Gabriela Cabezón Cámara: "Estamos viviendo en un mundo que está muriendo"

La autora, finalista del Booker Prize 2020, se refirió a la crisis sanitaria, a su escritura bajo pandemia y a sus procesos creativos en torno a obras como La Virgen Cabeza y Las aventuras de la China Iron. La escritora argentina participará este domingo 20 de diciembre en una conversación organizada por La Furia del Libro.

La autora, finalista del Booker Prize 2020, se refirió a la crisis sanitaria, a su escritura bajo pandemia y a sus procesos creativos en torno a obras como La Virgen Cabeza y Las aventuras de la China Iron. La escritora argentina participará este domingo 20 de diciembre en una conversación organizada por La Furia del Libro.

Ante la pandemia, la escritora argentina Gabriela Cabezón Cámara (52) debió confinarse en su hogar de La Plata. Desde allí observó con desasosiego cómo el COVID-19 instauró un manto de muerte e incertidumbre en cada uno de los rincones del planeta. 

Algunas de estas percepciones fueron plasmadas en la antología El futuro después del COVID-19 que reunió reflexiones de figuras como Rita Laura Segato, Beatriz Sarlo y Diana Maffía. Allí, la autora detrás de títulos como La Virgen Cabeza (2009) y Le viste la cara a Dios (2019) plasmó un relato crítico y lúcido de la contingencia.

“Nos dicen que si salimos nos morimos. Pero si no salimos también, camaradas. Tres nenitos wichis se murieron de hambre este fin de semana, como murieron sus ancestros, víctimas del saqueo más atroz, del genocidio más incesante. Vivimos sobre un cementerio y vamos, no como individuos sino como especie, a otro”, escribió la autora en dicha recopilación. 

No obstante, en este contexto, la autora también fue finalista del Booker Prize 2020 por la novela Las aventuras de la China Iron (2017), texto que presenta una relectura descolonizadora y feminista del El Gaucho Martín Fierro. 

“Cuando pensé este libro tuve una sensación de alegría y luminosidad. Tal vez esta novela es el texto más luminoso y feliz que he escrito”, dice la escritora y periodista, quien participará en una conversación organizada por la Furia del Libro el próximo domingo 20 de diciembre.

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¿Cómo estas sensaciones vinculadas a la muerte y la pandemia han sido incorporadas a tu escritura en este periodo? 

He podido escribir, pero textos de coyuntura. En general, la mayor parte de estos textos hablan del cambio climático, del avasallamiento que han hecho en el mundo sobre la naturaleza y cómo este mundo, aparentemente, pasivo y dominable, está empezando a destrozarnos. 

¿Qué pasa con la ficción? 

Tuve que dejar lo que estaba haciendo y empezar a pensar en esta otra cosa. 

En la antología El futuro después del COVID-19 planteas la imagen del capitalismo tirano. ¿Cómo ves la búsqueda de dignidad en este contexto?  

Estamos viendo la extrema desigualdad y la extrema crueldad en cuestiones como el acceso a las vacunas. Ninguna nación africana tiene acceso a ninguna vacuna todavía. No sé cómo está el tema en el resto de Latinoamérica, pero esas vacunas deberían ser de dominio público, global. Eso da una idea de cómo estamos. 

Pareciera que se abre un nuevo ciclo súper difícil de enfrentar también… 

Es muy difícil, porque la desigualdad aumenta y los ricos son cada vez más ricos y la mayor parte del planeta es más pobre. 

En Argentina, ¿cómo esto se ha ido evidenciando en las calles? Aquí esto se ha traducido en campamentos que ya no están solo en el margen..

