A mediados de marzo, el brote de coronavirus obligó a cerrar las puertas de los centros culturales. Con ello, se inició un fuerte debate respecto de cómo el sector artístico enfrentaría la crisis, pero rápidamente los espacios y los mismos artistas se volcaron al mundo digital para mantenerse activos.
El Centro Cultural Matucana 100 (M100) fue uno de los primeros en adaptarse a esta situación. En abril, por ejemplo, reforzó sus plataformas virtuales para invitar a una programación vinculada al cine, las artes visuales y las artes escénicas. Así, a casi siete meses de la crisis sanitaria, el espacio no puede sino sacar cuentas positivas mientras se prepara para su reapertura, proceso que se llevará a cabo cuando la comuna de Estación Central entre en la fase 4 del “Plan Paso a Paso” del Ministerio de Salud.
“En todas las áreas hemos querido generar innovación. Todas nuestras prácticas las pasamos a lo online y no sin dificultad, pero estamos contentos porque hemos avanzado en esa instalación”, dice Cristóbal Gumucio, director ejecutivo de M100.
“Lo más importante es que nuestro músculo de adaptabilidad esté lo suficientemente ejercitado como para responder a los cambios de escenario que todavía pueden darse”, añade.
Para M100 ¿qué ha implicado este confinamiento?
Ha sido complejo, un aprendizaje casi permanente. Lo primero fue el cuidado de las personas, después estuvo el tema de los artistas. Hubo que replantear una programación que estaba diseñada para todo el año: teníamos diseñado en casi un 95 por ciento hasta diciembre. Ese fue un primer proceso y después vino la adaptación a lo digital, a cómo mantener el centro cultural vivo, conectado con los públicos. Tuvimos que aprender a rehacernos en ese aspecto.
¿Qué evaluación tienen de las actividades que ya han realizado de manera virtual?
Primero, empezamos a ordenar nuestro canal de Youtube, luego comenzamos a pensarnos con una perspectiva a largo plazo para darle una mirada más allá de la pandemia. Fue interesante porque nos obligó a profundizar en las herramientas tecnológicas y lo hemos vivido escalonadamente. Ahí empezamos a recibir obras que ya habían sido grabadas, empezamos a hacer Zoom, conversaciones. Ahora nos equipamos y convertimos el espacio en un set de televisión. La respuesta de los públicos, como todo, ha sido zigzagueante, porque el público también se comienza a fatigar de lo digital. Ahora que salió el sol es algo que uno empieza a percibir. Por eso uno tiene que estar adaptándose y estar despierto para saber cómo ir interactuando con los procesos personales de los diferentes públicos.
¿De qué se ha tratado la propuesta virtual de M100?
En esta etapa montamos un cine digital. Fuimos, quizás, el primer espacio en involucrarnos en hacer avant premiere, antes que la Red de Salas y que el Centro Arte Alameda. Ahora estamos con una cartelera permanente de cine. También convertimos a Matucana en un set de televisión y en teatro estamos grabando, a veces con nuestras cámaras, a veces con caramas externas. La idea es trabajar con las distribuidoras independientes de cine, con las productoras de música, con las compañías y colectivos. O sea, involucrarse con el tejido de los distintos ecosistemas culturales en las distintas disciplinas que trabajamos.
¿Cómo la crisis ha golpeado económicamente al centro?
A todos nos ha golpeado. No quiero individualizar, porque los espacios viven de la interacción de los públicos, las ventas de entradas. Sin duda esta pandamia es un golpe muy fuerte, principalmente, a la interacción en vivo. Lo que nos preocupa es que ha golpeado el sistema y M100 no funciona solo. No es un proyecto que sea autárquico, sino que funciona encadenado a las compañías, a las productoras, a los artistas, a los creadores. En esa perspectiva, nos ha afectado y nos tiene muy preocupados, porque un sistema debilitado así, golpeado de esta manera, puede hacer que retrocedamos muchos años en lo que veníamos avanzando.
Hay varias compañías y artistas que han comenzado a vender sus equipos para enfrentar la crisis…
El arte tiene elementos de pluri-empleo, pero lo complejo es que los proyectos artísticos requieren una voluntad, más allá de los recursos. Pero eso también comienza a debilitarse porque está la idea de vivir, de poder sobrevivir. Entonces, al final, ahí los proyectos personales empiezan a caer y ahí se pueden acabar carreras, proyectos futuros que desaparecen. Por eso digo que podemos retroceder muchos años. Quizás no es tan tangible, pero si uno hace el ejercicio sí.
¿Cuáles son las preocupaciones que surgen frente al debate del presupuesto de cultura 2021?
Como muchos, pensamos que la cultura es de real importancia como para que no tenga mermas en el presupuesto. Por un lado práctico, es de los sectores más afectados como el turismo y hemos visto que cuando hay una sequía, el Estado procura inyectar más recursos y herramientas para solventar esas crisis. Entonces, lo lógico es que suceda lo mismo con cultura. Por otro lado, es esencial encaminarnos a un uno por ciento y atender a cultura como un ministerio transversal. Como estamos pensando en un nuevo escenario de Chile, la cultura tiene que tener un papel principal y para eso requiere un presupuesto suficiente para robustecer el quehacer del Ministerio y de todo lo que conlleva. Si la filosofía es importante, el arte también es fundamental en la perspectiva que nos permite recodificarnos y repensarnos desde un lugar distinto. Los países necesitan del arte, todo el tiempo, porque es lo que los mantiene vivos y despiertos haciéndose las preguntas necesarias.
¿Qué opina del plan que elaboró el Ministerio de las Culturas para ir en ayuda del sector?
Confieso no conocerlo bien en detalle, pero, pasado un tiempo y como muchas cosas, va a haber que evaluarlo. Lo que creo es que había unas expectativas exageradas de que el Ministerio nos iba a dar otro estado. En ese sentido, el Consejo de la Cultura me parecía una herramienta que, modernizada, podría haber concurrido de mejor manera, pensando en las burocracias, la verticalidad del Ministerio. Ahí siento que nos falta una construcción con más detalles en el sector. Tenemos que avanzar hacia sistemas de cooperativismos que deberían ser un elemento a trabajar en el mediano plazo para armar tejidos más robustos. Desde antes sabíamos que la situación del sector era débil, con pluri-empleos, con mucha deficiencia. Entonces, ahí se requiere una tarea titánica sobre cómo hacernos más sustentables, sin exigir privilegios distintos al resto de la sociedad, porque los creadores no son distintos. La pandemia develó todas las precariedades que había y el Ministerio, que llevaba poco tiempo, no ha sido suficiente como para dar respuesta a eso. La crisis del sector continúa y es compleja. No se va a superar de aquí hasta un buen tiempo.
¿Cómo proyectan la reapertura del espacio?
Lo primero que vamos a abrir serán las artes visuales. Ahora viene una exposición que es la primera que vamos a empezar con público. Armamos un protocolo de acceso y después pensamos, gradualmente, ir haciendo acciones performativas en los lugares más abiertos, tanto de danza como de cine, y continuar con las grabaciones y con el streaming. La idea es ir tomando el pulso a la situación contextual para que también podamos retroceder. Esto no es una línea recta de salida, puede tener ida y vuelta. Tenemos que estar adaptados para una estrategia de ir y volver.