El miércoles 26 de agosto, Nayeli Juárez dice haber sido expulsada del albergue de migrantes instalado por la Municipalidad de Recoleta en el colegio República de Paraguay. La acompañaban ese día su madre, Laura Horna, y su hija de solo diez meses de nacida. En tales circunstancias, de las primeras personas con la que Nayeli se puso en contacto para dar cuenta de lo ocurrido fue con un grupo de psicólogas y voluntarias que apoyaban desde junio en dicho albergue.
En un audio enviado por WhatsApp, Nayeli repite: “Pasó un problema con el puré que estaba malogrado. Yo tenía que darle esa comida a mi hija porque dieron a entender que tenía que aceptar todo, aunque esté en mal estado. El día 26 de agosto llegó el señor Claudio a decirnos delante de todos que nos vayamos, que allí no van a permitir que nosotros estemos reclamando por una comida”.
Las personas con las que Nayeli tomó contacto, y que prefieren quedar en anonimato para este reportaje, ya venían advirtiendo de algunas complicaciones en el manejo interno del albergue. Después, recibirían otro testimonio, nuevamente en audio, donde la ciudadana cubana Mónica Candano confiesa también haber sido expulsada del recito con lógicas similares a las de Nayeli, aunque con un nuevo personaje.
“Fue José Silva quien nos mandó a salir del albergue de Recoleta mandado por Claudio Espinoza y lo hicieron simplemente porque nos quejábamos mucho, según ellos. Yo no me quejaba, solamente pedía que me dieran alimento para mi guagua, que me dieran agua porque la de allí parece que estaba sucia en la cisterna y le hacía daño en la guata”, señala el registro.
Este medio se comunicó con ambas personas para corroborar la veracidad de los testimonios, recibiendo respuesta solo de parte de la mamá de Nayeli, Laura Horna. Desde Perú, ella, con su hija al costado, se reafirma:
“Claudio Espinoza nos trató muy mal, y yo solo había reclamado por el puré que le dieron a mi nieta, pero el señor no tuvo contemplaciones conmigo. Lloramos, le rogamos, pero no hizo caso. Fue tajante”.
El mismo día, 26 de agosto, una de las voluntarias del albergue recibió en su teléfono una fotografía de Laura, Nayeli y su hija ya detrás de las rejas del colegio y con las maletas en el suelo. El autor era el conserje del local. En letra cursiva y de color fosforescente escribió encima: “Adiós”.
El albergue
A inicios de junio, en plena crisis por el coronavirus y próximos al inicio del invierno, la Municipalidad de Recoleta puso a disposición tres colegios de la comuna que servirían como albergues para diversos colectivos de migrantes que se encontraban acampando en la intemperie frente a sus consulados. Uno de estos locales correspondía al colegio República de Paraguay, y en el que el profesor de educación básica y supervisor de la unidad de aseguramiento de la calidad de la Dirección de Educación de la municipalidad, Claudio Espinoza, quedó a cargo.
En paralelo, José Silva, abogado de profesión y cercano a la comunidad cubana por la nacionalidad de su actual pareja, dice haberse enterado por Internet de la situación de diversos grupos de cubanos que buscaban algún tipo de albergue debido a los problemas económicos que enfrentaban a causa del COVID-19. Habló con el alcalde de la comuna, Daniel Jadue, entonces; consiguió recibir en un principio a no más de 10 migrantes cubanos, y se convirtió, según dice, en la cara de este grupo frente a la coordinación del albergue.
“Yo nunca entendí cuál era su función”, señala en conversación con nuestro medio el director de Educación de la municipalidad de Recoleta, Adrián Pérez. “Él nos trajo a los cubanos seguramente en un sentido de caridad y contó con Recoleta porque estamos abiertos a ayudar a todo el mundo. Bueno, y esto es una de las cosas que uno vive cuando está abierto a ayudar a todos”, remata.
En su momento, según Medina, los albergues de toda la comuna llegaron a recibir a 1500 personas, entre peruanos, bolivianos, haitianos y cubanos. Espinoza, precisa Silva, ha recibido incluso las felicitaciones de muchas de estas embajadas por su apoyo a los migrantes en medio de la pandemia. ¿Cómo se pasa entonces de esto a dos testimonios por expulsiones en plena crisis y que parecen quedar en el olvido?
Vladimir Estela, un cubano que fue parte de uno de los últimos grupos de albergados que llegó al República de Paraguay, se enteró de estos casos a través de los mismos audios entregados a este medio por las voluntarias del lugar. Eran días, dice, en los que se sentía engañado tanto por Silva como por Espinoza, por un supuesto vuelo humanitario que los devolvería a él y a los otros 22 albergados a su país definitivamente, y que, al no concretarse, impactó directamente en su salud emocional.
Sumado a esto, Vladimir afirma que las condiciones en las que vivían en el albergue no eran para nada las adecuadas, y que en muchas oportunidades el encargado del lugar, Claudio Espinoza, les amenazó diciéndoles que, si no les gustaba, se tenían que ir.
Entonces, Estela se armó de valor un día y realizó una publicación en un grupo de Facebook de la Comunidad Cubana en Chile, emplazando a Espinoza y a Silva de la expulsión de Mónica Candaro.
“Ellos me llamaron (José Silva y Claudio Espinoza) y me amenazaron diciendo que me van a sacar del albergue, que me iban a hacer una demanda si no retiraba lo que publiqué, y lo retiré para calmar las cosas (…) lo que publiqué fue que votaron a una cubana con su niño para la calle y que el testimonio de ella señala que ellos fueron los responsables, sin tener en cuenta que era época de frío y que solo reclamó por la comida para su bebé”, confiesa Vladimir al teléfono.
