El servicio de pasaportes afgano fue cerrado poco después del regreso al poder de los talibanes, a mediados de agosto, lo que supuso la caída del régimen anterior apoyado por Estados Unidos. La oficina reabrió brevemente en octubre, pero el enorme flujo de demandas provocó problemas técnicos, lo que obligó a los talibanes a interrumpir las entregas al cabo de algunos días.
Naciones Unidas ha declarado que el hecho de volver a entregar pasaportes -y autorizar a los afganos a abandonar el país en momentos en que se cierne una grave crisis humanitaria sobre la población- será sin duda una prueba de la buena voluntad que asiste a los talibanes. Todo ello mientras el gobierno islamista reclama de la comunidad internacional el desbloqueo de los fondos que requieren con urgencia para reiniciar la economía y luchar contra el hambre, en medio de la inflación galopante, la falta de educación para las mujeres y de trabajo para los hombres.
En Kabul, la capital afgana, acaba de empezar el invierno y pese al frío glacial de la madrugada, una muchedumbre continúa esperando -ya desde hace dos días- ante la oficina de pasaportes. Para la mayoría la espera empezó la noche misma del domingo y de madrugada siguieron aguardando pacientemente, algunos en búsqueda de una opción para un tratamiento imposible de obtener en Afganistán, otros para huir del régimen islamista.
En el lugar, visiblemente tensos, los combatientes talibanes desplegados para mantener el orden intentan dispersar a los grupos congregados por horas a la entrada de la mencionada oficina. “No queremos un ataque suicida o una explosión”, advierte muy serio Ajmal Toofan, un combatiente talibán de 22 años a Efe, la agencia española de noticias. Es que el miedo es cosa viva entre ellos, porque todos tienen presente cuando la EI-K, rama local de la organización Estado Islámico (EI), mató a más de 150 personas en el sanguinario ataque de finales de agosto, cuando las multitudes se hacinaban en el aeropuerto de Kabul para subirse a los aviones estadounidenses intentando desesperadamente huir del país. “Nuestra responsabilidad aquí es proteger, agrega el soldado, con su fusil apuntando al suelo, pero al contemplar el desorden comenta: “…pero la gente no coopera, no hace la fila”.
Hay casos desgarradores. Mohamed Osman Akbari, de 60 años, tiene que viajar urgentemente a Pakistán para concluir allí una operación al corazón que en los hospitales afganos, carentes de todo, no pueden realizarle. Cerca de él, personas que se encuentran en grave estado de salud como para hacer la fila, aguardan en ambulancias. Es que una de las condiciones puestas por los talibanes a sus conciudadanos es que para obtener pasaporte tienen que estar presentes físicamente.
Uno de los muchos conductores de ambulancia, un joven de 21 años que se identifica como Muslim Fakhri, afirma que en el interior de su vehículo un hombre de 43 años permanece tumbado. “El paciente tiene un serio problema cardíaco”, agrega.
Pero entre los muchos que esperan bajo el seco frío invernal que cala los huesos, también hay gente joven o artistas que desean salir cuanto antes del país. Entre ellos está Mursal Rasooli, de 26 años, una joven que se muestra contenta con el anuncio de la entrega de pasaportes. “La situación aquí es de intranquilidad permanente” dice, mientras protege del cortante frío a su pequeña hija de tan sólo dos años. “Ahora, si la situación empeora, nosotros ya tendremos el pasaporte”, señala, comentando que su caso es catalogado como de reunificación familiar, pues su esposo debió irse a Irán ya que por meses no encontró trabajo en Kabul.
Por su parte Omid Naseer, con chaqueta de cuero y barba corta, quiere irse del país desesperadamente. Es músico. Desde “hace meses, desde que los talibanes llegaron al poder, no tenemos trabajo”, afirma. “Los artistas somos los más vulnerables, pero a nadie parece importale”, concluye.
Muchos se aprestan a pasar su tercera noche bajo el cielo negro y a la intemperie cuando, a la hora en que escribo este informe (16 horas en Chile, 23 horas en Afganistán), la temperatura en Kabul -según el reporte del Servicio Meteorológico local- es apenas de 2 grados centígrados.
El drama en Afganistán no concluye.
(Imagen de portada: Un cambista cuenta billetes el 20 de diciembre de 2021 en el mercado Sarai Shahzada de Kabul Mohd Rasfan AFP/ RFI)