En Buenos Aires eso estaba pasando hace mucho. Hay mucha gente viviendo en la calle. Es desgarrador. Es inhumano para las personas que viven en esas condiciones y para los que pasamos al lado y podemos hacer muy poco. Nos deshumaniza. Es horrible. Donde vivo lo que hay más son tomas de tierra, porque un montón de gente que antes pagaba un alquiler ya no lo puede pagar y los trabajos informales son la mayor parte de los que hay. Se supone que después de los últimos 4 años de Macri veníamos con los niveles de pobreza muy altos y hoy durante la pandemia el 60 por ciento de los niños son pobres. Es muy tremendo, trágico. Ojalá que nos sirva para unirnos y  luchar por una vida digna para todo lo que vive, para las personas, para los animales, las montañas, los árboles y los ríos. 

En este contexto la virtualidad ha sido una de las principales formas de interacción, ¿cómo te relacionas con esto? ¿Ha permeado tu escritura? 

No sé si permea tanto. Trato de que no, aunque depende. Alguna parte de mi escritura se ha vuelto más fragmentaria, más rota, dislocada o con asociaciones más aleatorias como las que terminan pasando cuando uno está navegando en la Web. De todas maneras, prefiero estar en tensión con eso y no entregarle la cabeza a los programadores de las plataformas. Prefiero resistirlo. Este año, eso se volvió tan insoportable que terminé dejando Twitter y Facebook. Me quedé solo con Instagram, porque me gusta sacar fotos y ver fotos de otros. Pero terminé un poco saturada, como me imagino que estamos todos. La virtualidad te hace sentir que conoces a un montón de gente y que interactúas con un montón de gente, lo que es un delirio. Cuando la virtualidad es la única ventana al mundo, las cosas que parecen obvias dejan de ser obvias y a mi me hace daño. Creo que a todos, pero no voy a hablar por todos. 

Uno de los grandes problemas son estos algoritmos que terminan modificando las conductas … 

Y la fragmentación y dispersión, como si te capturaran algo de la cabeza. Yo prefiero que me capturen la menor parte posible.

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Respecto de Las aventuras de la China Iron, ¿por qué decidiste realizar esta relectura del Martin Fierro?

No sé por qué.  Las personas no tenemos tanto dominio ni necesariamente tanta racionalidad de las cosas que empezamos a hacer. Pero me habían dado una beca y estaba en Berkeley. No tenía nada más que hacer que vaguear todo el día y estaba muy cerca de la naturaleza. Todo lleno de ardillas y parques. Estaba muy divertida y leyendo mucha gauchesca, porque lo único que tenía que hacer era dar un taller de escritura creativa en la universidad y, mientras estaba tan contenta y con tanto ocio, que el ocio es algo tan necesario y tan difícil de alcanzar, se me ocurrió. Me dije, al mundo de la gauchesca le hace falta una mirada de mujer y pensé en lo divertido de escribir este mundo desde el punto de vista de una chica.  

¿Cómo la figura de la China Iron se inserta en la escritura latinoamericana en el sentido descolonizador? 

No sabría responderte eso. Me parece que lo debe pensar alguien del área crítica. Yo no sé por qué escribo cada cosa que escribo. Pero puedo decir que cuando fui al colegio lo que nos contaban era que nosotros venimos de los barcos, como si acá hubiera habido un vacío y un montón de indios inútiles. Era como si Argentina fuera parte de Europa, no de América Latina y para mi fue muy hermoso, muy conmovedor y bastante forzado, recorrer todo el camino que significó romper esa relación fantasiosa provinciana y completamente colonial de Argentina con la metrópoli. Esa fantasía del país blanco es una basura. Para qué quieres ser un país blanco. Mira a dónde nos llevó, mira cómo estamos. En lo personal, tuvo una revelación muy hermosa, ya que no sabía que el abuelo de mi abuela era guaraní. Estoy muy encantada con esa revelación, no porque piense que la sangre porte nada, sino porque, casualmente, yo amaba el territorio guaraní y lo que sé de la cultura. 

¿Cómo surge la voz de Cleopatra, este personaje travesti de La Virgen Cabeza? 