José Silva guarda el pantallazo de una publicación en la que posteriormente Vladimir se rectifica de lo que había señalado anteriormente. “No lo amenacé, es un hecho real que lo voy a demandar por calumnias e injurias”, dice en su defensa.
Mónica Candano decidió restarse de entregar su testimonio.
El abandono
Claudio Espinoza también se comunicó con nuestro medio para dar cuenta de que, si bien está al tanto de lo ocurrido, no se referirá públicamente debido a que existe un sumario de investigación abierto por la Municipalidad de Recoleta.
Adrián Medina, su jefe directo, señala sobre el caso: “En principio, no somos policía, somos educadores. Más allá de ver quién tenía la responsabilidad y si era verdad lo que se dice de este funcionario, nosotros decidimos levantar un sumario y hoy día está operando. No puedo decirte si es verdad o mentira, lo que sí puedo decir es que se está investigando”.
Sin embargo, las denuncias por lo vivido en el albergue continúan apareciendo a través de otros testimonios que aseguran que, pese a que Claudio Espinoza ya no se encuentra a cargo del albergue, los sucesos irregulares existieron tanto con él como con la nueva administración.
Armando Reyes, por ejemplo, de 67 años, el mayor de todo el grupo de migrantes cubanos ahora trasladados al colegio Marta Colvin de la misma comuna, se refiere así a la gestión de Espinoza en el República de Paraguay.
“Nos amenazaba diciendo que al que no le gustara que se vaya, que la puerta era ancha. Nos bajaba en la mañana, con el frío que había en el patio, y no se podía subir al albergue hasta las 6 o 7 de la tarde. Un día, juntó a todos los cubanos en dos aulas, habiendo aulas vacías, nos metió a todos juntos a dormir ahí. Creo que fue una humillación bastante grande para todos nosotros”.
Yanira Ferrer, embarazada actualmente, prosigue:
“Yo llegué hace poco acá y tengo problemas de tiroides, tengo que ser atendida urgentemente porque esto me puede generar un aborto. Es cierto, aquí vinieron los médicos, pero me dijeron, tú sabes que aquí la medicina es cara, hay que ver que se puede hacer por ti. Todavía estoy esperando, no he sido atendida, se me están hinchando las manos y eso me causa miles de problemas”.
En búsqueda de respuestas
Pese a que Silva afirma que este tipo de denuncias no son compartidos por toda la comunidad cubana en el albergue, existe un documento firmado en conjunto y que aseguran haber enviado directamente al número del alcalde Daniel Jadue. Se trata de una carta de puño y letra en la que dan cuenta de todas las vulneraciones que dicen haber sufrido. El texto, ininteligible en algunos fragmentos, señala cosas como:
“Con esta carta queremos dejar a su efecto lo anteriormente mostrado, ya que hemos sido víctimas de maltratos psicológicos por parte de este señor, Claudio Espinoza (…) confiamos en que usted hará lo correcto como alcalde, a quien reiteramos nuestro agradecimiento”.
Allí mismo, por ejemplo, se señala que en algún momento como comunidad respaldaron prácticamente obligados la gestión de Claudio Espinoza debido a las expectativas que tenían de su parte respecto de un vuelo humanitario a Cuba; un vuelo que, si bien Adrián Medina como José Silva aseguran se trataba de una posibilidad real, fue el propio consulado cubano el que advirtió de la imposibilidad de regreso para al menos 9 de las 23 personas albergadas en Recoleta.
Sin embargo, este limbo de falsas expectativas, según una de las psicólogas voluntarias del albergue y que prefiere mantener en secreto su identidad es justamente lo que ha afectado la salud emocional de los demandantes.
“Tienen problemas de salud severos, taquicardia, ansiedad y no pueden dormir. Lo sé porque les dije que podría tener consultas psicológicas con ellos, así que separáramos un horario y me di cuenta de que no estaban bien. Se les veía muy deprimidos”, asegura.
José Silva, por su parte, manifiesta que la disposición de albergar a este grupo de personas debería tener un límite, y que ya con el desconfinamiento de la ciudad, la iniciativa podría haber terminado, dado que no existe ningún tipo de obligatoriedad para hacerse cargo.
“Hay cubanos que han entendido que el albergue es un tema voluntario, que nadie les va a alimentar por cinco meses gratis sin trabajar. Ahora ya las fases del virus ya están pasando y ellos ya tendrían que estarse retirando incluso hace un mes atrás. El colegio República de Paraguay me informan que se va a cerrar porque lo van a ocupar por las elecciones. Yo creo que ahí debió terminarse el albergue”, expresó.
Respecto de la acusación de expulsión por el caso de Mónica Candaro, él mismo descarta cualquier contacto con ella para siquiera informarle que sería expulsada, pero sí asegura que los motivos tuvieron que ver con maltratos de su parte para con el personal voluntario del área de cocina, además de otros incidentes que daban cuenta de que dicha persona sí tenía los medios para arrendar un espacio.
Por investigación de este medio se sabe que una de las psicólogas voluntarias del albergue presentó antecedentes sobre este caso al alcalde Jadue vía mensaje de correo, y que, a esto, además, se suma la intervención de parte del Instituto Nacional de Derechos Humanos, quienes ya se contactaron con la encargada de la oficina de Migración de la municipalidad, Delia Curahua, para insistir en una correcta investigación de los hechos y dar pronta solución a las demandas de los albergados.