Por Mounia Daoudi, enviada especial de RFI a Bali
El G20 es ante todo un foro de cooperación económica que reúne a los países ricos y a las principales economías emergentes, es decir, a dos tercios de la población mundial. Sólo estos países representan el 80% de la riqueza producida en el mundo y el 75% del comercio internacional. El G20 no está destinado a tratar cuestiones de paz y seguridad, que es el papel de una organización como la ONU, sino a responder a las crisis económicas, que este año son consecuencia directa de la guerra en Ucrania.
La situación es aún más compleja porque Rusia, miembro del G20, es el agresor. Por lo tanto, Rusia es en gran medida responsable de la situación de la economía mundial, que el G20 reúne los días 15 y 16 de noviembre.
Una economía que se enfrenta a varias crisis
El mundo no ha tenido tiempo de recuperarse de la pandemia y vuelve a estar amenazado por una recesión económica. Y la principal preocupación del G20 en Bali es la inseguridad alimentaria, que golpea con fuerza a los países del Sur, más vulnerables a los problemas de abastecimiento de grano. Hay que recordar que Rusia y Ucrania figuran entre los principales productores mundiales de cebada, maíz y girasol, por poner algunos ejemplos, y que la guerra desatada el 24 de febrero por Vladimir Putin ha desestabilizado completamente estos mercados, elevando considerablemente el precio de estas materias primas agrícolas. Esto ha alimentado una inflación que ahora no perdona a ningún país.
En respuesta a esta crisis alimentaria, se firmó un acuerdo bajo la égida de las Naciones Unidas para permitir a Ucrania exportar sus cereales, pero ahora se ve amenazado por Moscú, que se niega a prorrogarlo más allá del 19 de noviembre, es decir, antes del fin de semana.
Son estos problemas los que el G20 debe abordar de forma prioritaria.
Pero la inseguridad alimentaria es sólo una crisis entre muchas otras. Está la cuestión candente de la energía, la crisis financiera que se avecina con los problemas de deuda a los que se enfrentan cada vez más países y, por supuesto, el clima, donde se espera una posición fuerte del G20. De ello depende el éxito de las negociaciones de la COP27, que se están celebrando en Sharm el-Sheikh.
Vladimir Putin, un gran ausente
El presidente ruso hizo saber unos días antes del inicio de la cumbre que no iría a Bali. Está representado por su leal jefe de la diplomacia, Sergei Lavrov, que hará todo lo posible para evitar que su país sea condenado. Es importante saber que, aunque Rusia es responsable de las crisis que actualmente sacuden la economía mundial, puede contar con el apoyo del G20. China, por ejemplo, que aún no ha condenado la invasión de Ucrania. O la India, que sigue comerciando con Moscú, a pesar de las sanciones occidentales. Por último, Arabia Saudita es otro importante apoyo de Rusia, ya que se ha sumado a las posiciones de Moscú en el seno de la OPEP+, que está en el origen de la subida de los precios del petróleo y de la consiguiente crisis energética.
La ecuación no es, por tanto, sencilla para la presidencia indonesia del G20, una de cuyas prioridades será evitar que esta cumbre propague las divisiones del mundo. La propia credibilidad del G20 está en juego.