*Algunos nombres de este artículo han sido cambiados para la protección de las personas involucradas.
Cuatro años desde la primera solicitud
—¿Sabes quiénes somos? —pregunta el hombre del traje.
Detrás de su asiento, en una sala de reuniones, en Providencia, está el San Cristóbal, señorial, y la avenida Andrés Bello. Es un día nublado de primavera y de un extraño calor bochornoso en Santiago.
El hombre usa traje, pero la camisa a cuello abierto, sin corbata. Las oficinas del piso diez lucen casi vacías pasadas las dos de la tarde. Afuera, junto a la puerta principal, está la recepcionista y, a su izquierda, otro tipo de traje que almuerza en una sala de trabajo compartida adornada con la placa donde se estampa el nombre y el rubro de la empresa: “Hurtado & Bonito, especialistas en Migración y Extranjería”.
Respondo algo similar a eso, pero trastabilleo. El hombre del traje retrocede la espalda unos centímetros y frunce el ceño.
—¿Quién te recomendó venir aquí? —pregunta.
Invento un nombre y al instante él repregunta. No recuerdo el apellido, respondo, y al instante una más. Peruano, recalco. Estoy aquí porque me interesa ver la posibilidad de interponer un recurso de protección en contra del Servicio de Extranjería y Migraciones. Llevo dos años con un trámite de visa definitiva en espera y sé que aquí están los mejores. Pero eso cuesta, lo sé. ¿Cuánto? Para eso estoy aquí, digo o pienso.
—Nosotros somos por lejos los más caros de Santiago. Así que, si estas cotizando…
El hombre del traje abre los brazos como explicando su pausa y continúa.
—No hay ningún estudio en Santiago, y te diría en todo el país, que sea realmente experto en migración y extranjería como nosotros. Por eso te preguntaba si sabías quienes éramos.
—Pero el precio, ¿de cuánto es?
—Alrededor de un millón doscientos mil pesos. Todo el trámite. Yo no compito en precios, no me interesa.
***
Cuatro años después de mi primera solicitud de visa definitiva decido consultar en diversos estudios de abogados la posibilidad de emprender un recurso de protección que permita agilizar la respuesta del Servicio de Extranjería.
En teoría, desde la última solicitud realizada, a finales de 2022 cumpliré dos años y cinco meses sin una visa aprobada. Pero en la práctica, prefiero contar el tiempo desde mi primera solicitud, en noviembre de 2017, porque desde ese momento hasta hoy, he tenido la cédula de identidad vigente solo por un pestañeo. Y es que, en 2019, el aún Departamento de Extranjería rechazó mi solicitud y me otorgó “en subsanación” una visa temporaria que, de nuevo, en teoría, duraba un año, pero que, en la práctica, desde la obtención de la cédula, duró solo ocho meses.
Es la síntesis más compacta que tengo para toda esta maraña de trámites a la que los expertos en la materia llaman “el limbo”, el limbo migratorio, y para la cual la estrategia de los recursos judiciales se ha tornado en el mapa del tesoro, la luz al final del túnel, el santo grial. “Lo más viable y lo único que está funcionando hoy” para resolver ese tipo de problemas, me dirá uno de los asesores de migración a los que consultaré después.
No se trata de un tema desconocido para la administración actual. En julio de este año, la Corte de Apelaciones de Concepción suspendió por diez días al actual director del Sernamig, Eduardo Thayer, ante la demora en responder un oficio de tramitación de un recurso de protección presentado por una ciudadana cubana. Después, aunque el recurso fue desestimado, Thayer entregó datos que daban cuenta de que, entre abril y julio se había quintuplicado el número de visas otorgadas en comparación con lo hecho por la administración de Sebastián Piñera entre enero y marzo del mismo año. Además, a través de una declaración en su cuenta de Twitter, el sociólogo resaltó la existencia de al menos 8 mil recursos judiciales presentados en contra del Servicio.
Pero, ¿cuán efectiva puede ser esta estrategia en la actualidad?
En una minúscula oficina ubicada cerca al metro Universidad de Chile, en el centro de Santiago, un abogado del estudio jurídico Peñaloza & Asociados, una empresa con cuyos datos di a través de la cuenta de Instagram, Soluciónmigratoria.cl, responde mi duda.
