Fabiola González, La Chinganera, dice que el confinamiento fue un periodo difícil de enfrentar. Sin embargo, advierte en este paréntesis un tiempo fructífero en términos creativos e introspectivos. Desde allí se desprendieron evaluaciones y reinvenciones que fueron cruciales para dar forma a su anhelado tercer disco: Hija Natural, álbum cuya producción estuvo a cargo del músico Pedro Villagra y que contó con colaboraciones de artistas como Jorge Coulón, Miguel Ángel Pellao, Evelyn Cornejo, Natalia de Triana, Angelo Pierattini, Juan Flores y Carlos Cortés.
Según comenta la cantora, este disco fue el resultado de un proceso que se prolongó por cerca de cinco años. En 2016 la compositora ya se había fijado la meta de escribir las canciones que, posteriormente, transitarían por temas sociales y biográficos, recogiendo con ello distintos ritmos y sentires de nuestro territorio.
“Esto empezó hace mucho. Era algo que me debía y que le debía al público que estuvo mucho tiempo a la espera del disco Hija Natural, porque yo lo había nombrado un montón”, comenta La Chinganera.
“Pero, al venir la pandemia, hubo un quiebre. Todos y todas nos tuvimos que reinventar en nuestro trabajo y creo que ese encierro nos llevó a una introspección súper difícil de mirarse y hacer ciertas evaluaciones. Ahí la primera evaluación que hago es que estaba al debe con este disco”, añade.
En específico, ¿qué fue lo que concretaste en la pandemia respecto de este disco?
Pedro hizo un trabajo muy interesante de maduración del disco en su orgánica y lo hizo en pandemia. Luego, la grabación en el estudio. Todo eso fue pandémico. De todas maneras yo escribí un par de canciones en la pandemia. Una de ellas: Velorio del angelito, que venía pensando hace un tiempo.
Después de tanto tiempo de encierro, ¿cómo fue ese reencuentro con los músicos que colaboraron en el disco?
Súper lindo, porque esto es una demostración de que la música y las artes son expresiones colectivas y que, independiente de que uno sea solista y que yo escriba mi canción, mis arreglos, me tome mis fotos, necesito del otro. Esto termina siendo un arte colectivo o una expresión colectiva, social. Cuando nos reencontramos, primero en la pantalla para ponernos de acuerdo en los textos y las partes que íbamos a cantar, colocamos en valor la necesidad que tenemos como seres humanos de estar conectados, porque en soledad no se puede. El arte es sumamente colectivo y eso fue lo más bonito de reencontrarnos, darnos cuenta de que nos necesitamos. Necesitaba de ellos para terminar este proceso y a ellos también les pone feliz que los invite a esta comunión.
Tú formas parte de una nueva generación de músicos que creció con la música de artistas como Jorge Coulon y Pedro Villagra. Para ti, ¿cómo fue trabajar con estos referentes?
Tengo vínculos súper poderosos con algunas personas que, al mismo tiempo, pueden ser referentes. Pero que yo llego a ellos por la admiración, el cariño que se va dando en el tiempo y logramos una comunión sumamente profunda. Con Jorge tenemos una amistad de mucho tiempo. Nunca se me había ocurrido cantar con él, porque tenemos una amistad de años en que nos escribimos décimas, analizamos la política. Somos amigos, aunque sé lo que significa su persona, su paso por la música y la historia de Chile. Eso lo tengo súper claro, pero son cosas que no se me mezclan. Para mí primero está esta relación con la persona. Ahora, miro para atrás y digo, qué lindo haber grabado un disco donde está Jorge Coulon. Son cosas impensadas. El disco también tiene todo un trabajo tímbristico que desarrolla mucho Pedro en Santiago del Nuevo Extremo. Ahí con Pedro se nos cruza una cuestión territorial también: los dos somos del Biobío y crecimos escuchando la misma música en distintas épocas. Estamos en una frecuencia súper común independiente de que seamos de generaciones muy distantes.
“Somos los hijos naturales de la cultura”
Hija Natural cuenta con ocho canciones muy distintas entre sí. Inicia con De qué se ríe, melodía basada en un poema de Mario Benedetti; y sigue con canciones como Cueca eléctrica, Cantora, Cueca larga de mujer y Arauco. Cuecas, ritmos del norte y música de raíz son parte de esta propuesta que, según comenta la compositora, tiene mucho que ver con la complejidad de nuestra cultura.
Hablemos de Hija Natural, ¿a qué alude este título?
