El próximo miércoles 19 de julio a las 19.30 horas se estrena la obra “Hermana” en el Teatro Camilo Henríquez (Amunátegui 31, frente a Torre Entel, Metro Moneda.), que lleva a escena el reencuentro de dos hermanas en torno al aborto de una de ellas. La autora y directora del montaje, Ana López Montaner, fue parte de una residencia de escritura en Nau Ivanow, Barcelona, para concluir la dramaturgia y próximamente viajará con el montaje a Palma de Mallorca, España a presentarse en la FiraB!
A continuación, Montaner se refiere a sus motivos, inspiraciones y búsquedas que la llevaron a desarrollar esta propuesta.
– ¿Qué te lleva a investigar, escribir y dirigir una obra que trae a escena en especial la temática del aborto, pero también la maternidad, la crianza, los derechos reproductivos, entre otros?
Para mí la obra es un reencuentro entre dos hermanas, que de un vínculo roto pasan a una etapa de reparación, para formar una nueva familia. En la obra se muestra qué fue lo que las separó y cómo comienzan a acercarse nuevamente. Es un vínculo familiar que se rompió en el pasado por inmadurez y miedo. Ambas hermanas tienen una infancia común, pero desde que se separaron con el tiempo se diferenciaron. Cuando se reencuentran les cuesta reconocerse, pero se necesitan. Les cuesta entenderse y se critican, pero también tienen una memoria en común que hace que nadie más las conozca como ellas se conocen. También tienen una herencia materna que llevan con dificultad y tienen que ver qué hacen con eso.
El aborto y la maternidad son situaciones en las que ellas están ahora, en su presente y que les generan conflicto, necesitan con urgencia ayudarse, porque de una manera profunda son ideales la una para ayudar a la otra, pero antes tienen que reparar en algo su relación.
Interrumpir la gestación, en esta comunicación de hermanas íntima, con ideas tan diferentes de la vida, genera una controversia real entre ellas. Así también la maternidad. Eso me permitió entrar en las contradicciones de cada una, en qué tan coherentes son sus creencias con sus acciones y la aceptación de sus mismas incongruencias.
Sabemos que la maternidad elegida o no, conlleva una responsabilidad tremenda. Imagino lo duro que debe ser convencerse de ser madre, o aceptar la maternidad sin poder cuestionárselo, o porque no queda otra. También ser madre y no tener suficiente ayuda o sentirse sola por el motivo que sea. Ese sometimiento es muy violento y aparece en la obra.
– ¿Cómo se vincula el libro “Aborto libre”, compilado por la chilena Karen Glavic y “Un libro de mártires americanos”, de la estadounidense Joyce Carol Oates, en la creación de la obra? ¿Qué hay de ellos y de otros en esta puesta en escena?
Fueron libros que leí en mi proceso de creación dramatúrgica. En ellos encontré inspiración y fuerza para escribir. “Aborto Libre”, materiales para la lucha y la discusión en Chile, es un compilado de investigadoras, filósofas, antropólogas, historiadoras muy reciente, pre pandemia, que da un panorama muy completo de la situación actual, pero también histórica del aborto en nuestro país. A todas las que les interese, lo recomiendo cien por ciento.
Por otro lado, la novela de Joyce Carol Oates me entregó una perspectiva distinta, en cuanto transcurre en Estados Unidos, y muestra el mundo de las clínicas de aborto, algo totalmente desconocido en nuestra realidad, y su vereda contraria, la férrea lucha de la iglesia cristiana contra ellas. Comienza relatando cómo un médico practicante de abortos es asesinado por un fanático religioso. Es un librazo y agradezco mucho al amigo que me lo regaló. También otro que me gustó mucho es “El acontecimiento de Annie Ernaux”. Fue hermoso descubrirlo, y me sorprendió ver que había sido una autoficción, una experiencia de hace tantos años de la propia autora. Otro amigo me dijo que Annie había sido vilipendiada cuando lo publicó.
En mi proceso de escritura también quise que mis borradores fueran leídos y comentados por diferentes actrices, colegas y amigos. Y también desconocidos en una residencia que hice en Barcelona, donde hice una lectura y estuve terminando de escribirlo. Es decir que me hice nutrir y acompañar con muchos feedbacks. Gracias a ellos pude ir encontrando mi texto. Todos estos libros y metodologías están en el espíritu de mi trabajo con “Hermana”.
– ¿Por qué buscas abordar el aborto desde el acompañamiento?
Como te contaba, la obra se levanta desde complejidades íntimas de los personajes en torno a la decisión de ser madre, entonces, quise que la obra fuera una acción global de acompañamiento. Creo que hay que acompañarse sea lo que sea que, dado el caso, se elija hacer. No dejar sola a una mujer que necesita un aborto, ni tampoco a una que se convirtió en madre.
Supe de las acompañantes de aborto por una casualidad, me sentí atraída por una noticia que leí, creo que en BBC, donde contaban acerca de una mujer que se ganaba la vida acompañando a mujeres que iban solas a las clínicas de aborto. Ella les escuchaba y daba una especie de amistad sin juicios, por un pago. Me conmovió y empecé a buscar si existían en Chile y efectivamente, encontré y empecé a hablar con una en Instagram. Ella accedió a que la entrevistara, le pagué como si hubiera sido una de sus pacientes y me mostró cómo era su trabajo. Lo encontré realmente único, su historia y su aporte a la sociedad, que decidí que uno de los personajes fuese doula de abortos. También encontré métodos de apoyo naturales con plantas medicinales, libros sobre qué hierbas sirven para qué, y lo incorporé en la obra equilibrando la mención a lo químico en torno a las pastillas que se usan.
