El sitio web del Sistema de Información Nacional de Calidad del Aire (SINCA) muestra un mapa del país que representa diferentes grados de contaminación. Es en la zona central y en la zona centro sur donde aparecen puntos rojos, evidenciando la mala calidad del aire. Y es que este lunes fue decretada la primera emergencia ambiental desde 1999 para la región, decisión que determinada por los niveles de material particulado existentes en el ambiente.
Este año, las autoridades del Ministerio del Medio Ambiente realizaron cambios en los estándares de medición de la calidad del aire para esta zona, tras decretar alerta sanitaria ambiental en la Región Metropolitana entre el 1 de abril y el 31 de agosto del 2015. Esta medida se suma a la entrada en vigencia de la norma de medición de material particulado fino (MP 2,5) del año 2012, que considera este tipo de partículas, cuatro veces más pequeñas que las que se consideraban anteriormente para determinar los niveles de contaminación (MP 10), y más perjudiciales para la salud. Si a esto se suman las condiciones meteorológicas, el panorama no es alentador.
Los índices de contaminación en esta región, como explica el investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 de la U. de Chile, Nicolás Huneeus, están cruzadas por las condiciones de ventilación y la alta intensidad de emisiones, que combinadas, provocan escenarios como el del día de hoy donde una de las medidas es la restricción vehicular. Como plantea el profesor Leonardo Basso, Coordinador Docente de la División Ingeniería de Transporte de la Universidad, esta medida ha comprometido a “casi un 50 por ciento del parque automotriz: 40 por ciento de los catalíticos, 80 por ciento de los no catalíticos”. Para mitigar la contaminación por este tipo de fuentes, explica el académico, resulta clave el uso del transporte público ya que a menos motores encendidos, menos contaminación, y “los automóviles usan un motor para mover 1,3 personas en promedio en un día laboral”.
Pero para el académico las restricciones vehiculares no son una solución. Es más, “tener una restricción permanente genera el resultado opuesto porque después de un tiempo la gente comienza a comprarse un segundo vehículo de manera de no quedar en jaque con la medida, y ese segundo vehículo es más barato, más viejo y por lo tanto más contaminante que el primero”. Es por eso que, plantea, se debe fomentar el uso del transporte público, “tanto financieramente como en el espacio que se le asigna en la ciudad, y hay que hacer que el andar en auto cueste lo que realmente le cuesta a la sociedad”.
El transporte no es el único factor. Como agrega el profesor Huneeus, las estaciones de monitoreo del sector poniente, las que poseen más altos índices de contaminación, “por las altas temperaturas de la noche se han presentado alzas en estos indicadores, especialmente entre las nueve y las doce de la noche”, por lo que “no es el tránsito el que está impactando solamente, sino que es un fenómeno que está relacionado al uso residencial de combustibles”. Es en ese sentido que plantea que hay “un problema de hábitos y costumbres que hay que empezar a cambiar respecto a cómo calefaccionamos los hogares, a lo que debe sumarse cuál es la eficiencia energética que tenemos. Esos son problemas de fondo, de cómo el gobierno subvenciona esos cambios de política energética que tienen que haber también a nivel de los hogares”.
Manuel Merino, Jefe de la Unidad de Meteorología y Calidad del Aire del Centro Nacional del Medio Ambiente (CENMA) de la U. de Chile, explica que los actuales niveles de polución en la capital dejan en evidencia que la excesiva centralización de la ciudad de Santiago. “La Región Metropolitana, teniendo la menor superficie de todas las regiones de Chile, concentra casi la mitad de la población, del parque automotriz y las fábricas”, advierte Merino.
Según el académico, hace diez años el CENMA ha propuesto medidas que ataquen el problema. La descentralización –a través de la limitación o congelamiento del crecimiento de Santiago-, la regulación del crecimiento del parque automotriz y la prohibición absoluta del uso de leña como calefacción domiciliaria en el período otoño/invierno, son algunas de las medidas mencionadas por Merino.
Merino plantea que otro de los factores que tiene un rol protagónico en los altos niveles de contaminación que hemos alcanzado tiene que ver con el rol de los gobiernos que no han actuado oportuna y certeramente respecto al tema, lo que sus ojos responde a una “falta de voluntad política y a algunos intereses económicos de las industrias inmobiliarias, automotriz y del expendio de leña”.
Consecuencias en salud
Irritaciones en las vías respiratorias superiores, rinorrea, bronquitis y laringitis son parte de los efectos más comunes que sufre la población expuesta a altos niveles de polución, siendo los niños, ancianos y enfermos con patologías cardiovasculares los más vulnerables a padecerlos.
Sin embargo, la gravedad de la situación no se detiene ahí y en ocasiones sus consecuencias pueden bastante más críticas. “Estas partículas pueden penetrar hasta las partes más profundas del aparato respiratorio, incluso pulmones, provocando fenómenos inflamatorios e irritativos mucho más intensos, haciendo que los enfermos respiratorios se puedan ahogar, sufran crisis obstructivas y se descompensen”, dice el Dr. Felipe Rivera, especialista en Medicina Interna y en Enfermedades Respiratorias del Hospital Clínico de la Universidad de Chile (HCUCH). El facultativo asegura además que ya se ha demostrado que la contaminación en el largo plazo puede producir efectos similares a lo que produce el tabaco, como tumores pulmonares y fibrosis pulmonar.
“Más de 4.000 personas mueren prematuramente al año por enfermedades cardiopulmonares asociadas a la exposición crónica a MP 2,5. Esta cifra representa más del doble del número de fatalidades por accidentes de tránsito (CONASET, 2010)”, como explica el informe del ministerio del Medio Ambiente.
El Profesor Dante Cáceres, Jefe del Programa de Salud Ambiental de la Escuela de Salud Pública de nuestra Casa de Estudios, explica que las consecuencias en la población “se empiezan a producir al segundo o tercer día de exposición a estos niveles elevados de contaminación”. Recién entonces se podrá evaluar “si las medidas que se están tomando van a tener efecto en disminuir los posibles impactos en salud”. Entonces empieza la cuantificación: si se sobre cargan los sistemas de salud, si aumentan las consultas respiratorias y los problemas cardiovasculares, se evidenciará el impacto de las medidas.
Junto con subrayar que la solución de este problema también requiere de educación ambiental y civismo sobre el tema, Cáceres advierte en que el país precisa mayor investigación al respecto. “No es solo es necesario evaluar los niveles máximos de los contaminantes sino también la mezcla de éstos, el tipo de contaminante, el tipo de compuesto en las partículas. Para poder hacer una intervención tengo que tener un diagnóstico claro de qué es lo que tenemos. Se requiere precisar más a qué estamos expuestos. Esto no va a ser a corto plazo, es a largo plazo independiente, de las medidas que tomen las autoridades”, finalizó el académico.
Fuente: U. Chile