He estado pensando mucho en las cosas que nos unifican como país, porque somos un país muy diverso y muy distante geográficamente. Nuestras culturas son súper opuestas. Si vas al extremo norte, te encuentras con la cultura chinchorro o la música andina, que es opuesta a lo que pasa en la Patagonia, siendo que estamos en un mismo país. Y hay un par de ejemplos que me parecen súper interesantes: la costurera, por ejemplo, es un oficio que nos une, no solamente desde los territorios sino que también en las distintas sociedades. En todas las sociedades existe o existió una costurera que era el sostén familiar o que era la costurera de las familias aristócratas, que quedó impresa en la historia de la familia. Ahí hay un personaje que unifica al país. Y la hija natural también es un personaje que unifica al país. En general, somos hijos naturales. Tenemos padres difusos, tenemos todo el mundo europeo encima, tenemos todo lo arábico, andaluz, los gitanos, tenemos los pueblos originarios, tenemos lo afro, que se ocultó por mucho tiempo. Entonces, el disco suena mucho a eso. No es de canto campesino, ni de música flamenca, ni de pop. Tiene mucho de raíz, harta cueca, hay canto a lo poeta, hay unos vals, hay música del norte, porque eso somos. Somos una mezcla de sonoridades, de timbres, de lenguas, de razas, de apellidos, de sangres. No somos puros. Somos los hijos naturales de la cultura.
Pero esta hija natural también es irreverente. ¿Qué te inspiró a trabajar con el poema de Mario Benedetti?
La primera canción es un poema de Mario Benedetti que musicalicé hace varios años cuando compré un libro en Cuba: lo abrí y me puse a cantar la canción. Me sopló la melodía y, obviamente, la quise poner numero uno en el disco, porque estamos viviendo tantas transformaciones sociales que no tenemos que olvidarnos como ha sido la política con nosotros como pueblo. No puede pasar así no más. Vivimos en un país desigual, lleno de injusticias y la memoria es súper importante. Estamos llenos de ministros como el que describe Benedetti y no sólo ministros, también ministras.
Pero, ¿cuánto de biográfico tienen estas composiciones? Te lo pregunto pensando en Cantora…
Cantora es sumamente autobiográfico. Hay una canción de un payador uruguayo que se llama José Curbelo que tiene una obra que habla de su historia. Me gustó mucho esa obra y me inspiré para escribir la mía. Cuando la publiqué, se la mandé inmediatamente y me mandó muchas felicitaciones: él estaba muy orgulloso de que yo tomara su idea. Yo tuve una infancia súper especial y quisiera que eso valiera. Que tenga un valor en este mundo tan inmediato y que le falta profundidad. La vieja escuela, a la que todavía pertenezco, está empujando eso. Entonces, quise poner esta canción, no solo para hablar de mi, sino porque hablar de la pobreza tiene mucho valor, hablar del origen, hablar de la vida rural, hablar de la ruta que uno tomó para llegar a ser quien es. Eso tiene mucho valor y quiero que quede, que se sepa, que se valore. En la familia también hay cosas folclóricas: el olor de tu casa, el olor de tu cocina, las conductas repetitivas de tu mamá. En este mundo neoliberal y capitalista, necesitamos de esas tradiciones orales.
Y la canción sobre Arauco…
Yo soy de allá. Partamos por ahí. Biobío y La Araucanía comparten un mismo territorio: el Wallmapu. Yo crecí en ese ambiente y de repente se empezó a destapar este movimiento pro mapuche, pero quienes crecimos en esa zona, nunca vimos alguna cosa diferente en nuestro entorno, en el campo, los vecinos, vecinas. Todo era normal. Y esa canción la escribió mi compañero Manuel Sánchez, y él, a su vez, tomó el “Arauco tiene una pena”. Por eso parte diciendo: “Arauco sigue con pena y aunque le sobra newen”. Es súper importante que digamos eso, porque los cantores populares, independiente del nivel en que estén de la industria de la música, se deben a la sociedad y es su deber traducir este tempo. Por eso somos cantores y no cantantes, estamos conectados con la sociedad y una de las grandes deudas que tenemos como país son los pueblos originarios. Para mí, un disco de un cantor o cantora popular no puede tener puras canciones de amor. No puedes tener puras canciones lindas que hablen de las cosas bellas y pasémoslo bien. El canto popular se debe a eso.
En ese sentido, ¿cómo ves el proceso de la Convención Constitucional?
Creo en las voluntades. Creo que cada persona que está ahí está por algo, quiere dar lo mejor y quiere que este país sea otro. Entonces, creo que va a venir un tiempo en donde vamos a tener lugar para que se escuchen nuestras necesidades, que es lo que hoy no pasa. Hay una injusticia de un lado y de otro. La nueva Constitución, más que cambiarlo todo, tiene que darnos las leyes que nos satisfagan. La nueva Constitución tiene que venir a darnos un espacio para poder reclamar, solicitar. Tiene que tener eso sino para qué.
Presentación
La Chinganera presentará el disco Hija Natural el próximo 28 de enero en el Teatro Regional del Biobío. El concierto tendrá una puesta en escena íntima y contará con invitados como Natalia de Triana, Jorge Coulon y Charly Benavente, entre otros. La actividad también contará con la participación de la intérprete en lengua de señas Johanna Llanquileo.
“Va a ser como invitarlos a mi casa. Voy a estar mostrándoles este disco y conversando con ellos. Tiene que ser cercano”, adelanta la compositora respecto de esta presentación.
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