Se conocieron a mediados de los años 40 en la Escuela de Bellas Artes. No tenían más de 17, sin embargo, durante sus años de formación fueron coincidiendo paulatinamente: lo primero fue compartir, entre clase y clase, la tinta china. Más tarde, los ideales de la Unidad Popular. A eso se sumó, un matrimonio, el exilio, un taller.
Gracia Barrios (1926-2020) provenía de una familia cercana a la cultura y desde muy pequeña había manifestado su interés por las bellas artes. Sus padres eran el escritor Eduardo Barrios, Premio Nacional de Literatura 1946, y la pianista Carmen Rivadeneira. José Balmes (1927-2016), en cambio, había llegado a Chile en el Winnipeg huyendo junto a sus padres de la Guerra Civil Española. Para él, el cambio fue rotundo y pronto, se inscribió en el Partido Comunista.
La pareja contrajo matrimonio en 1952 y, a partir de entonces, fueron inseparables. Participaron en el Grupo de Estudiantes Plásticos y en el Grupo Signo. Se comprometieron activamente con el proyecto cultural de Salvador Allende y colocaron su obra a disposición del pueblo. Cuando Gracia Barrios dejó de pintar producto del alzheimer, Balmes también lo hizo.
Del mismo modo, los artistas crearon un universo que hoy buscar ser puesto en valor por medio de una fundación liderada por Concepción Balmes y Elisa Triviño, hija y nieta, respectivamente, de la pareja de premios nacionales.
La organización, que debía concretarse a fines de 2019 y que producto de la pandemia quedó en suspenso, pretende consolidar la difusión del legado de los artistas.
“Lo interesante de poder armar la Fundación es que podremos exhibir y mover la obra. Todo su trabajo fue social, entonces, tiene que ser compartido. Ese es el objetivo, poder llegar las personas, mover la obra dentro de Chile, llegar a otros territorios en provincias. Hay un tema de difusión cultural que nos interesa muchísimo”, comenta Concepción Balmes.
“Por otra parte, está la conservación, lo que implica levantar fondos. El techo del taller, por ejemplo, está imposible. Tuvimos que hacer unas cosas rarísimas con unas tableros, porque hay que cambiarle el techo entero. Con la lluvia tenemos que tener mucho ojo. Además, algunos cuadros tienen que ser restaurados, porque son antiguos, porque tienen problemas de bastidor”, comenta.
La Fundación también implicó la catalogación del archivo de los artistas. Todo este trabajo fue realizado desde cero y contempló, exclusivamente, los documentos y obras que permanecían en el taller que ambos premios nacionales compartieron en su casa en Ñuñoa. En ese camino surgieron bocetos, obras inéditas, afiches, dibujos, cartas y fotografías.
“Todavía seguimos encontrando material que nos sorprende. Por la situación actual, no alcanzamos a tensar en bastidor algunas telas que estuvieron en un container cuando ellos regresaron a Chile después del exilio. También, descubrí un block que tiene toda una serie de bocetos de mi padre para unas obras del años 70. Es bien bonito ver eso. Es como la semilla, el momento de germinación de la idea. Son invaluables”, dice Balmes.
La Fundación pretende transformar el hogar de la pareja en una especie de casa-museo. En ese sentido, cada objeto se ha mantenido en su lugar, pese al paso del tiempo. Aún así, el espacio más importante de conservación ha sido el taller de los artistas: “Un sector era para mi madre y el otro para mi padre. Al medio tenían una mesita donde tomaban té en las tardes. Aunque tenían temperamentos muy distintos: mi padre entraba, salía 20 veces del taller, veía fútbol en una tele chica que tenía, hablaba por teléfono, iba a mi casa y se comía el queso del refrigerador”, recuerda Concepción Balmes.
“Por su parte, mi mamá era metódica, trabajaba como hormiguita y ahí escuchaba Radio Beethoven. Ella era como una tejedora. Sólo salía del taller cuando había terminado de trabajar. Tenían universos propios y, al mismo tiempo, eran capaces de compartir mucho, manteniendo los mundos. Eso era muy especial, se respetaban. El día en que mi mamá empezó a tener problemas, dejó de pintar ella y dejó de pintar mi papá. Fue una cuestión increíble, mi papá no podía entrar al taller sin ella”, dice.
De esa forma, los trabajos en torno a la Fundación podrían concretarse una vez superada la crisis sanitaria. Con ello, la labor de los artistas entraría en una nueva fase capaz de expandirse hacia otros territorios, vale decir, una consolidación definitiva: “Está, prácticamente todo hecho. Nos falta el tema legal y algunas fotografías, pero ya está todo catalogado. Vamos a retomar el tema cuando termine la pandemia, porque ahora no tiene mucho sentido”, cierra Balmes.