En entrevista con Juan Pablo Cárdenas, Víctor Herrero Aguayo, autor del libro “Agustín Edwards Eastman, una biografía desclasificada”, relató algunos de los episodios más relevantes en la vida del patriarca de un clan que ha tenido gran injerencia en la Historia de Chile. Desde sus inicios, como descendientes de un barbero inglés, hasta el rol que jugó el actual dueño de El Mercurio en el derrocamiento del Presidente Allende, durante la dictadura y, por cierto, el perdonazo con que lo favoreció la Concertación, hasta lo que se podría denominar como sus postrimerías: “El clan se acaba, los Agustines Edwards se acaban con este último”, aseguró el autor.
Víctor Herrero es periodista, editor y consultor independiente. Graduado de la Universidad Católica de Chile, trabajó en la Revista Qué Pasa, fue corresponsal para América Latina de esta publicación. Además, colaboró en Reportajes de El Mercurio y fue editor dominical de La Tercera. Es magíster en Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia y fue editor del Wold Street Journal.
¿Cuál fue tu propuesta?
Originalmente la idea era hacer una biografía de él como dueño de El Mercurio y de grandes empresas, eran 87 años de Historia de Chile, política y económica. A muy poco andar me di cuenta que no podía hablar de este personaje sin hablar de sus antepasados, él es un heredero. No forjó fortuna, no creó El Mercurio, y ese viaje para mí fue fascinante y me hizo entender varias cosas que hoy pasan en Chile.
Dejas claro que de los Edwards él es el más botarate, el que más ha gastado dinero. Pero de los orígenes, descubres al primer Edwards que llegó a Chile (del cual se ha hecho casi una mitología), pero parece que fue un barbero que llegó en un barco.
Empieza a construirse a fines del siglo XIX, cuando los Edwards ya son inmensamente ricos y es algo que le ha pasado a muchas familias que hicieron riqueza en ese siglo, que es el siglo de oro del capitalismo salvaje. Tienen tanto dinero que buscan justificar ese estatus social con ancestros nobles, aristócratas, cuando los primeros eran self made man, es decir, se hicieron ellos mismos.
George Edward era una persona común y corriente y, como muchos jóvenes ingleses de la época, se embarcó en la aventura a recorrer los mares, él estaba en barcos corsarios (los que tenían permiso de la corona inglesa para asaltar barcos españoles que estaban en América).
Pero es una persona audaz, logra establecer un matrimonio con una muchacha de la sociedad chilena y así cimentar el clan.
Efectivamente, esa historia a los Edwards les gusta mucho contarla. Como George Edwards llega a Chile en un barco y a él le toca asaltar una hacienda de un terrateniente local, la familia Ossandón, donde conoce a Isabel. Lo que cuenta el mito familiar es como de película, que George no quiso abordar el barco, abandona a sus compañeros y se queda con Isabel.
Según cuentas en tu libro, una vez en Chile, empieza con la historia de que es médico y tiene problemas legales por ejercer la medicina de manera ilegal.
Hay que recordar que estamos en la época de la pre Independencia, (1805 – 1806) él llega a La Serena y esta gente que venía de Europa podía inventarse identidades nuevas. En el barco, él era barbero, y los barberos a bordo cumplían funciones básicas de medicina, como de primeros auxilios o amputar piernas, pero era un cargo menor a ser vigía.
Entonces, se hace pasar por médico sin serlo jamás. En la investigación descubrió que había médicos serenenses que lo demandan por ser un fraude, mal médico y que, además, les quita a los pacientes.
Hay una parte de la historia que no logré dilucidar bien, porque él se tiene que escapar de Chile y puede ser que tenga que ver con la acusación, pero no está muy claro. Escapa algunos años, se va a Lima y cuando vuelve se casa con Isabel Ossandón y se pone del lado de los patriotas chilenos para la Independencia.
Eso es muy interesante porque se podría pensar que la familia Edwards no fue partidaria de la Independencia, pero lo fueron y entregaron recursos. Sin embargo, este Edwards es más bien una anécdota porque la dinastía parte con el hijo, Agustín Edwards Ossandón y continúa Edwards Ross, Edwards Budge, Edward Mc Clure y Edwards Eastman, que es el objeto central de la biografía, pero no se puede analizar todos los hechos del libro, pero sí algunos esenciales.