—Le podemos asegurar que una respuesta va a tener. Lo que sí no le podemos prometer es que se le va a otorgar la visa. Si algún abogado le dice eso, corra.
A través de WhatsApp, desde Apuratuvisa.cl responden de similar forma. “Este servicio es efectivo en un 95%. No podemos garantizar un resultado ni plazo específico, pero la experiencia en general es muy buena en cuanto a lo que se consigue”.
Más tarde, en la cuenta de Instagram de esta última, agolpada con pantallazos de mensajes de usuarios agradeciendo por la obtención de sus visas, doy con Andreina R., una ciudadana venezolana que a través de mensajes me confirma que su caso resultó un éxito en menos de un mes, pero que después, intentó lo mismo con su pareja y en el mismo lapso de tiempo aún no ha recibido respuesta.
Andreina, que llegó a Chile en 2019, solicitó una visa definitiva de forma digital en 2020. Pero después de dos años, su trámite, según el sistema del Sernamig, había avanzado solo en un 85%, un porcentaje al cual se puede acceder desde que el exdirector del Servicio, Álvaro Bellolio, trasladó la totalidad de los trámites al formato digital y que, según la propia página, se debe revisar mensualmente.
—Ese porcentaje no representa el estado real. De hecho, si usted ve que se retrasa, no se preocupe y, si ve que se adelanta, tampoco. No es fidedigno —me dice el abogado de Peñaloza & Asociados.
El hombre del traje en las oficinas de Hurtado & Bonito también pregunta lo mismo y le explico que, desde que presenté mi solicitud, en agosto de 2020, hasta la fecha, el trámite marca un 50%. Solo que la fecha de ingreso no corresponde a ese entonces, sino a una subsanación realizada en julio de 2021.
—Tienes un riesgo ahí —repite convencido. —Yo no me puedo hacer cargo de ese riesgo porque no te asesoré en la subsanación. Es probable que te la hayan desistido, pero la podemos pelear.
La primera solicitud
—¿Crees que hubo una cuota de suerte en la obtención de tu visa?
Lucía González no apura su respuesta. La conocí en Trujillo, mi ciudad natal en el norte peruano, cuando éramos estudiantes de comunicaciones, pero le perdí la pista tras abandonar la universidad y mudarme a Santiago. En enero de 2018, cuando hizo lo mismo, fue ella la que me llenó de preguntas.
—Hubo un tiempo en el que yo te decía que estaba cansada, que quería cambiarme de trabajo. Pero siempre me he acordado de lo que me dijiste cuando recién llegué, que aguantase en lo que sea hasta que me salga la visa. Así que, más que concentrarme en buscar un nuevo trabajo, empecé a pensar en qué podía hacer yo para acelerar mi trámite —dice ahora.
Cuando nos topamos en Santiago, yo cumplía poco más de un año esperando la respuesta a mi primera solitud de visa definitiva. Fue un trámite diametralmente distinto a lo que se conoce ahora. Había que juntar todos los documentos de forma física, colocarlos en un sobre y enviarlos vía correo a las oficinas de Extranjería. Además, la solicitud podía estar acompañada de una carta explicativa en la que uno expresaba los motivos por los que pretendía quedarse en el país, así como situaciones particulares.
La mía tenía que ver con que, pese haber conseguido empleo en el último año, éste no había sido constante. Pero, de todas formas, una vez ingresado el trámite, intenté arreglármelas para conseguir un nuevo contrato que pudiese sustentar mejor mi caso por si Extranjería solicitaba documentación extra. Eso sucedió algunos días después de juntarme con Lucía. Se me emitió una orden de pago por una visa que hasta el momento era incierta y yo respondí con un váucher de Banco Estado, otra carta explicativa y un segundo contrato de trabajo que jamás se concretó.
Lucía conseguiría trabajo de asistente comercial en febrero de 2018. Ese mismo año, sucedería lo mismo con su visa temporaria y, para abril de 2019, postularía también a una definitiva. Pero antes, cuando me pidió un consejo sobre cómo sobrevivir en Santiago, mi respuesta fue también mi temor más grande y la única certeza que tenía en ese entonces: busca un trabajo y no lo pierdas. Aférrate a él como si fuese el último en la tierra.
