Está ya en pleno funcionamiento la llamada Comisión de Convivencia Universitaria de Salud Mental, cuya finalidad es detectar los principales problemas que aquejan a los alumnos y adoptar las medidas que permitan enfrentar esos obstáculos, guiándolos y con apoyo especial.
Un estudio sobre salud mental en universitarios, realizado a mediados de 2020, con entrevistas a 5.037 estudiantes mayores de 18 años que cursaban diferentes carreras en Santiago, reveló una alta prevalencia de estrés (54,6% de los encuestados), de ansiedad (37,9%) y depresión (37,1%). El trabajo, realizado por investigadores de las universidades de los Andes y de Talca, y del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay), también mostró que un tercio de los alumnos (32,5%) presentaba insomnio y el 20,4% riesgo suicida.
La puesta en marcha
En julio pasado se formó la Comisión de Convivencia Universitaria de Salud Mental que agrupa a las 30 universidades pertenecientes al Consejo de Rectores (CRUCh) y durante la jornada de ayer se lanzó esta iniciativa que será encabezada por la rectora de la Universidad de Chile, Rosa Devés, junto a la rectora de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Elisa Araya, y el rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez. Representantes de otras casas de estudio conforman también la comisión.
La rectora de nuestra casa de estudios, Rosa Devés, señaló que “el quehacer académico debe fundarse en una comunidad cohesionada, tranquila, motivada y segura. Por ello, el estímulo al trabajo bien hecho debe ir asociado al apoyo y al cuidado para que todos y todas puedan desplegar su potencial y cumplir con sus funciones con excelencia y compromiso”. Agregó que “preocuparnos colectivamente del bienestar de nuestra comunidad, especialmente de nuestros y nuestras estudiantes, es uno de los principales desafíos en la actualidad’.
Vianca Vega, directora de la Dirección General Estudiantil de la misma institución, indicó que “desde el año 2020 se ha evidenciado un incremento en la demanda de acompañamiento psicológico por parte de los alumnos. A modo de ejemplo, el año 2019 se realizaron 3 mil 158 atenciones, mientras que el 2020 fueron 4 mil 510 y el 2021, 7 mil 583”. Además, explicó que las principales consultas están asociadas a síntomas de ansiedad y estrés.
Según Viviana Guajardo, directora de Salud Estudiantil de la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios de la Universidad de Chile, esas patologías se asocian, además, a licencias o interrupción de los estudios. “Muchos de estos estudiantes requieren reposos académicos prolongados por motivos de salud mental. Aproximadamente, un 20% de los estudiantes requiere este tipo de certificación”.
Por su parte, la directora de Bienestar y Desarrollo Estudiantil de nuestra casa de estudios, Pamela Díaz-Romero, señaló que “uno de los desafíos más grandes en la interacción con la salud mental tiene que ver con el rol de las universidades como factores protectores, es decir, que sean capaces de instalar una cultura de promoción y prevención de la salud. Es un trabajo incipiente, pero nos compromete muchísimo, en el entendido de que la condición de estudiante es transitoria. Tenemos el deber de formar ciudadanos y ciudadanas activas, responsables de su propia salud”.
La salud mental es prioritaria
El lanzamiento de la Comisión de Convivencia Universitaria de Salud Mental, contó con la charla del Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2022, Dr. Ricardo Araya, quien en su intervención se refirió a la salud mental de estudiantes universitarios/as, señalando que es prioritario dar atención en este ámbito junto a abordar la creación de la Comisión de Salud Mental y Convivencia perteneciente al Consejo de Rectores. “Esta iniciativa es de gran importancia. Todo lo que se haga por los jóvenes es de gran relevancia”, dijo, agregando que “el futuro está en las manos de los jóvenes”, por ello, lo que “podemos hacer es colaborar en que sean personas más plenas, y que aporten a una sociedad que sea mejor que la que nosotros les entregamos”.
Durante su intervención, el académico planteó que “un porcentaje importante de los jóvenes van a tener un trastorno importante, con un alto riesgo. Tenemos que tener un compromiso ético de hacer algo con los jóvenes que lo requieran”. Además, dijo que “se puede organizar un sistema que permita sacar adelante esto”, haciendo alusión a la iniciativa levantada por el CRUCH.
Agregó que “no sabemos lo suficiente, tenemos que ampliar nuestro conocimiento de los problemas de los jóvenes, aprender a escuchar también (…) hay que desarrollar mejores estrategias de detección y programas más atractivos, que llamen a la participación de los jóvenes”, explicitó como desafío.
Además, dijo que es necesario desarrollar intervenciones con participación de los jóvenes, junto a comenzar con programas con pocos componentes e ir progresivamente agregando más y planificar exhaustivamente como se implementará el programa elegido, ejemplo, recursos necesarios, difusión, monitorización, evaluación, entre otras.