Cuando “1984“ llegó por primera vez a las librerías de Inglaterra y el resto del mundo hace 75 años, el malestar físico de George Orwell ya se encontraba en un punto prácticamente irreversible. Hace varios años que el escritor -cuyo verdadero nombre es Eric Arthur Blair– cargaba con el peso de la tuberculosis, la que también fue la causa de su deceso en enero de 1950 con apenas 46 años.
Para Orwell, la entrega del manuscrito final a la editorial significó un punto de no retorno. Fue su mismo médico quien le advirtió que ya no podía volver a reescribir ni un solo capítulo más, pues la obsesión estaba contribuyendo a debilitar aún más su salud. De hecho, la recomendación del profesional lo obligó a abandonar la escritura por al menos un año para radicarse en un sanatorio para tuberculosos en Cotswold, una zona campestre ubicada en el condado de Gloucestershire.
Aun así, la publicación de la novela fue un éxito casi inmediato. Sin imaginarlo, el británico había sentado un verdadero hito literario que instaló el género de las distopías. Un impacto que caló hondo en la cultura popular global con conceptos como el “Gran Hermano“, la “Neolengua” y el “Ministerio de la Verdad“, y que, para muchos, adelantó escenarios tan definitorios del siglo XXI como la posverdad.
“La primera vez aluciné. Como todo libro que te impacta, la primera experiencia es inolvidable“, confesó el sociólogo Alberto Mayol. “Debo haber tenido 13 o 14 años. De ahí para adelante, cada vez que lo he leído ha sido sobrecogedor volver a sentir la experiencia de la precisión quirúrgica de esa narración, que te hace sentir una cosa extraña. Te vas hundiendo en una trama oscura y, al mismo tiempo, te vas sintiendo en la gloria de estar leyendo algo tan formidable, y que es la gran contradicción de los grandes autores”.
El recuerdo de esa lectura inicial se repite entre autores y agentes literarios. En el caso de la periodista y editora Vivian Lavín, su relación con “1984” estuvo marcada por el contexto de la dictadura civil-militar que atravesaba nuestro país. “Yo lo leí en los 80, de modo que me resonaba por todos lados. Recordemos que era una sociedad donde sí había aparatos represivos, donde estábamos vigilados, donde había un gobierno dictatorial. Y entonces, las semejanzas con esa distopía no distaban mucho de la realidad. Fue un libro que me iluminó, pero también que me abatió muchísimo como adolescente. Porque yo me sentía bajo esa realidad que dibujaba el año 1984, que fue justamente el momento en que lo leí. Era aplastante”.
Julio Rojas, guionista y creador de la exitosa audioserie “Caso 63”, es uno de los escritores locales cuya obra ha estado profundamente marcada por las distopías. Su acercamiento con Orwell también llegó durante la década del 80, tras asistir al Cinearte Normandie a una función de “Brazil“, del director Terry Gilliam. Un filme que también estuvo muy influenciado por la novela británica.
“Comprender que la sensación de este Estado totalitario burocrático que transmitía la película era una reversión más negra de’1984′ me impulsó a leer el libro. Y me pareció que es una novela completamente coherente a una dictadura en todos sus términos, y que la estábamos viviendo. Hipervigilancia, el control, el miedo, la censura, las palabras que intentan recrear la realidad, esa especie de marketing del terror, donde había una frase que era ‘estamos bien, mañana mejor’. Todo eso tenía tanto que ver con ‘1984’ y con la sensación de que no podías confiar en nadie, y que el amor era la única manera de salvarse”, compartió Rojas.
Y a pesar de que esa primera lectura les coincidió con los tiempos antidemocráticos vividos en Chile, los tres están de acuerdo en que, en nuestro presente, la historia de Orwell cobra más sentido que nunca.
Una novela visionaria
“Creo que nunca, desde que se publicó, ha estado más vigente que ahora. Y por miles de cosas: la vigilancia masiva y la tecnología de intrusión que está apareciendo en todos los aparatos; por la manipulación de información, la era de las noticias falsas, que es un tema central en ‘1984’. También la pérdida de la privacidad, el control totalitario y la caída del pensamiento político“, aseguró Rojas sobre la vigencia del texto.