***
Tengo bloqueado el recuerdo de cuando Extranjería rechazó mi primera solicitud de visa definitiva. Antes de que en 2020 los trámites se trasladaran a la virtualidad, si eras migrante irregular, la única forma de salir del país era con el carnet vigente o con un documento que te otorgaba Extranjería al recepcionar tu solicitud y que duraba solo por tres meses. Es cierto que este tiempo podía extenderse, pero hacerlo significaba acudir de forma presencial a un Departamento que estaba colapsado y en donde conseguir una cita era casi imposible.
Por eso no me importó mucho que en 2019 Extranjería me rechazase la visa. No importó sobre todo porque se me otorgó una temporaria por un año que me permitiría viajar a Perú una vez obtenido el carnet y la posibilidad de, si me mantenía estable en el trabajo, poder repostular a la definitiva el año entrante.
En ese entonces, a poco más de un año de la instalación del gobierno de Sebastián Piñera, conocí a Héctor Pujols, hoy residente en Barcelona y presidente de la Coordinadora Nacional de Inmigrantes entre los años 2017 y 2020. Él sabía de mi situación migratoria porque su caso y el tiempo de espera habían sido similares.
Pujols postuló a una visa definitiva en agosto de 2017, a unas semanas de haber asumido la presidencia de la organización migrante más importante de Chile. Era una época, me dirá después, en la que los retrasos en los trámites no eran prioridad en la agenda de la Coordinadora. De hecho, en su postulación previa a la visa temporaria, Extranjería resolvió el caso en tres meses y, con la promesa abierta de llevar a cabo un proceso de regularización extraordinaria, diversas organizaciones migrantes parecían mantener relaciones cordiales con el gobierno entrante.
Yesid Castaño, presidente de Berracos en Chile, la organización de colombianos más grande del país, lo confirma y recuerda haber sido parte de diversas mesas intersectoriales de la época, que tenían que ver principalmente con la regularización y la salud migrante.
“Recuerdo una imagen muy dura para nosotros, Piñera llegando al estadio Víctor Jara y la población migrante aplaudiéndole. Eso fue jodido porque nosotros decíamos que venía un gobierno racista y nuestra gente le estaba aplaudiendo”, dice Pujols. Fue allí cuando el nombre de Álvaro Bellolio, en ese entonces director de Extranjería, empezó a tomar protagonismo mediático, principalmente por los retrasos que existieron en el proceso y porque, desde las organizaciones migrantes, se empezaba a ver con temor su apuesta por la digitalización.
“Fue paradójico que él, siendo un experto en big data, porque así era como se vendía en las universidades, haya causado todo este desastre migratorio”, dice Castaño, que posteriormente abandonó las conversaciones con el gobierno. “Al principio era una o dos personas que te decían que su trámite estaba tardando. Después eran veinte al día y ahí te das cuenta que se trataba de una jugada política”, agrega Pujols.
Pero el expresidente la Coordinadora Nacional de Inmigrantes también tenía un trámite en espera y que había solicitado en la misma fecha que su pareja. Ella, cuenta Pujols, no esperó más de seis meses para que Extranjería resolviera favorablemente su solicitud. Sin embargo, en su caso, la espera continuó hasta finales de 2018, cuando decidió presentar un recurso de protección.
“En la Coordinadora conocíamos gente que trabajaba dentro de Extranjería y que no compartían la posición de Piñera. Nunca lo pude probar, pero lo que me dijeron es que Bellolio se negaba a firmar mi visa”, recuerda hoy desde su residencia en Barcelona. Todo esto se lo contó en su momento al periodista y conductor del programa “Chile a todo color”, Jorge Rizik, con la esperanza de que contrastara la información con Bellolio en una entrevista que tendrían en los estudios de Radio U. de Chile en abril de 2018.
Sin embargo, Rizik dice no haberle preguntado a Bellolio por el caso. “Pero conversé con otra persona en esa misma época. No fue una entrevista, sino una conversación privada donde le pregunté por la situación de varias personas migrantes, incluido dirigentes como Héctor”.
