Esta mañana se conoció el fallecimiento a los 80 años del destacado poeta Omar Lara Mendoza, quien además tuvo destacados roles en distintos ámbitos literarios, incluyendo la librería que sostenía en la ciudad de Concepción. Las referencias biográficas sitúan su nacimiento en Teodoro Schmidt o Nueva Imperial, por lo que solo puede sostenerse con precisión que es oriundo de la Araucanía.
Lara fue fundador y director de la revista literaria Trilce, bautizada en alusión al poemario de César Vallejo y al colectivo literario que funcionó en Valdivia durante la década del 60, bajo el alero de la Universidad Austral. Fundada por junto a Carlos Cortínez, en torno a la publicación se realizaron destacados encuentros de poetas en la ciudad sureña, donde fueron invitados los más representativos de la Generación Literaria de 1950. Otros integrantes del colectivo Trilce fueron Luis Oyarzún, Walter Hoefler, Juan Epple, Enrique Valdés y Federico Schopf.
El poeta ha conocido el reconocimiento de la escena literaria por obras como Serpientes (1974), El viajero imperfecto (1979), Fugar con juego (1984), Jugada Maestra (1998) y Voces de Portocaliu (2003). Luego del golpe civil-militar de 1973, partió al exilio en primera instancia a Perú y posteriormente a Rumania, donde aprendió el idioma local y posteriormente incursionó en la traducción de poesía de ese país al castellano.
Entre muchos importantes premios recibió el de la Casa de las Américas de Cuba en 1975, el Premio Internacional Fernando Rielo (1983) por sus trabajos de traducción, la Medalla Mihai Eminescu en Rumania (2001), la Medalla presidencial Centenario de Pablo Neruda (2004) y el año 2007, el VII Premio Casa de América, de España con su libro: Papeles de Harek Ayun.
Durante las últimas horas, dirigentes políticos, exiliados, artistas de distintas expresiones y especialmente poetas, libreros y organizaciones culturales han expresado su pesar por la partida de Lara y han destacado su contribución no solo en el ámbito de la creación, sino también de la difusión literaria.
SÁBADO EN PORTOCALIU
A Sola Sierra
La historia se detuvo en la puerta
De las ciudades de miseria
Bocas quemadas por el silencio
Cuerpos sitiados en el vacío
Polvo de huesos en el aire.
Hace frío en Portocaliu
Un frío de sábado solo
Los jóvenes desesperados
Bailan solos y desesperados
Una música desesperada.
Hace frío en Portocaliu.
Después de la lluvia las calles
Caminan al bosque sagrado
Adiós ángeles y milagros
Adiós relojes detenidos…
En los relojes detenidos
Están los signos de otros sueños
Las sombras irrecuperables.
La historia no deja pasar
El suave pelaje de los sueños
Los sueños no tienen destino
Son como un sábado en el aire.
La historia es todavía ajena
No sabe muertes ni abandonos
No sabe de lúgubres casas
Llenas de noches y quejidos.
Son muy extrañas esas cosas
Que a veces tomamos por ciertas
Y hay verdades aborrecibles
En el pozo de la memoria.
Son como vidrios empañados.
Pero alguien limpia los vidrios
Del mirador que da a tus ojos
Y atisbamos o quisiéramos.
Y la noche se mira en nosotros
Desvergonzadamente desnuda.