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Denuncian lobby internacional para distorsionar grave reporte climático de la ONU

El cambio climático que azota al planeta se debe, efectivamente, a la acción humana y las medidas acordadas para frenar el alza de las temperaturas no están dando resultados. La consecuencia directa es que en apenas 9 años más el aumento de 1,5°C en la Tierra será una realidad. Esto es, diez antes de lo que estaba previsto. Y, aunque cueste creerlo, hay países, grandes corporaciones y organismos internacionales que -en función de sus particulares intereses- están intentando que esta verdad no se conozca tal cual, minimizándola al menos, pese a que actualmente el alza en las temperaturas en comparación a la era preindustrial ya bordea los 1,1°C.

Luis Hernán Schwaner

  Jueves 21 de octubre 2021 16:24 hrs. 
cambio climático

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Gobiernos, empresas y organizaciones de diversos países están presionando a Naciones Unidas para que las alarmantes conclusiones a las que arribó el Grupo Intergubernamental de Expertos Sobre el Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés) en su informe científico a la ONU, dado a conocer al mundo a principios de agosto, sean, cuando menos, morigeradas en sus términos. Así lo denunció Greenpeace en Londres, ONG que tuvo la posibilidad de acceder a 32 mil documentos que dan cuenta de aquello. Éstos fueron filtrados a Unearthed, un grupo de periodistas de investigación de Greenpeace en el Reino Unido y ellos los compartieron con la BBC. Ahí estaban los resultados alcanzados por miles de científicos de casi todos los países del mundo (en el más importante informe al respecto desde 2014), los que causaron revuelo y preocupación internacional. El documento fue catalogado como una “alerta roja”.

Este indebido lobby que intenta lograr que el candente reporte se suavice y la ONU haga modificaciones a lo establecido por la ciencia, se conoce a sólo semanas de la COP26 que se efectuará en Glasgow, Escocia, cumbre climática organizada por Naciones Unidas para, justamente, lograr mayores acuerdos a nivel planetario que puedan contener el alza cada vez más aguda de las temperaturas sobre la superficie y tropósfera terrestres.

Como era de suponer, parte de tales presiones provienen de países productores de petróleo donde los combustibles fósiles son clave para sus economías y el poder político de sus élites. Por ejemplo, un consejero del Ministerio del Petróleo de Arabia Saudita solicitó eliminar frases como “la necesidad de acciones de mitigación urgentes y aceleradas a toda escala”. La monarquía absolutista de Riad también está pidiendo a los científicos del IPCC que borren de sus conclusiones esta sentencia: “el foco de los esfuerzos de descarbonización en el sector de la energía debe cambiar rápidamente a fuentes de carbono cero y activamente dejar los combustibles fósiles”.

Pero Arabia Saudita es sólo uno más en este lobby. Desde India, el Instituto Central de Minería e Investigación en Combustibles dejó en claro que, a su juicio, el carbón seguirá siendo allí la mayor fuente de producción energética. Se justician en que   cambiar su matriz energética para producir electricidad más barata resultaría “demasiado complejo”. En tanto, Australia demanda que el IPCC elimine la crítica al lobby que se realiza allí y en Estados Unidos en los debates sobre el rol de los combustibles fósiles en la emergencia climática.

Por su parte, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) habría pedido que se elimine aquella parte del informe que reza: “el activismo del lobby, protegiendo modelos de negocio extractivistas, evita la acción política”.

Por su parte, Argentina y Brasil también aparecieron en la filtración de los mencionados documentos. Ambos países argumentaron en contra de la evidencia científica que afirma que se debe reducir el consumo de carne para rebajar la emisión de gases de efecto invernadero y que las dietas basadas en vegetales pueden ayudar a reducir hasta en un 50% dichas emisiones. Mientras Brasil asevera que aquello es incorrecto, ambos países solicitaron borrar las referencias a dietas con vegetales, así como las que consideran que “la carne es un alimento alto en carbono”.

Por su parte, la rica Suiza se niega a apoyar a los países más pobres. En 2009, la comunidad internacional había acordado apoyar con recursos frescos a naciones menos desarrolladas ante los embates del cambio climático. Ello, porque las naciones ricas son las que más aportan a la emisión de gases de efecto invernadero pero, por supuesto, pueden costear sus consecuencias.

Y como las malas noticias nunca vienen solas, en Brasil la pérdida de cobertura forestal se extremó con la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro al poder: un estudio calcula que entre 1985 y 2020 la selva perdió un 17% de su vegetación nativa, un área equivalente al territorio de Chile.

(Imagen de portada: un.org)

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