Mijail Bonito era entonces asesor de la Subsecretaría del Interior, cuya misión era desarrollar la nueva política migratoria del país. Más tarde, según consta en un reportaje presentado por Ciper, constituiría la sociedad Hurtado & Bonito SpA, una firma que ofrece el servicio de asesoría a extranjeros que buscan residir en Chile o que desean regularizar su estatus migratorio. “Por lejos los más caros de Santiago”, me dirá después en sus oficinas de Providencia.
Rizik agrega: “La respuesta que me dio Mijail fue que, si tenía pruebas, que las llevara a tribunales”.
Dos años desde la primera solicitud
La Coordinadora Nacional de Inmigrantes nunca ha promovido la utilización de recursos de protección como una estrategia para acelerar los trámites del Sernamig. Rodolfo Noriega, exintegrante de la organización y asesor de Héctor Pujols en el recurso que interpuso contra Extranjería, descarta que la Coordinadora cuente con un servicio legal dedicado a ese tipo de acciones. No obstante, afirma que, en la Defensoría Migrante, organización a la actualmente pertenece, sí se considera a los recursos de protección como una herramienta para exigir respuestas sobre trámites estancados.
Francisca Vargas, directora de la Clínica Jurídica Migrante de la UDP, dice que desde allí solo se ha asesorado en la presentación de recursos “en casos manifiestamente fundados”, que podrían incluir esperas entre uno y dos años, así como situaciones que involucraban a niños, niñas y adolescentes. Esa es la recomendación que entregan: evaluar a profundidad los casos, evitar el mal uso de la herramienta. Pero entonces, ¿cómo se explica su popularidad?, ¿cómo es posible que, apenas al realizar una búsqueda en Google sobre este tema, publicidad sobre asesoría legal migratoria aparezca por montones en redes como Instagram o incluso TikTok?
La clave, para Vargas está en la efectividad que tuvo esta herramienta durante el anterior gobierno.
—Cuando la contraparte informaba, es decir, respondía el recurso, señalaba en dos o tres días o en el marco de la tramitación, que se otorgaba la visa. Entonces, la protección comenzó a ser un medio de presión para alertar a la autoridad y decirle, estoy atento a esto, respóndeme, y ellos lo hacían.
Esto, en todo caso, no es la promesa exacta que hacen las empresas especialistas en el rubro. Williams Riveros, egresado de Derecho y asesor en diversos recursos de este tipo, recalca que “lo que se busca no es que se le dé una respuesta favorable a la persona, sino que el Estado se pronuncie por un acto administrativo que no ha resuelto”. Para esto hay que entender primero la Ley 19.880, que establece las bases de todos los procedimientos administrativos, y que, en su artículo 27, señala que el Estado no puede tardar más de seis meses en entregar una respuesta.
—Nosotros le decimos, Estado, responde, y, como muchas de las veces pasa, no tienen como responder, entonces se les da una respuesta favorable. Pero esa es una consecuencia de que le estamos pidiendo que resuelva algo que no ha resuelto —explica Riveros.
Pero Yesid Castaño apunta hacia otro flanco que explicaría el porqué de las respuestas favorables en este tipo de reclamos. Y es que, en febrero de 2022, un reportaje de Ciper, reveló lo que para el presidente de Berracos en Chile se trata del episodio más grave que ha sufrido Extranjería en los últimos años. En octubre de 2021, trabajadores del Servicio reportaron la caída de la principal base de datos de las personas extranjeras residentes en el país, cuya información acumulada data de 1993. Y aunque, en ese momento la Subsecretaría del Interior informó de la reposición de esos datos gracias a registros paralelos, el artículo expuso serias dudas sobre el material ingresado entre agosto y octubre de 2021.
—Es extraño que el Servicio Nacional de Migraciones les pida plazos a las personas o a la Corte de Apelaciones para emitir un informe o buscar la documentación. No sabemos para qué —señala Castaño.