Se necesita a una comunidad empática y activa en el acompañamiento, de madres, de niños, de todos los que cuidan y pienso que falta mucho para que se entienda eso, porque todavía percibo discursos como, “es tu hijx, es tú responsabilidad”, “sacrifícate”, “arréglatelas como puedas”, o uno que odio: “¡Así es ser madre!”, que se traduce en “soporta todo y contenta”. Otro clásico es “júntense con otras que sean madres”, cuando en verdad me encantaría que hubiera una reciprocidad entre comunidades sin hijos y con hijos. Y eso implica valorar y validar a los niños, no sólo a los de tu familia. Por eso, uno de los personajes de la obra es parvularia, la que necesita abortar.
En el fondo creo que acompañarse es fundamental y una acción de amor y rebeldía.
– ¿Qué hay en esa dinámica y acción que crees que se vuelve atingente mostrarlo desde ese espacio?
Creo que mostrar un aborto acompañado, lo humaniza. Así, esto visto como algo tan duro, puede ser apreciado desde una perspectiva amorosa. Y eso hace falta, siempre se oyen historias de quienes han abortado solas, sin contarle a nadie, o han tenido que soportar estres y juicios por su decisión. Y es cierto que algunas soportan mucho dolor físico o pueden quedar largo tiempo con heridas emocionales, porque la respuesta social puede ser muy prejuiciosa. Pero no quería escribir desde ahí, desde el dolor, quería escribir algo desde el amor y la apertura. Por eso me conmovieron las marchas por el aborto libre, porque eran un encuentro masivo de aceptación de un problema que salió de lo privado e íntimo, incluso secreto, a la calle y a gritos. Si no fuera por la compañía de las amigas, mamás, hermanas, muchas no podrían ejercer su derecho a decidir, o lo harían en peores condiciones.
Por otra parte, fuera del lazo familiar, son agrupaciones de mujeres las que proveen lo necesario para que otras mujeres puedan elegir. Son organizaciones privadas, ONG, redes, doulas, las que prestan ese apoyo que permite que quien necesite, sin pedir ninguna razón y sin importar nada, pueda acceder. Aconsejan, acompañan, dan el espacio y entregan información y también insumos, no sólo en Chile.
– ¿Por qué crees importante traer a escena una obra sobre el aborto en el contexto socio-político que vivimos hoy en Chile?
La historia reciente ha mutado rápidamente. Primero surgieron las grandes movilizaciones de la marea verde, todo iba in crescendo, el ambiente estaba muy favorable a los cambios con avances visibles, como fue que la pasada y rechazada Convención Constitucional reconociera los derechos reproductivos, e incluyera al aborto. Casi en paralelo en Estados Unidos la Corte Suprema derogaba este derecho y muchas clínicas se cerraron, pero también muchas organizaciones sociales feministas empezaron a movilizarse para contener la situación y proveer pastillas a quienes necesitaran ayuda. Luego del rechazo en Chile, hubo un tremendo retroceso, pues como todos saben, los conservadores no apoyan este derecho para que sea constitucional. Es bien impresionante para mal, ver cómo se juega políticamente con este tema, hay un documental en Netflix que lo explica magistralmente, Caso Roe: el aborto en los Estados Unidos, donde muestran cómo lo ideológico muta, según a quienes hay que convencer para ganar elecciones. Si necesitan votos de comunidades conservadoras, entonces el candidato de turno se manifiesta en contra y promete prohibición. El aborto se usa para manipular políticamente y lamentablemente se juega inescrupulosamente con esto, es una herramienta muy poderosa, sobretodo cuando lo llevan a un terreno emocional y las expresiones para caracterizarlo son espeluznantes, pues de esta manera se genera un rechazo total, además de consagrar un estigma social.
Además, por debajo se manifiesta que el cuerpo de las mujeres es de otros y que hay límites; de políticos, de leyes, de creencias, de científicos, cuando el aborto es de lo más antiguo del mundo y siempre a sido parte de la biografía de las familias. De alguna manera lo que molesta de la libertad sobre el cuerpo gestante, es que amenaza el mandato de la maternidad, donde se ancla la idea de la familia. Sin madres, no hay posibilidad de sostener la construcción de la sociedad como la conocemos, basada en familias organizadas por roles de género. Entregar la posibilidad de acceder a un aborto, sin justificación mediante, es decir sin ninguna causal de por medio, libremente, es para algunos el fin del mundo, por tanto imposible. Estamos frente a un gran retroceso.
– ¿Qué mensaje intentas comunicar a través de esta obra? ¿Algún mensaje hacia la sociedad, las mujeres, el feminismo?
La maternidad es una decisión libre. O debería serlo siempre, es algo muy personal. Somos contradictorias, y estos temas y sus decisiones son complejos. Nada es tan simple. Por eso también respetar. La autonomía de los cuerpos gestantes legalmente no existe. Sólo son realmente autónomos en la clandestinidad. No se puede hacer lo que te parezca mejor con tu cuerpo y tu vida en este país. Y eso me parece un menosprecio retrógrado. Todos los cuerpos deberían tener autonomía y protección, en todos los aspectos de sus vidas.
Ficha artística HERMANA
Dramaturgia y dirección: Ana López Montaner | Elenco: Violeta Molineux y Javiera Mendoza | Diseño: Flavia Ureta y Camila Rebolledo | Música: Príncipe Mapuche | Fotos: Daniel Corvillón | Prensa: Fogata Cultura.
Coordenadas
Funciones de miércoles a sábado del 19 al 29 de julio de 2023. 19:30 hrs. Preventa hasta el 18 de julio a $3.500. Valor general $6.000
Entradas en www.ticketplus.cl