Desde el sábado 4 de diciembre, dos exposiciones de artistas mujeres llegarán al Museo de Artes Visuales (MAVI). Se trata de la muestra Ver y palpar de Magdalena Vial y la exposición Suelo de Francisca Sánchez.
Ver y Palpar se articula a través de dos ejes materiales en tensión y diálogo: madera y papel. Las obras en madera enlazan prácticas de pintura, escultura y grabado. A partir del tallado de grandes tableros de madera terciada, usando gubias, la artista construye una geografía dada por surcos e incisiones, rasgados y desbastes, que se organizan de manera rítmica generando grandes superficies de textura. La imagen se estructura a partir del bajorrelieve que deja al descubierto las capas de madera terciada que, por diferenciación cromática, componen un territorio simbólico asociado al paisaje. Las obras en papel son hechas usando el frottage, técnica que consiste en traspasar la textura de la madera tallada a una lámina de papel mediante el frotado con carboncillo que da cuenta de la superficie texturada de las obras en madera otorgándole así una segunda lectura al trabajo ya realizado. El proyecto de esta exposición obtuvo la primera mención honrosa en el Premio Fundación Actual MAVI 2018.
“Es interesante el proceso de transformación de un material que es empleado en el ámbito de la construcción (tableros de madera terciada) y que es simple, neutro y de carácter industrial, en un objeto que tiene una cualidad estética, espacial, rítmica que sugiere a través de la abstracción elementos del paisaje y superficies geográficas. Esa transformación siempre es variada y constituye una sorpresa y un riesgo. Una vez que se desbasta y se talla la madera no se puede volver a pegar, extraer el material no tiene vuelta atrás por lo que hay que estar muy atenta y saber trabajar en un estado de incertidumbre que oscila entre el arrojo y el riesgo, la determinación y la inseguridad, el cálculo y la improvisación”, señala la artista.
En ese sentido, a la expositora le interesa recuperar, a través de estas obras, la experiencia de lo táctil, que hoy en día se ha visto mermada producto de la pandemia que ha provocado menos interacción con lo corpóreo aumentando aún más la experiencia de la virtualidad a través de las pantallas. Esto ha sido algo muy práctico para seguir comunicándose, pero tiende a alejarnos de nuestros sentidos táctiles, de nuestra experiencia sensorial más primaria y esencialmente humana.
Mientras, Suelo surge primeramente de la curiosidad por ver el molde desaguado de la Laguna de Aculeo. Surge de la pregunta por ese espacio inédito e intenta dar cuenta de él desde las caminatas y cruces con el hacer artístico.
A partir de esas salidas a terreno, Francisca comienza a llamar a esta planicie: suelo, porque esta palabra nombra mejor la actual cara de la “laguna”. Este nombre a su vez se relaciona con sus trabajos previos, en los que excavar en el suelo es un modo dibujar y obtener esculturas vaciadas en dichos moldes. El diálogo entre las visitas a la laguna y las reflexiones del hacer del taller tienen eco en una serie de esculturas que alimentó su consciencia del movimiento y la continuidad de los espacios como el constante entrar y salir de un hoyo, llenar vertiendo dentro un molde o prolongar una estructura fuera de él. Las esculturas usan el suelo de textura, de contenedor, de soporte; asumen la escala del cuerpo y sus movimientos.
Cerca de la laguna de Aculeo, Francisca tiene su taller que define como una espacio de soberanía personal, en este lugar explica “no tengo que estar inventándome y reinventándome, está todo lo que necesito, no hay ingenio, una cosa lleva a la siguiente”.
Al mismo tiempo, que el suelo es entendido como una zona de actividad escultórica, sus materiales son usados para dibujar sobre papel, imágenes de gran formato fabricados con arena y tinta china que replican bidimensionalmente formas afines a las ensayadas por las esculturas expuestas en las salas del MAVI.
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