Con esto, según agrega, en la actualidad, solo cuando una persona presenta un recurso judicial se va a poder dar cuenta de si se eliminaron o no sus datos. El punto de referencia que toma Castaño y que alimenta su sospecha es que, durante la primera regularización extraordinaria llevada a cabo en 2018, muchas solicitudes se resolvieron en un máximo de cuatro meses. Situación distinta a lo que sucedió en el proceso de 2021, posterior a la aprobación de la Nueva Ley de Migraciones
—Ha pasado más de un año y hay personas que siguen esperando. Es lógico, se eliminaron los datos. No hay un respaldo en otro lugar —sentencia.
***
Cuando ingresé mi segunda solitud para obtener la visa definitiva, el colapso digital del Sernamig estaba en su apogeo. Fue en agosto de 2020, en plena pandemia y, desde entonces, no he perdido la oportunidad de decirle a quienes ven mi carnet de identidad vencido desde esa fecha, que cada día que pasa me convenzo más de que, resolver mi situación migratoria depende hoy absoluta y exclusivamente de la suerte. Por supuesto, hay días en los que esa percepción cambia un poco. Como cuando Héctor Pujols me dijo que, una vez ingresado el recurso de protección, Extranjería resolvió su caso en una semana. O como cuando recuerdo el artículo que publiqué en 2019 sobre un excompañero de estudios de Álvaro Bellolio al que se le aprobó la visa en el tiempo récord de un día.
Después, reímos y le digo que, quizás, en mi situación actual, si yo pudiese hacer lo mismo, no lo dudaría. Es la espera más maquiavélica y desgastante que me ha tocado vivir. Una tortura medieval que no te lleva a la muerte, sino hacia una nebulosa inmensa de incertidumbres y decepciones. Mientras escribo esto, ingreso al sistema de Extranjería día por medio y reviso el porcentaje actual de mi trámite. Diosceline Camacaro, una colega venezolana que conocí a través de la Red de Periodistas Migrantes en Chile, me confesó una vez que tiene una alarma en el teléfono que le recuerda lo mismo cada jueves a las tres de la tarde. Suelo hablar con ella de tanto en tanto sobre esta espera, y pienso a veces que entre ambos tenemos una especie de círculo similar al de Alcohólicos Anónimos en el que nos damos fuerzas para controlar la ansiedad y continuar esperando.
Pienso al conversar con ella, que quizás mi caso no es de los más graves, y que no sé cómo haría si tuviese dos hijas que sobreviven con educación y salud a alero de un rut provisorio porque también se encuentran esperando respuestas a sus trámites, o si el regresar a mi país fuese lo más cercano a una condena.
Diosceline ingresó su solicitud de visa definitiva en enero de 2021, pero antes, fue de las personas a las que, tras aprobársele la temporaria, consiguió un carnet con solo un mes de vigencia. Cuando la conocí, en alguna videollamada que hicimos durante el 2020, ella venía elaborando una encuesta a personas migrantes que tenían trámites abiertos, la cual ya daba cuenta de un tiempo promedio de espera entre dos y tres años. Por eso no se desesperó cuando en el primer año no obtuvo ninguna respuesta del Sernamig. Eso pasó recién en enero de 2022. Un día entró a la página del Servicio y descubrió que su trámite insólitamente había retrocedido del 45 al 4%.
—Justo en ese entonces se me presentó una oportunidad laboral y no me contrataron porque no tenía permanencia definitiva. Ahí fue donde dije, estoy absolutamente estancada —recuerda.
Pero el nuevo gobierno estaba a solo meses de instalarse, y la mirada que tenían sobre la migración era distinta a la del candidato cuya propuesta era construir una zanja en las fronteras de 10 millones de dólares. Eduardo Thayer, que en ese entonces era encargado de los ejes de Gabriel Boric para abordar dicha materia, declaró en una discreta entrevista para el canal de YouTube de Yesid Castaño, que la propuesta incluía un nuevo proceso de regularización para personas de ingresaron por pasos no habilitados entre 2018 y 2020, la revisión de los decretos de expulsión, la condonación de deudas por trámites mal realizados y la implementación de un sistema de entrega de documentos al día.
“Vamos a resolver el hueco de todas estas personas a las que esta política les ha llevado a un callejón sin salida”, señaló el hoy director del Sernamig.
