Grecia: Triunfa Syriza y le sale al paso a neoliberales y socialdemócratas en Europa

El partido liderado por Alexis Tsipras, que quedó al borde de la mayoría absoluta, prometió terminar con el neoliberalismo y las políticas de ajuste en ese atribulado país.

El partido liderado por Alexis Tsipras, que quedó al borde de la mayoría absoluta, prometió terminar con el neoliberalismo y las políticas de ajuste en ese atribulado país.

Desde que se constituyó la Europa actual sin los llamados “socialismos reales”, no había llegado al poder una coalición que estuviera, por decirlo de alguna manera, a la izquierda de la socialdemocracia. Esto no solo da cuenta de la importancia histórica del triunfo de Syriza en Grecia, sino de los nuevos vientos políticos post-crisis económica que están soplando en todo el continente

Según las cifras ya oficializadas, Syriza obtuvo 149 escaños, a dos de la mayoría absoluta. Le sigue la conservadora Nueva Democracia, del actual primer ministro Antonis Samarás, rozando el 29% de los votos (78 escaños). Y en tercer lugar el partido neonazi Aurora Dorada se sitúa como tercera fuerza, con el 6,38% de los votos, similar a lo que obtuvo en comicios anteriores

Hay, a primera vista, tres elementos importantes que pueden mencionarse a propósito del triunfo de Syriza. La primera es obvia: no hubo hasta ahora un liderazgo tan convencido en combatir la receta que por unanimidad ha usado Europa para salir de la crisis: el ajuste. En 2012, cuando Francois Hollande ganó las elecciones en Francia, dijo en su discurso victorioso que “no somos cualquier país del mundo, somos la Francia y hemos de llevar los valores de la República más allá de nuestras fronteras”. En aquel momento, se esperaba que desde ahí surgiera un punto de inflexión para la alicaída socialdemocracia y una alternativa distinta a las durísimas políticas restrictivas que durante años padecen millones de europeos. Pero ya sabemos que, a poco andar, Hollande ha visto dilapidado su capital político y hoy es un subordinado más de la voluntad de la Eurozona digitada por Alemania

Desde que empezó a aplicarse la política de restricción en Grecia, en mayo de 2010, hubo permanentes promesas de que se trataba de un sacrificio transitorio para dar paso a un futuro mejor. Pero ese momento nunca llegó. Las medidas de austeridad han quitado pista a las posibilidades de despegue de la economía, alargando el tiempo una situación que, con justa razón, ha sido llamada “drama humanitario” por el Syriza. Han quedado entonces demostradas tres cosas: que el Gobierno no tiene poder, que los costos de las crisis los pagan los más pobres y que el neoliberalismo quita más que lo que da. El partido de Alexis Tsipras surge entonces como consecuencia a todo ello.

Una segunda consecuencia, derivada de la primera, es principio de la decadencia quizás terminal de la socialdemocracia en Europa. Para que el triunfo de Syriza fuera posible, el partido de esa tendencia, el Pasok, debió primero desgastarse política y económicamente en un gobierno que aplicó con rigidez el ajuste. Y luego, debió derrumbarse electoralmente hasta convertirse a partir de hoy en un partido marginal. Al fin y al cabo, la crisis que estalló en 2008 ha sido continental, pero también ha sido la ruina para esta corriente política que, entre otros aportes, forjó el estado de bienestar durante el siglo pasado.

Vaciado de ideas, el único camino que encontró el líder del Pasok, Evángelos Venizelos, fue hacer su propia campaña del terror contra Syriza, a pesar de que sería obvio (o quizás no) suponerlo más cerca de aquel sector que de la derecha. Durante toda la campaña, afirmó que el triunfo de Tsipras sería “un desastre” para Grecia, al tiempo que hizo votos porque su partido saliera tercero y estuviera disponible para formar gobierno –ubicuamente- con la derecha o bien con Syriza. Dijo algo que probablemente hemos escuchado en otra parte: la socialdemocracia es hoy garante de la gobernalibilidad. Muy poco dijo en campaña de transformaciones o de las demandas sociales de la población.

Al respecto, la próxima estación es España: Mariano Rajoy se empeñó en negar que el futuro de Grecia y de su país estuvieran encadenados, pero al final no resistió la tentación de viajar a Atenas y hacer campaña por el ahora derrotado candidato del oficialismo, el ex-comisario europeo Stavros Dimas. En la península ibérica Podemos sigue consolidándose y lo hace, necesariamente, a costa del Partido Socialista Obrero Español, que en el segundo periodo de Rodríguez Zapatero hizo propias las políticas de ajuste y nunca más volvió de su cuesta abajo en la rodada. Pablo Iglesias fue invitado de honor del cierre de campaña de Alexis Tsipras y ambos tienen la intención de empujar un proceso de giro ideológico en Europa.

Lo último, y que también es una lección para España, es el fracaso absoluto de la Campaña del Terror. Lo dijo en un discurso, el jueves pasado, el primer ministro Antonis Samaras: “Es o nosotros o el caos”. Pero no funciona.

No funciona porque el verdadero terror ya se ha vivido con el ajuste. Y no funciona porque no se puede creer a quienes han gastado y malgastado su credibilidad no solo en políticas draconianas, sino también en situaciones de corrupción y, en general, en un profundo alejamiento de la voluntad ciudadana. Es también una alerta para la ejemplar idea de la unificación de la antes desangrada Europa. La Unión Europea no puede hacerse sin los europeos, tal como el sufrimiento de millones de personas no puede ser el precio a pagar por salir de una crisis. Ahora que además hay conflictos étnicos y culturales que derivan en hechos de sangre, quizás es la hora de volver a probar con una vieja e infalible idea: no hay paz sin justicia social.





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