Exposición SOPLO, de Ernesto Neto
Ernesto Neto, autor de la exposición SOPLO, es un artista contemporáneo brasileño dedicado a la escultura desde hace casi treinta años. En esta ocasión, nos trae una exposición retrospectiva que consiste en una colección de más de ochenta obras, que abarcan desde sus primeras obras experimentales, hasta uno de sus proyectos más actuales, la colección Flying Gloup Nave (1999). Actualmente se encuentra en el Centro Cultural La Moneda donde se puede asistir bajo las restringidas medidas sanitarias.
Flying Gloup Nave corresponde a una serie de esculturas producidas en tul de lycra, poliamida, poliéster y condimentos. El enfoque de esta exhibición nace a partir de una experiencia muy personal de la vida del autor y su interés por la astronomía y la naturaleza. Así, la colección, adquiere elementos de ambos conceptos, construyendo en la inmensa espacialidad que ofrecen los museos, la disposición de diversas esculturas que encarnan una nave hecha de tul de lycra o tejidos, que nos lleva a la recreación de un nuevo planeta. De esta forma, el espectador encarna el rol de un astronauta durante el recorrido.
Reconstrucción social, florear trascendental, descubrimiento sensitivo, inconsistencia moral, antagonismo personal, resistencia cultural. Los trabajos de Neto están enfocados esencialmente en la participación colectiva y en la interacción entre el espectador y la obra. La mirada que nos comparte el autor recae en un marco que pone en crisis y cuestiona la formalidad del arte que conocemos, invitándonos a integrarnos con el resto para tener una experiencia estética que nos remueva y nos libere de forma natural. Para esto, trabaja con especias, entre ellas cúrcuma y clavos de olor, presentes durante la elaboración de estas estructuras en forma de nave que brindan la posibilidad de habitarlas. El objetivo de Neto en esta exposición es el reencuentro con el otro, fomentando la colaboración entre los asistentes para conocer y sumergirse completamente en la exhibición.
Victoria Calfui, estudiante Facultad de Artes de la Universidad de Chile.
Miniserie de Netflix: Gambito de Dama
Mujeres que todo lo pueden, hombres que no valoran lo que tienen, botellas destapándose y abriéndose al mundo tal como el peón de la reina en el gambito de dama; burbujas de gas explotándole en la cara al mundo, la oscuridad aferrada a los muros, pastillas y tragos, ojos separados y preciosos, autos que siguen su camino o que algo los encuentra en él; niñas blancas adoptadas, niñas negras sin padres, sonidos de caballos saltando, de reyes con miedo y de reinas que hacen lo que quieran. Pisos rechinantes, orfanatos llenos, tantas salidas de la vida como las del ajedrez, ansias por morir haciendo lo que quieres y por morir haciendo nada. Sonidos de piezas sobre el tablero, asientos vacíos, mentes llenas, establecimientos decadentes y palacios lujosos. Rusos contra estadounidenses, guerra fría, tan fría las calles de Moscú, como la cabeza de los rusos al jugar, táctico, mesurado, neutro, técnico, callado.
Pieles morenas y blancas que se aman, huérfana y viejo conserje que también; ajedrez de hombres jugado y ganado por niñas, mundo de hombres sometiendo a mujeres, hombres que no pueden vivir con tanto orgullo dentro porque ya no cabe, tanto orgullo que se transforma en desprecio y que como no cabe en sus adentros, lo expulsan. Mujeres ebrias para evadir los malos tratos, para olvidar su estado de cautivas en sus propios “hogares”, cautivas por el “amor”, por la gente, por los vecinos, por el qué dirán, por la familia.
Autos que se devuelven por donde vinieron, cosas que no cambian y nunca lo harán, cosas que sí, vidas que pasan en siete capítulos, cincuenta minutos que pasan lentos como tres días de pandemia. Casas que recuerdan, pastillas para olvidar, cosas que se olvidan, cosas que nunca se van.
Todo y más tiene Gambito de Dama, la miniserie de Netflix estrenada el 23 de octubre de 2020, creada por Scott Frank y Alan Scott, dos grandes guionistas reconocidos. El primero, que también es el director de la fantástica serie, fue nominado a los Oscar en dos ocasiones. La serie, basada en la novela de 1983 de Walter Tevis, es protagonizada por Anya Taylor-Joy, la espectacular actriz argentina-inglesa-estadounidense de renombre mundial, la cual si bien ha protagonizado buenas películas, tales como “La bruja” y “Fragmentado”, en esta mini-serie desempeña uno de sus mejores papeles hasta la fecha, según muchos y según la misma actriz. Aunque Anya hace un gran trabajo personificando a Beth, la protagonista de la serie, y sin duda es su papel el más destacado, Isla John, joven de 15 años británica, no se queda atrás representando a Beth en su infancia y deja la vara bastante alta a Anya y a las demás actrices y actores.
La miniserie consta de una temporada de siete capítulos de aproximadamente cincuenta minutos cada uno. Y por si parece poco, los creadores de la serie ya manifestaron públicamente que no habrá más capítulos ni temporadas, a pesar de la buena reacción del público.
En definitiva, la nueva serie de Netflix está dando que hablar, a pesar de que muchos podrían pensar que por su temática centrada en el ajedrez no gustaría tanto a los jóvenes. A pesar de algunas críticas que ha recibido diciendo que la historia se desencadena sin conflicto grave, para mí, el gran conflicto es el de una mujer tratando de surgir en un mundo de hombres como lo es el mundo en el que vivimos o, como me gustaría pensarlo, lo era.
Por cierto, ya compré mi tablero.
Pablo Gómez, estudiante Facultad de Artes de la Universidad de Chile.