Fue otra catástrofe, el atentado a las Torres Gemelas en 2001, la que conmovió profundamente a la profesora Natalia Silva, en ese entonces estudiante de Ingeniería Civil de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Desde ese momento, decidió dedicar su carrera a los desastres, su análisis, prevención y abordaje multisistémico.
La investigadora del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres de la Universidad de Chile (CITRID), quien fue subdirectora de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI) hasta noviembre de este año, celebra que por tercer año consecutivo el centro de investigación fue elegido para integrar el Comité Directivo de la Plataforma Nacional para la Reducción de Riesgo de Desastres (PRRD) de la ONEMI para el 2023. Esta plataforma fue liderada por Natalia Silva desde sus inicios, hace una década atrás, trabajo que cimentó las bases para que el país cuente hoy con una Política Nacional para la Gestión de Riesgos de Desastres y un Plan Estratégico 2020 – 2030, así como con una robusta coordinación intersectorial que reúne a más de 200 organismos.
– Usted ha sido la mujer detrás de grandes avances en esta materia ¿Cómo ha sido este camino?
Desde mi rol en ONEMI me tocó impulsar las dos versiones de política nacional para la Reducción del Riesgo de Desastres y sus respectivos planes estratégicos. En el último tiempo colaboré desde el equipo directivo de ONEMI, a la sensibilización e implementación de la Ley 21.364, que es la ley que viene a reformular el nuevo Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres y el nuevo Sistema Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres, SINAPRED.
Lideré muchos años una instancia intersectorial que se denomina Plataforma Nacional para la Reducción de Riesgo de Desastres, de la cual CITRID es un miembro activo desde sus inicios. Su reelección en el comité directivo de la Plataforma Nacional también es un reconocimiento a este programa de la U. de Chile, al aporte, a su carácter transdisciplinario, lo cual es muy positivo. El Sistema Nacional de Prevención de Desastres, tanto el sector público como privado, la sociedad civil e incluso también dentro del mismo sector académico, conocen muy bien lo que hace el CITRID, lo que indica que hay conocimiento del aporte del programa, existe una validación al trabajo de los académicos y otros investigadores que forman parte del Programa transdisciplinario y que concretamente aportan a esta política nacional y a estos instrumentos que la ONEMI promueve e impulsa en el país en términos de reducción de riesgo, desde su rol de coordinador del SINAPRED.
– Chile es uno de los países más riesgosos ¿Cómo es el rol de la prevención en este contexto?
Chile efectivamente es uno de los países que permanentemente lidera los ranking de riesgo a nivel a nivel mundial y para entender eso tenemos que, de manera muy sencilla, comprender qué es lo que compone el riesgo y poner foco en al menos tres componentes. La primera de ellas es la amenaza, entendiendo que hay amenazas de diversos orígenes. Las más conocidas y quizás con las que estamos más familiarizados son las de origen natural, por ejemplo, los terremotos, aluviones, tsunamis, marejadas, etcétera. Tenemos otro abanico de amenazas antrópicas, es decir, son generadas por la acción humana que tienen que ver con los incendios estructurales e incendios forestales. En otra índole, existen los ciberataques, terrorismo u otros aspectos más desde el ámbito de la seguridad pública. También hay amenazas que son de origen biológico sanitario, como la pandemia, epidemias, marea roja, varazón de especies, entre otras.
Entonces, en nuestro país tenemos una alta variedad de amenazas de distintos orígenes y, por otro lado, para entender el riesgo hay que mirar la vulnerabilidad, que es una característica más endógena, es más propia del sujeto o del objeto que estemos analizando. Por ejemplo, puede ser una vulnerabilidad física o una vulnerabilidad estructural, de una infraestructura, de un equipamiento, de un servicio, pero también podemos mirar la vulnerabilidad de una comunidad, un territorio, institucionales, vulnerabilidad de un ecosistema, etcétera.