—Imagino que se habrán encontrado con una serie de trabas después, como la desaparición de los documentos, entre otras cosas. Pero tampoco veo voluntad política ni un plan más allá de la ley de migración actual —dice Diosceline sobre las sensaciones que le ha dejado el abordaje de la migración en el gobierno de Gabriel Boric.
Para Francisca Vargas, de la Clínica Jurídica Migrante de la UDP, la nueva administración “al menos en el discurso y en las cifras ha demostrado que quiere resolver las solicitudes a la brevedad posible”. Pero desde las organizaciones migrantes, la mirada sigue siendo crítica. Rodolfo Noriega, por ejemplo, cree que la mantención del sistema instalado por el anterior gobierno solo ha significado “la profundización de vicios burocráticos” y la judicialización de los casos “como un negocio que va a seguir existiendo porque es la única vía”.
Yesid Castaño suma a esto el hecho de que los procesos de regularización, por un sentido de vulnerabilidad, hayan estado concentrados solamente en personas que ingresaban al país por pasos no habilitados. “¿Y dónde quedan las personas que ya están aquí y llevan tres o cuatro años esperando respuestas?”, cuestiona.
—Si tuvieses que comparar el actual sistema digital con el que se tenía antes y donde se enviaba las solicitudes de forma física, ¿dirías que estábamos mejor?
—Absolutamente. Las personas podían ir y les atendía un funcionario. Usted salía con un documento firmado o le decían, mire, esto está mal. Ahora ese trabajo de funcionario es a lo que yo me dedico.
Diez años desde mi llegada a Chile
Tres meses antes de mudarse a España, a Lucía González se le ocurrió una última idea para intentar obtener la visa definitiva. Había enviado la solicitud a Extranjería en abril de 2019, a poco más de un año de que arribó a Chile. Era una buena temporada para hacerlo. Tenía trabajo y proyección en la empresa, el trámite para la visa temporaria había sido corto. Aun así, la meta con su novio chileno era mudarse a Europa y probar suerte, pero llegó la pandemia y los planes comenzaron a posponerse. El problema: no tenía idea de su situación migratoria en Chile.
—Yo decía, no me puedo ir de aquí así, quiero tener una visa para al menos tener más opciones de trabajo si es que me toca regresar —recuerda.
Entonces, el 9 de agosto de 2021 decidió hacer algo que venía pensando desde hace algunas semanas. Lucía trabajaba en ese entonces como asesora comercial en una empresa trasnacional y su labor era buscar potenciales clientes para la firma a través de LinkedIn. ¿Podría haber alguien allí que trabaje en Extranjería?, ¿podría esa persona ayudarla a resolver su trámite migratorio? Si su trabajo diario era convencer a personas de utilizar un servicio, ¿cómo no iba a convencer a alguien de al menos escuchar su caso?
—Lo primero que le puse fue, “hola, ¿cómo estás?” —dice Lucía. —No quería dar la impresión de que era la típica extranjera desesperada. Así que esperé a que me diera una señal. —“Hola, ¿se trata de trabajo?” —le respondieron. —Ahí dije, con eso puedo empezar.
A través de diversos mensajes que intercambiaron por LinkedIn, Lucía le explicó a su interlocutor que necesitaba ayuda con un trámite de Extranjería porque había recibido una mejor oferta laboral. Pero su trabajo actual no era malo, le dijo, y el trato era que, si es que le ayudaba, ella podría sugerir su nombre como un posible reemplazo.
—No recibí ninguna respuesta, pero me aparecían los mensajes leídos. El 24 de agosto, quince días después, le dije algo que voy a llamar, una mentira blanca —cuenta. —Le dije que estaba planificando tener un bebé y que el no tener la visa me complicaba para planear un futuro aquí y asentarme. “Solo cruzo los dedos para que puedas leerme y revisar mi caso”, le puse al final.
El mensaje que recibió de vuelta fue corto pero esperanzador. La persona del otro lado de la pantalla le pidió sus datos: nombre, rut, solo eso. A los minutos, un nuevo mensaje: “Está lista para ser otorgada, a fin de mes como máximo”.
