“Ahora es el momento de ser agresivos”, dijo hace unos días el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, en una conferencia con funcionarios de carreteras estatales y locales. Los dos predecesores de Biden tenían metas ambiciosas para reconstruir la infraestructura del país, pero ambos dejaron el cargo habiendo progresado menos de lo que prometieron. Además, la crisis energética en Texas de principios de este año que dejó a millones de personas necesitadas de agua y electricidad, ha subrayado la urgencia de mejorar los viejos cimientos estructurales de la nación. 20% de las carreteras está en malas condiciones, y muchos aeropuertos obsoletos, la falta de calado de numerosos puertos no permite la entrada de buques grandes, decenas de millones de ciudadanos carecen de acceso a banda ancha de velocidad y el sistema ferroviario carece de la velocidad y seguridad del existente en Europa y China. Pero además, las plantas de tratamiento y tuberías deben ser renovadas en estados como Kentucky o Michigan donde la mala calidad del agua potable ya es un problema de salud pública.
“Nuestro sistema de mercancías se encuentra especialmente desfasado”, dijo de forma contundente y reiterada Biden a lo largo de su campaña electoral, quizá porque el Foro Económico Mundial ya catalogó a Estados Unidos en el décimo puesto de las economías avanzadas en cuanto a la calidad de sus infraestructuras.
Es por ello que Biden busca la fórmula de un gran impulso a las infraestructuras del país que vaya más allá de los paquetes de ayuda hasta ahora aprobados. Pero si bien el objetivo de abordar la infraestructura de Estados Unidos es bipartidista, los detalles no lo son. Eso incluye cuánto gastar, qué programas cuentan y, lo que es más importante, si se deben aumentar los impuestos para pagarlos. A menos que las partes puedan ponerse de acuerdo sobre cómo financiar un plan de infraestructura, Biden podría tener que tratar de impulsar otro paquete de gastos en expansión con solo votos demócratas. Las propuestas de la nueva administración pasan por invertir 45.000 millones de dólares en autopistas, vías y puentes, especialmente para garantizar la seguridad y el transporte de mercancías. También se quieren usar 3.000 millones de dólares anuales que mejoren las cadenas de suministro y la distribución, buscando mejorar la competitividad.
Así que se pretende empezar a trabajar revirtiendo los recortes de impuestos establecidos por la anterior administración, colaborando con organismos como la Organización Internacional de Aviación Civil (ICAO) y la Organización Marítima Internacional (IMO) para compartir tecnología, estableciendo alianzas tanto con empresas de servicios públicos como privadas y acudiendo al Crédito Fiscal para Nuevos Mercados.
Durante la campaña presidencial, Biden se comprometió a invertir 2 billones de dólares en infraestructura y energía limpia, pero la Casa Blanca no ha descartado un monto aún más alto.