Eugenio Tironi explica en su último libro, “La lección”, que la demanda de los jóvenes el 2006 estuvo “perfectamente encuadrada en la filosofía educacional imperante”.
En ese minuto, los estudiantes observaron la educación, expone Tironi, como una inversión, que aumenta el valor de quien la recibe, por lo que están autorizados a pedir una rentabilidad prometida.
Las actuales manifestaciones de los estudiantes, ¿están enmarcadas en un nuevo paradigma?
Creo que sí. Que la educación superior sea gratuita es una demanda lógica. No estoy tan claro que sea lógica desde el punto de vista del Estado satisfacerla, pero desde el punto de vista de los estudiantes y sus familias sí, lo es.
El anuncio de la Presidenta Michelle Bachelet en torno a los primeros beneficiarios de la gratuidad —60 por ciento de estudiantes más vulnerables del Cruch, y CFT e IP acreditados y sin fines de lucro—, ¿fue errado comunicacional y políticamente?
Me recordó esas promesas que hacía el Gobierno de Sebastián Piñera donde sonaban muy espectaculares, pero cuando se leían en detalle se relativizaba o modificaba, en la letra chica, el sentido de la promesa original. Acá pasa un poco eso: está la promesa de gratuidad, pero hay que ponerle cortapisas porque los recursos no alcanzan. Y las cortapisas son los estudiantes vulnerables, el Cruch o los CFT e IP sin fines de lucro para reducir el universo. Con esto, en cierto modo, se traiciona la finalidad de promesa y el efecto agregado de todo esto es bastante negativo.
¿Tuvo un efecto inverso adelantar parte del proyecto?
Cualquier cosa que se hubiese propuesto iba a producir resistencia. En este tipo de casos no hay soluciones perfectas. Entonces es difícil juzgarlo.
Lo que encuentro complicado fue haberse metido en este tema cuando todavía está pendiente, lo que a mi juicio es lo esencial, la Carrera Nacional Docente. Yo hubiese puesto toda la energía, capacidad política, convocatoria del Gobierno y procesamiento del Parlamento en este proyecto de ley.
Porque en la actualidad se observa que están todos los frentes abiertos: el de la gratuidad de la educación superior, el de la Carrera Nacional Docente con el Colegio de Profesores en paro y se tiene abierto también el de desmunicipalización.
Ningún sistema soporta tantos frentes abiertos.
En relación con los actores involucrados en la Reforma Educacional, ¿cómo ha lidiado el Gobierno con estos frentes y específicamente con los profesores, secundarios, universitarios o con los rectores?
El Gobierno tiene que hacer fantasías para lidiar con todo esto. No me gustaría estar en el pellejo del Ministro Eyzaguirre. Se ha intentado mantener viva su oferta de tal modo ganar algún grado de paz social. Más que mal el 2014 no fue un año con manifestaciones ni con demasiadas interrupciones de escolares. Se mantuvo un grado relativo de paz. Éste es un propósito central del Gobierno, pero de tanto hacer fantasías termina perdiendo la pelota. De pronto el Gobierno va a tener que ser más claro y poner límites: decir qué puede hacer y qué no. Esto implicar aceptar y encarar ciertos conflictos.
En su libro dedicó un capítulo completo sobre los profesores y su reinstalación en la elite del país. ¿Cuáles son los puntos que destacan cuando hablamos de la imagen —o lo que reflejan los docentes— y cómo se puede llevar a cabo un cambio de percepción de la ciudadanía?
La degradación del estatus del profesor es también universal, no solamente es un problema chileno. Tiene que ver con muchas cosas, entre otras, con que buena parte de la educación se desarrolla fuera de la escuela a través de las redes sociales o partir de la familia.
Además, con esta tendencia de tratar al profesor como si fuera un empleado. Los profesores son una extensión de la nana en la casa. Y aquellos que no tienen, son las nanas que nunca tuvieron.
Hay que darle mayor estatus al profesor, una carrera que no tenga un techo tan bajo como se tiene hoy y protección institucional. Esto pasa por entregar mejores condiciones de trabajo y mejores remuneraciones. Se tiene que fomentar que mejores estudiantes opten por pedagogía, pero no se hará si no se cumplen las condiciones anteriores.
Usted ha catalogado que la educación está sobrevalorada. ¿La Reforma Educacional, con sus ochos proyectos de ley, también está sobrevalorada?
Definitivamente sí. El gran triunfo del neoliberalismo ha sido imponer y volver hegemónica la idea que el progreso de las personas y su movilidad social depende de su talento, de su capacidad y su esfuerzo. Se ha llevado a una suerte de fetichización de la educación y de su valor. Esto ha significado que la familia coloque más y más recursos en la educación de sus hijos.
Esto es como una crónica de una frustración anunciada. No se le puede pedir al sistema educacional que logre tantas maravillas y, en particular, que corrija los problemas de desigualdad que tiene la sociedad chilena, porque es sabido que la educación reproduce e incluso amplifica la desigualdad. Los niños llegan al sistema escolar con las competencias que han adquirido de sus familias de sus padres y esas competencias son extraordinarias y crecientemente diferentes. No hay sistema escolar del mundo que pueda corregir la desigualdad. Esto vamos a tener que sincerarlo.
¿Quién lo tiene que sincerar?
La clase dirigente, porque acá todo el mundo ha sido responsable. Desde luego los intelectuales y los académicos, también los economistas que se han vuelto la voz dominante en el campo de la educación, y luego de los dirigentes políticos y gobiernos.
Hemos depositado en la educación la solución de problemas que hay que encarar por otras vías, que a veces son mucho más dolorosas como la redistribución del ingreso, la modificación de las relaciones laborales o mejorar los mecanismos de transporte público con el fin de que las madres y padres estén más horas con sus hijos.
Debe haber un apoyo más fuerte a las madres durante su embarazo. Quizás lo mejor que se ha hecho por la educación en Chile en los últimos 20 años, ha sido la extensión del postnatal. Mucho más de lo que se hizo con el copago o con la gratuidad en la educación superior. Porque el apego que tendrá ese niño con su madre es impagable para toda su vida.
En el libro expuso que lo que trajo de vuelta a La Moneda a la Presidenta Michelle Bachelet era “desmercantilizar aquello que la dictadura había mercantilizado”. Por lo menos en materia educacional, ¿era necesaria una retroexcavadora?
Creo que no. Esa visión de la mercantilización es típicamente de economistas y de gente que ve las cosas desde arriba, que observa que ésta es una discusión de modelo, que está más preocupada de confirmar y discutir teorías que de comprender las prácticas sociales.
Las familias no están buscando lo que buscan los expertos. Ellos están buscando un entorno que permita a sus hijos crecer con seguridad y construir redes con personas de familias de un origen parecido. Y sobre todo evitar que caigan en conductas que ellos estiman como patológicas.
Usted afirmaba que las personas buscaban la desigualdad…
Exactamente las personas buscan mecanismos de diferenciación. Entonces para esto ocupan mecanismos de mercado. Para eso ocupaban el copago. Va a producir mucha resistencia llegar y decir, se lo voy a arrebatar, le voy a quitar los patines, tanta que va a generar que esto no funcione. Porque la gente va a buscar triquiñuelas y va hacer trampa. Porque ninguna política pública ni ley va a ser capaz de detener esta pulsión por la diferenciación, como se impone en el resto de los países.