—Con esas palabras mi alma volvió al cuerpo —dice ahora. —No estoy justificando mi mentira, pero fue lo que se me ocurrió en ese momento. Al final, le dije que me comparta su CV y que yo lo haría llegar a mis jefes, pero esta persona dejó de contestar.
—¿Recuerdas el momento en el que se te aprobó la visa?
—Ese día yo estaba por ir a comprar unas cosas para el viaje a España, pero a la vez estaba nerviosa porque iba a ir al trabajo a presentar mi renuncia. Antes de salir, revisé la página y mi trámite aparecía completado. 100%. Fue el 22 de septiembre de 2021.
—Y ahora, con el tiempo que ha pasado, ¿crees que hubo una cuota de suerte en la obtención de tu visa?
—Creo que dependió de mí. Si yo me hubiese sentado a esperar, nada de esto habría pasado.
***
Intenté hacer lo mismo que Lucía en 2018, durante mi primera solicitud de visa. En ese momento, rastreé las fotos de Instagram que tenían como ubicación al Departamento de Extranjería y busqué a personas que parecían trabajar allí. Escribí unos cuatro o cinco mensajes, recuerdo, y solo recibí una respuesta. “No puedo hacer eso”. La mismo se repitió cuando Lucía me contó su historia durante mi segunda solicitud e intenté replicarlo en LinkedIn.
“No se puede. Debes buscar los canales correspondientes”.
Pero es eso o conseguir el dinero para pagar por un recurso de protección, por una herramienta a la que uno bien podría recurrir “sin necesidad de contratar a un abogado”, me recalcó Williams Riveros. “Pero las personas que lo hacen pierden”, me dijo Yesid Castaño. “Es usted, que no tiene idea del contenido de la Ley de Migraciones, contra 16 abogados de Extranjería. Lo van a destruir”.
Tres de las empresas a las que consulté para este texto mantienen precios para la presentación de un recurso de protección, entre los 170 y los 400 mil pesos. Todas recalcan que se trata de un pago único, pero diversos asesores en migración advierten que, esto se podría incrementar de acuerdo a las respuestas que vaya entregando Extranjería. De acuerdo a lo que se tenga que pelear en tribunales.
—Nosotros no trabajamos en base a un trámite, sino a objetivos, y nuestro objetivo es agotar todas las posibilidades para que la persona obtenga su visa definitiva —dice Mijail Bonito luego de lanzar el costo de su asesoría, casi cuatro veces el promedio de lo que se cobra en las empresas que difunden sus servicios en redes sociales. Hurtado & Bonito no las necesita. En la única web que tienen responden casi tan tarde como la propia Extranjería y la publicidad más grande para ellos, pienso, fue el reportaje que publicó Ciper. ¿Cómo es posible perder una demanda contra el Servicio de Extranjería asesorado por quienes elaboraron cada hebra de la nueva Ley de Migraciones?
Eso los diferencia, los hace invencibles, irremediablemente necesarios.
Después, Bonito me recuerda las normas por las cuales guían su asesoría. No atienen a nadie que tenga antecedentes penales y cualquier avance del trámite está monitoreado por un sistema interno. Actualmente, dice mientras lo muestra en la pantalla de la sala, tienen 222 casos abiertos, y busca uno que sea similar al mío para demostrar cuanto han avanzado.
—Pedir que aceleren la respuesta a través de un recurso no requiere mayor intervención intelectual, lo difícil es después con las respuestas. Ahí es donde las cosas hay que saberlas hacer.
Antes de despedirme, me dice que se me enviará una propuesta final al correo junto con un formulario donde se indican los antecedentes que necesitarán para abrir mi caso. Insistiré días después por esa información, pero no habrá más respuestas. El 22 de mayo de 2023 cumpliré diez años viviendo en Santiago. Más de la mitad de ese tiempo lo he sobrevivido esperando y con un carnet vencido. Pero todo eso podría cambiar. ¿Cuánto estoy dispuesto a hacer hoy por una visa?, pienso al abandonar la oficina de Bonito. Las respuestas mientras desciendo en el ascensor pueden ser aterradoras.