Yo deduzco que esta es una familia que cimentó una enorme riqueza sobre la base de la especulación, de la utilización del dinero, no de la producción. Porque cuando tienen la oportunidad de explotar las minas de salitre o cobre lo que hacen es prestar plata para quienes producir y son implacables al respecto. En el libro se cuenta la historia que uno de ellos no le perdona la vida a una viuda que quedó en la ruina y ganaron mucho dinero por esa vía y propiedades con expropiaciones.
Sí, son pagos de deudas. Los primeros Edwards no estaban muy interesados en terrenos porque en esa época la plusvalía era muy baja. Desde el primer Agustín Edwards son gente de dinero, de las finanzas, de la especulación. Recordemos que en esa época no existían los bancos, entonces él era una especie de banco unipersonal, operaba en la zona del norte (Vallenar, Copiapó) que en ese momento era la frontera de Chile que, en esa época era un territorio casi de nadie, donde se imponían los más fuertes, entonces ese Agustín tuvo la genialidad de entender que el verdadero negocio no era sacar cobre sino financiar las operaciones, por lo tanto, no participar en nada, pero manejar el negocio.
Es interesante también ver cómo los Edwards van forjando su relación con la política, como van recibiendo favores del Estado y de los políticos, incluso antes de que exista El Mercurio.
A mi juicio, un momento clave, donde ellos se dan cuenta de la relación entre poder económico, poder político y el rol de los medios ocurre en la Guerra del Pacífico. Ahí, Agustín Edwards Ross compra periodistas, una cobertura favorable a su causa. En ese momento se dan cuenta que necesitan invertir en eso, que es la palabra clave. Compran en El Mercurio de Valparaíso y después crean el de Santiago.
Para ahondar en lo que mencionas, para mí resultó una sorpresa que este clan que fue liberar en lo económico del siglo XIX, que ahora es neoliberal, que sin embargo, durante toda su vida se ha visto favorecido por el Estado, por préstamos, perdonazos…
Es lo que siempre se ha dicho de la clase empresarial chilena, que cuando le va bien en los negocios reclaman la independencia del Estado y cuando les va mal recurren al Estado para que los salve de sus malas decisiones o de la circunstancias de las economías.
¿Cuál podría ser la ideología detrás de ellos o son personas que solo quieren ganar dinero?
En lo personal y fuera del libro, en general la clase alta chilena empresarial tiene por máxima filosofía es el dinero. Un recuerdo de eso es que cuando se descubrió que Pinochet tenía dineros en el Banco Riggs y muchos dijeron ¡No, esto sí que no! Es como decir: los desaparecidos da lo mismo, los muertos dan lo mismo, la censura da lo mismo, pero que se robe plata, no.
Esto es una filosofía general del capitalismo que se cimienta en el siglo XIX. En el caso de los Edwards va un paso más allá, es el dinero, pero también la influencia y el poder. Yo los describo como portalianos, lo que se resumen en libertad para emprender, económica, y orden interno y social estricto que permita desarrollar los negocios sin mayores problemas. Entiéndase desde laxas leyes laborales a control político, por eso que a este Agustín Edwards no le costó nada estar con la dictadura de Pinochet porque él no lo veía como un personaje muy autoritario, sino como un segundo Diego Portales que les permite libertad económica y orden interno.
También se nota que son más protestantes que católicos en el sentido del calvinismo y que ganar dinero era una aspiración legítima en la vida. Da la impresión que también ahí se explica el origen de la familia.
En el actual Agustín Edwards, este personaje de 86 años que sigue gravitando en la política, en el libro quedan claras sus vinculaciones y cómo van evolucionando desde Europa a Estados Unidos, lo que lo llevó, incluso, de ser tildado se agente encubierto de la CIA y que tuvo una injerencia en el derroque de Salvador Allende. Una de ellas, es el dinero que El Mercurio recibe en la época cuando convence a sus amigos estadounidenses que es un medio fundamental para oponerse a Allende.
La historia de El Mercurio no es la historia de una empresa exitosa, sino de una que ha vivido subvencionada: Estados Unidos, después la dictadura y, ahora, la postdictatura. ¿Él fue un operador de la CIA?
Mi opinión es que no fue un agente de la CIA, sino algo mucho más importante que eso. Él es un amigo de la CIA, un amigo de Estados Unidos, un hombre de la Guerra Fría que se mueve a altos niveles.
Una de las revelaciones que tiene este libro es que Agustín Edwards desde el 64 se reunía con Estados Unidos para evitar que Salvador Allende llegue al gobierno, entonces es más que un operador de la CIA, es parte de un gran establishment, muy amigo de Rockefeller y de Donald Kendall, siempre mantuvo relaciones de muy alto nivel en Estados Unidos, la CIA, la Casa Blanca…
¿Cuánto dinero le dio la CIA a El Mercurio?
