
La autora señaló que, gracias a esta fascinación, logró concebir un estilo personal, basado en la fragmentación de los límites de la escritura. Como profesora de Castellano, la propuesta desencadenó un nuevo desafío, ya que la obligó a indagar en nuevas formas y estéticas de la palabra: “Seguí ese camino: dejar, permitir, dejar fluir”.
Frente a ello, Eltit recordó su experiencia respecto del libro Mano de Obra (2002), donde el objetivo fue hacer una especie de “poética del garabato”.
“Siempre me parecieron extraordinarias las hablas populares. Son de una expresividad extrema. Por ejemplo, cuando alguien dice vaigamos a comprar. Esa expresión es anti académica. Hay un cruce, un corte. Pero, también tenemos que pensar que es una comunidad entera la que construye esa palabra, porque si yo entiendo es porque ese vaigamos me habita. Eso me parece maravilloso”, explicó Eltit.
La autora también recordó sus años como integrante del Colectivo Acciones de Arte (CADA) surgido en 1979. Sobre esta etapa, valoró el trabajo colaborativo que surgió entre los artistas de su generación, señalando que el cruce de las disciplinas permitió expandir los límites de la creación.
“Fue algo extraordinario. Lo hicimos por urgencias. No había futuro en esos trabajos, sino que estaba la urgencia romper ese presente. Ha sido una sorpresa ver que, 40 años después, empieza a leerse como una gestualidad frente a situaciones de excepción como las que vivimos ahora”, rememoró.
Finalmente, Diamela Eltit indicó que las dinámicas del mercado editorial no han influido en su quehacer, pese a los últimos reconocimientos. Por el contrario, recalcó que, personalmente, la escritura se ha transformado un espacio de libertad y que en ningún caso ha implicado réditos.
“Siempre trabajé fuera de la normativa del mercado. La gente de la literatura no vive de lo que hace.(…). Ha sido un camino positivo para mis libros, pero sigo siendo, en cierto modo, idéntica, aunque siempre pienso si estará bien o no lo que escribo. No he ganado un milímetro de seguridad en los mil años que llevo escribiendo”, expresó.
Así, frente al rol que debe tener la literatura en tiempos de crisis, la autora sostuvo que lo interesante sería apuntar por una narrativa que no sea sólo el relato. En definitiva, según manifestó, la idea sería “entrar en los signos” que demuestran la insurrección del 18 de octubre y la desigualdad existente en la sociedad.
“Estamos en un país hiper desigual y desigual en la pandemia (…). Hay que ver que cuando se habla en general hay un error, porque hay un grupo que carga por sus espaldas el coronavirus. Eso me parece muy fuerte. Realmente muy fuerte”, concluyó.