Sábado redondo

  • 27-07-2014

Sabbat (shabatt, voz hebrea), día santo del judaísmo dedicado a Dios, en que se prohíbe todo trabajo o actividad.

Sábado redondo. Con mis nietos en un hermoso parque del cerro San Cristóbal. Después, té con pastel en casa de una hija, reunión familiar. Más tarde, agradable cena, vino, televisión, lectura. Esto es vida normal en Santiago de Chile un sábado por la tarde, fines de vacaciones de invierno, miles de padres y abuelos, como yo, paseando a sus nietos en los lugares clásicos: plazas, zoológicos, juegos infantiles, cines.

A la misma hora, en la Franja de Gaza, dolor, muerte, espacios vacíos donde ayer se alzaba la casa familiar. Padres, madres, abuelos y abuelas, abrazando los cuerpecillos inertes de sus hijos o nietos muertos, después de casi tres semanas de desigual ofensiva militar israelita.

Ni el ghetto de Varsovia podría justificar hoy, después de 70 años, la ignominia de los ataques militares indiscriminados del ejército israelí, del Estado de Israel, contra un pueblo tan indefenso como aquellos judíos polacos en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial.

¿O es que tal vez, Israel aprendió con excelencia de sus verdugos?

Recordemos que el Estado de Israel nace del fuerte movimiento sionista que, a fines del siglo XIX. levanta la idea de la creación de un Estado propio, visto que los judíos de la diáspora no lograban una asimilación plena en los países de residencia (debido, en particular, a las intensas persecuciones en su contra en Rusia, Alemania, Austria, etc.).
Como consecuencia de aquello, los sionistas, prácticamente como un movimiento de liberación nacional, inician una intensa movilización paneuropea promoviendo la idea del ’’anhelado retorno a Sión”, la tierra de sus antepasados, el Reino de Judá, del cual habían sido expulsados en el año 70 a.c. por los romanos. Así logran identificar al judaísmo con el dogma de una nación unida férreamente por una fe religiosa, premunida de la irrenunciable necesidad de construir su Estado propio. Para ello, conciben la idea de lograr concentrar territorialmente a todos los judíos del mundo en un mismo lugar, creando allí su propio Estado, como lo explica muy bien el padre del sionismo, Teodoro Herlz, en su libro “Der Judenstaat” (El Estado de los judíos) de 1896.

“Palestina es nuestra inolvidable patria histórica. El sólo oírla es para nuestro pueblo un llamamiento poderosamente conmovedor. Si su Majestad el Sultán nos diera Palestina, nos comprometeríamos a sanear las finanzas de Turquía. Para Europa formaríamos allí parte integrante del baluarte contra al Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie. Como Estado neutral mantendríamos relaciones con toda Europa, la que, a su vez, tendría que garantizar nuestra existencia”.

Creo que esta precisa cita de Teodor Herlz ahorra mayores comentarios, pues contiene todo el fondo de los sucesos en la Franja de Gaza, atrocidades que hoy el mundo repudia.

Después vendría la barbarie nazi y sus terribles consecuencias, los 4 millones de judíos exterminados en campos de concentración, y el famoso pacto -secreto hasta hace poco- por el que franceses e ingleses presionaron a Turquía a entregar el espacio físico de territorios en torno a Jerusalén para instalar a los judíos, algo que comenzó a suceder bastante antes del 29 de noviembre de 1947, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas, bajo la égida de un interesado Estados Unidos, aprueba el Mandato Británico para Palestina y con ello la creación, artificial, hay que decirlo, de un Estado judío en tierras árabes de esa región..

No soy antisemita, no podría serlo, porque me duelen Auschwitz, Treblinka, Majdanek, Chelmno y tantos otros. No podría serlo, porque tengo un gran respeto por el pueblo judío, por sus grandes figuras en todos los campos de la inteligencia humana, porque tengo queridos/as amigos/as judíos/as. Pero hoy me duele Gaza, me duelen esos padres y abuelos abrazados a sus niños muertos por la metralla del Estado de Israel. Algo tan imperdonable como aquellos otros crímenes contra la humanidad.

Porque esos abuelos y padres no tienen hoy un shabatt redondo como yo pude tenerlo esta tranquila tarde de invierno con mis nietos. Porque esos padres y abuelos no podrán olvidar, ni tampoco perdonar.
Ya lo dijo Pablo Neruda -en otro contexto histórico, es cierto- pero sus versos cobran absoluta validez universal ante los brutales crímenes que los israelitas están cometiendo en Gaza:

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.

Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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