Esta vez los comicios se llevan a efecto en medio de una fuerte subida en el precio de los alimentos y del combustible, una implacable sequía que ha sumido a millones en la hambruna y un profundo desencanto hacia la élite política. Aunque podría ser peor después de casi una década bajo la presidencia del autoritarista Uhuru Kenyatta. Con la preocupación latente entre un posible fraude electoral que ronda y el anhelo profundo por una transición pacífica del poder, más de 22 millones de personas se inscribieron para sufragar en unos comicios en que el vicepresidente y supuesto delfín del presidente, William Ruto, de 55 años, compite contra el veterano líder opositor Raila Odinga, de 77 años, el que ahora, sin embargo, ha sido respaldado por Kenyatta tras un sorprendente cambio de alianzas.
“Confío que la gente de Kenya tomará la decisión correcta que llevará al país hacia el futuro, y depende de todos nosotros respetar la elección”, declaró al votar en su bastión del valle del Rift el vicepresidente Ruto, quien se presenta como cercano a los pobres. Odinga, por su parte, esperará los resultados electorales en la ciudad de Kisumu, a orillas del lago Victoria, donde está su comando electoral central. Allí, los votantes ya formaban largas filas cuando todavía era de noche y aún no abrían los locales de votación, lo que ocurrió recién a las 6 de la madrugada, para mantenerse abiertas por 11 horas. Hasta ahora, los analistas sugieren que la victoria podría favorecer por estrecho margen a Odinga, otrora preso político y antiguo primer ministro, quien se presenta como candidato a presidente por quinta vez. En caso de que ninguno obtenga más del 50%, Kenya celebraría por primera vez en su historia una segunda vuelta para la elección presidencial.
Hasta ahora, la campaña ha transcurrido pacíficamente en contraste con comicios anteriores, pero se han consignado incidentes que generan incertidumbre sobre la Comisión Electoral (IEBC, en inglés), encargada de asegurar unos comicios libres y justos para las seis votaciones que comprende la presente elección: presidente, senadores, gobernadores, diputados, representantes de las mujeres y más de 1.500 funcionarios de condado. La incertidumbre proviene del hecho que ayer lunes el organismo denunció la detención de seis de sus responsables por haberse reunido previamente con diversos candidatos, así como por la anulación previa de cuatro elecciones a gobernador por haberse detectado errores en las papeletas. Ello, pese a que el presidente de la Comisión Electoral, Wafula Chebukati, ha puesto énfasis en dar garantías de que no dudará en tomar “acciones firmes” contra cualquier intento de fraude.
Luego, está el factor internacional, donde se sigue de cerca los comicios en este país considerado como el motor económico y foco de estabilidad y democracia en la altamente convulsionada África Oriental. También los dos principales candidatos han pedido una votación pacífica, pero persiste el temor de que el candidato que pierda impugne los resultados y que aquello provoque la violencia callejera que ya se vivió en 2007, saldada con más de 1.100 muertos, algo que se repitió de modo más o menos similar en 2017. En esas elecciones, Odinga cuestionó el resultado y la Corte Suprema acogió su reclamo invalidando los comicios. En el período que medió hasta el balotaje se produjeron fuertes manifestaciones opositoras reprimidas brutalmente por la policía, culminando con decenas de muertes.
Desde 2002, en cada elección presidencial, los resultados han sido impugnados. Para este año se prevé muy ansiosa la espera del resultado, la que puede dilatarse varios días. “Kenya vota, África Oriental contiene el aliento”, fue el titular de portada hoy en el diario regional ‘The East African’. Si gana Odinga, su compañera de candidatura, Martha Karua, se convertiría en la primera mujer en ocupar el cargo de vicepresidenta en la historia de esa nación. No obstante, no hay diferencias apreciables en la línea gruesa de los programas de los dos favoritos: ambos se han comprometido a solucionar la grave situación económica en un país dañado por el coronavirus y la inflación, así como a negociar la portentosa deuda soberana de 70.000 millones de dólares que lo aqueja y a atacar la corrupción que descompone todos los niveles de la sociedad.
Finalmente, valga decir que también se presentan al cargo los abogados David Mwaure y George Wajackoyah, este último un excéntrico y reconocido ex espía que quiere legalizar la marihuana. Pero ambos se sitúan muy lejos del dúo que ya se perfila como ganador.