Lo único que sabemos con certeza son los dineros de la Unidad Popular que en el lapsus de un año y medio, de fines del 71 a principios del 73, están comprobados casi 2 millones de dólares de la época. Pero hay que hacer los cálculos con cuidado porque al ser plata negra podía alcanzar cuatro o cinco veces su valor. Hoy en día sería difícil, pero hablemos de 15 o 20 millones de dólares, que no es poca plata para un periódico.
Es muy reveladora la forma en que se desmoronaba este último Agustín Edwards en la época de Allende, al punto que existió la posibilidad que el propio Allende hiciera alguna gestión para adquirir El Mercurio, viene una crisis en la familia Edwards, la ruptura de Agustín con su hermana Sonia lo que casi hizo que se cambiara de manos, pero, finalmente, le recomiendan a Allende que no lo haga, seguramente entendiendo que esto era meterse con los poderes fácticos de Estados Unidos.
En el libro uso la cita de un familiar muy cercano a Agustín Edwards, Jorge Ross. En una entrevista él dice que el gran error de Allende fue no cerrar El Mercurio. En el libro se muestra que este diario es la única voz fuerte contra la Unidad Popular. Hoy han pasado cuarenta años, yo pertenezco a otra generación, pero si uno mira la época de la UP ellos sacaron casi el 50 por ciento, entonces, no hablamos de una coalición desgastada políticamente, sino que Estados Unidos se da cuenta que la única posibilidad que tienen de sostener a la oposición es a través de El Mercurio.
El desempeño de El Mercurio durante la dictadura fue bochornosa, pero sobre todo por la forma en cómo la dictadura metió mano a un medio que le fue tan fiel, pese a que hubo uno o dos directores que se revelaron a esta obsecuencia, situación que Agustín Edwards no permitió. ¿Esta fidelidad es un asunto económico o económico-ideológico?
Yo diría que económico, ideológico también en la medida que la dictadura estaba implementando todas las políticas que el clan Edwards ha venido defendiendo desde el siglo XIX. Pero la lealtad con Pinochet, la gratitud, es económica. Pinochet le salvó en más de una vez El Mercurio, recordemos que con la crisis del año 82 quiebra. Había una necesidad mutua entre ellos dos porque, supuestamente, en este medio se aglomeraban los partidarios de Pinochet. Entonces, llegan a que lo mejor es que no cambien de dueños y esto es tanto así que en año 82, Agustín Edwards saca a Arturo Fontaine y él mismo se pone al mando, por primera vez se pone a la cabeza del diario.
Los periodistas de esa época reconocen que se sintió la mano de su llegada. Llegó y el diario se volvió aún más reaccionario, pro gobierno, ciertos temas no eran publicados…
Se fascinó con esta profesión y se queda ahí. Pero después viene el salvataje de Pinochet, quien le paga las deudas al diario, situación que es avalada por los gobiernos de postdictadura.
Lo impresionante de ese salvataje es que los operadores son todos hombres de Edwards. La gente del Banco del Estado habían sido columnistas, asesores, como Álvaro Bardón. Esa operación se hizo porque El Mercurio tenía muchas deudas con el Banco Estado y había una preocupación que con la llegada de la Concertación tuviera una palanca debido a estas deudas, por eso las sacan del Banco y las enjuagan.
Lo que no se imaginó Agustín Edwards es que los gobiernos de la Concertación le perdonaron la vida a El Mercurio y, también, le facilitaron el camino para convertirse en el oligopolio que hoy son asesinando a muchos medios en la postdictadura.
¿Cuál es la situación actual de los Edwards, se acaba el clan, permanece, qué opinas?
Mi impresión es que el clan se acaba, que los Agustines Edwards se acaban con este último. Hay otro, su primogénito, que no tiene hijos, por lo tanto, se acaba igual. Además, Edwards Eastman no va a heredar mucho a sus hijos comparado con lo que heredó él. Ha habido intento de comprar El Mercurio por parte del grupo Luksic y creo que estamos llegando al fin de esta gran dinastía.
Entonces, la pregunta para los periodistas es qué va a pasar con El Mercurio, se entiende sin los Edwards, por eso creo que este libro llega como epitafio, no veo a los Edwards jugando un rol determinante en el Chile de las próximas décadas.