Estaba escribiendo una novela más paranoica, una novela distópica, una novela en la que los Estados- Nación habían desaparecido y un día me senté a escribir y me apareció esta voz, este personaje, y enseguida la amé, porque, en gran medida, es un homenaje a una amiga travesti que tuve cuando éramos adolescentes las dos, solo que ella nunca dejó de ser adolescente porque la mataron. Era muy difícil ser travesti en Argentina hace 35 años. Recuerdo ir por la calle con mi amiga y que nos tiraran botellas y a mi nadie me tiraba botellas cuando iba sola y mira que yo tenía un aspecto bastante disidente para decirlo en términos contemporáneos. Era muy difícil. Nos paraba la policía porque el mero hecho de ser travesti era un delito, ibas a una cárcel de varones y eras una adolescente trans de 16 años. Para no ser detenidas eran violadas por la policía, toda una especie de desgracia infinita y ellas eran personas con un sentido común impresionante. Inventaban palabras todo el tiempo, tenían una relación con lengua súper creativa, poderosa, y me quedé muy enamorada de todas ellas. Después, fue pasando la vida y a se me apareció este personaje y lo amé apenas apareció, porque tiene mucho que ver con mi amiga. 

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¿Cómo fue el proceso de escribir ficción, pensando que este libro, La Virgen Cabeza, no se publica hace tanto tiempo?

Siempre escribí ficción. Lo que pasa es que carecía de la fuerza para terminar lo que empezaba a escribir. En un momento tuve la fuerza, también mi vida laboral y de vivienda se ordenó. Conseguí un buen trabajo y en la medida que eso me permitió ordenarme un poquito, también pude llevar adelante los textos que empezaba. 

¿Cómo dialoga el periodismo con este proceso de escritura de ficción? 

Depende. Ahora, cuando hago periodismo, que no sé si es periodismo, porque son más bien artículos de opinión, tiene una relación muy armoniosa. Cuando hacía periodismo industrial, de grandes medios, la relación era de tensión constante, porque en los medios grandes hay un manual de estilo y tienen una ficción del lector al que se dirigen muy precisa. Tienen una idea de la sintaxis que debe tener cualquier texto, su propia línea editorial, que viene a ser como la línea de negocio y que determina la ideología. Yo estaba en tensión constante con eso. No me gustaba nada. 

Sobre la búsqueda del lenguaje, ¿cómo fue el llegar a construir la sonoridad que está presente en tu propuestas? 

Tal vez por un problema o una virtud. Una cuestión de no haber entendido nunca que tenía que haber una separación entre prosa y poesía. Nunca entendí eso. Puedo leer cualquier cosa, pero a la hora de escribir, sino participa de algún modo de la lírica que es propia de la lengua cuando se la deja fluir, no me hace sentir viva. No me interesa hacerla yo. 

¿Cómo percibes la visibilidad que tienen las escrituras de mujeres en Argentina? 

Es un momento excepcional, porque es un momento que no tiene patrones. Hay grandes líneas como la de autoficción. Diría que esa es una línea importante, pero después hay mucha dispersión, muchas formas distintas. Me parece muy hermoso y si hay muchas cosas en común tal vez no las puedo ver, porque estoy muy adentro, pero veo mucha diversidad y riqueza.

¿Algún tema en particular que te interese escribir en este minuto? 

Estamos viviendo en un mundo que está muriendo. Probablemente surja algo nuevo, pero ahora está muriendo. Me interesa eso. Hay una cierta extinción en marcha. Nosotros mismos estamos acorralados por un bichito que surgió del acorralamiento de la vida animal. Se están derritiendo los glaciares, los incendios este año fueron una locura, lo que está haciendo Bolsonaro en la Amazonía… Estamos en un mundo en el que todos los días sabemos de extinciones. Así como hace 200 años todos los días se descubría una nueva especie, ahora todos los días se muere una nueva especie y es bastante impactante. 

¿Cómo vislumbras la etapa que se inicia una vez superado el virus? 

Haciendo alianzas. Las partes diversas de los pueblos con las partes diversas de los pueblos.





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