Impresión que es compartida por Mayol, quien además argumenta que parte de esa contingencia está en la fácil adaptación que permite la novela a las problemáticas que aquejan a nuestra sociedad contemporánea. “Si esta distopía significaba una referencia a los regímenes totalitarios, hoy vemos que este mismo fenómeno es posible incluso en las democracias. Ciudadanos que realmente desprecian lo que viven, sueñan con su transformación, donde los que pueden se saltan las normas, que se cuestionan sobre la autoridad de quienes dominan, pero que sencillamente se adaptan porque no tienen otra alternativa”, señaló el sociólogo.
Un punto que igualmente cobra sentido y permite paralelismos en la academia: “Alguna vez, en una investigación, determinamos la existencia de un ‘rebelde adaptativo‘, de una persona que quisiera rebelarse pero que mañana tiene que ir a trabajar. Ni hablar de sumar a todo esto la existencia de nuevas formas de hablar para disminuir la apertura del pensamiento, llamada la ‘neolengua’ en la obra, el doble pensar, la posibilidad de sostener creencias contradictorias simultáneamente. Y el crimen de la disidencia, de pensar distinto a las estructuras políticas. Todo eso parece una profecía más cumplida que una simple distopía”.
Esa habilidad profética es, para Lavín, una característica que resulta propia de los buenos escritores. “Este es un libro que fue escrito entre el año 1945 y 1948. Es decir, cuando ya había acabado la Segunda Guerra Mundial. Uno piensa que después de una guerra vienen aires de alegría porque eso fue lo que se vivía, porque por fin terminó el horror. Y escribir una obra con una lucidez, pero con una visión tan pesimista del futuro nos hace pensar en cómo siempre son los poetas, los escritores, la literatura, los que tienen la percepción, la temperatura del momento histórico que están viviendo. Son estas tiresias que nos van dando luces respecto del futuro”, reflexionó la conductora de “Vuelan las plumas“.
Algo que, igualmente, sustenta su condición de clásico literario. “Es terrible pensar que básicamente un clásico es una profecía que sobrevive al tiempo debido a que es tan coherente lo que plantea que es imbatible, no puede destruirse, no se corrompe”, comentó Rojas. “Y el caso de ‘1984’ es terrorífico porque finalmente es una línea que sigue. Tenemos Estados democráticos, luego viene la falla del sistema político, luego se descree la democracia, luego llegan los populismos y los totalitarismos que ofrecen soluciones masivas asociadas con tecnología… Luego caemos en la distopía, y luego nuevamente alguien la rompe. Y comenzamos otra vez con sistemas democráticos. Es un ciclo, un espiral donde no puedes escapar. Y eso es muy aterrador“.
Sin embargo, el caso de ‘1984’ no solo habla de una valoración por parte del mundo de la literatura. Por el contrario, en la novela de Orwell todavía resiste un interés juvenil que parece inagotable. “Hay un aspecto muy interesante que me llama la atención en este libro, y es el hecho de que su lectura es fácil y resulta tremendamente reconocible para los jóvenes de hoy. Es un libro que te invita a escribir, a pensar en cómo esta realidad puede también tomar nuevos rumbos. Es un libro que a pesar de su dureza y de su cruel realidad, te permite abrir nuevos caminos para la escritura, para el pensamiento, para la reflexión”, afirmó Lavín.
Situación que incluso es reconocible en un paseo cotidiano por alguna capital del mundo. Así lo vivió Alberto Mayol: “El mejor ejemplo es tan simple como lo siguiente. Para venir a Chile, tuve que ir desde mi ciudad hasta Madrid y desde ahí tomar el avión. Y entonces fui a Madrid temprano para hacer varios trámites, y después me fui en metro al aeropuerto. Cuando me subo, la primera persona que vi que llevaba un libro estaba leyendo ‘1984’ de Orwell. Una chica de unos 25 años, abstraída en esta lectura. Me parece evidente que la capacidad de paralelismos con nuestro momento histórico, el interés con lo cual nos conmueve la obra. La relación amorosa, la destrucción burocrática, los cambios culturales, el manejo de las noticias falsas”.
“Evidentemente no es que esto haya resistido el paso del tiempo”, sumó el sociólogo. “Es que el tiempo no se resistió al paso de ‘1984’”.