Ahora, puedo tener cierto nivel de vulnerabilidad frente a una determinada amenaza, pero si no tengo estos componentes enfrentados en tiempo y espacio, no voy a tener una situación de riesgo. Esa conjunción de tiempo y espacio, es la tercera componente para entender el riesgo, que es nuestra exposición. Cuando tengo un elemento expuesto a una amenaza que presenta ciertos niveles de vulnerabilidad, yo puedo decir que tengo ese elemento en riesgo. Riesgo, finalmente, es esta probabilidad de que ocurra alguna afectación en un cierto tiempo y en un cierto lugar frente a una determinada amenaza o peligro.
¿Por qué es tan importante? Porque lo que buscamos en general es poder reducir esas afectaciones, que se traducen en concreto en mortalidad, en afectación en términos de salud física, de salud mental, en alteraciones, interrupciones de servicios básicos, prestaciones de otro tipo de servicios, en afectaciones en términos económicos, etcétera. De esa manera, los países también van midiendo los daños, las pérdidas, los impactos, que algunos son directos y otros son indirectos de este riesgo de desastres que va generando estas manifestaciones.
Entonces la apuesta, el trabajo, todas las medidas y las acciones para poder reducir este riesgo de desastre que tenemos instalado en nuestro país, se hace a través de la gestión. Por eso hablamos de gestionar para poder reducir. La idea es que exista un progreso y una reducción en el sentido que sean cada vez menos las afectaciones.
– Parece una tarea titánica que necesita abordarse desde todas las disciplinas del conocimiento, las consecuencias además son múltiples…
Sabemos que el riesgo tiene afectaciones multidimensionales, multiescalares, deben concurrir todos los actores de la sociedad. Esto no es solo un trabajo que se haga desde el Gobierno, desde la administración pública, sino que también hay un rol desde el Estado, los privados, la academia, la sociedad civil e incluso a nivel de persona natural. Es también por eso que es importante e interesante el valor agregado que tiene CITRID, que es la transdisciplinariedad.
El riesgo para poder comprenderlo, caracterizarlo, gestionarlo y reducirlo, requiere una mirada desde las distintas disciplinas. Chile históricamente ha puesto el foco en la caracterización del fenómeno y en términos de la amenaza propiamente tal. Por eso, tenemos muy desarrollados monitoreo y distintas formas de visualizar las amenazas de la mano del trabajo de los organismos técnicos, como Sernageomin, Centro Sismológico Nacional, la Dirección Meteorológica, entre otros. Pero cuando tenemos que empezar a hablar ya más del riesgo, que también es una de las nuevas obligaciones legales que viene con esta ley 21.364, ahí es donde empezamos a necesitar también la mirada de la academia, porque va nutriendo de estas otras componentes que mencionaba al principio, como lo son la exposición y la vulnerabilidad. Y para ello no se requiere solamente ciencias exactas, sino que se va requiriendo también miradas desde la antropología, sociología, psicología, periodismo, medicina, entre otras.
Nuevas amenazas: cambio climático
La Ingeniera Civil, mención Estructuras – Construcción y magíster en Ciencias, mención Geofísica de la Universidad de Chile, comenzará el próximo año su doctorado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU), mientras continúa haciendo clases en el Diplomado en Gestión para la Reducción del Riesgo de Desastres de nuestro plantel. Advierte, además, que es primordial la mirada multisistémica ante las nuevas amenazas, como las derivadas del clima extremo.
– ¿Cuál es la próxima amenaza en un mundo con cambio climático?
Efectivamente, uno observa que hay grandes avances en relación a la adaptación al cambio climático, se diseñan y disponen muchos fondos de financiamiento, hay muchos acuerdos y varios instrumentos que se destina para ello. Pero no siempre se vincula con el enfoque de la gestión de riesgo de desastres. Va avanzando la adaptación al cambio climático, pero faltan esfuerzos todavía desde nuestras autoridades y de toda la sociedad de entender que la adaptación al riesgo de desastres también es una estrategia para gestionar el riesgo de determinados desastres, porque finalmente vamos a tener muchas amenazas vinculadas al cambio climático que se van a ir exacerbando, se van a ir volviendo más frecuentes e intensas, lo que puede traducirse en desastres y catástrofes. Entonces, no pueden ser agendas que vayan avanzando por carriles diferentes, sino que tienen que tienen que diseñarse desde una mirada integrada, atendiendo la íntima relación que tienen, considerando además la gestión territorial.