Este miércoles, a través de Facebook Live, el Observatorio de Niñez y Adolescencia entregó el primer informe a nivel nacional sobre COVID-19 y niñez. El documento fue elaborado por los investigadores Nicolás Contreras, Valentina Terra, Daniela Díaz y Natalia Bozo, en colaboración con Ricardo Caniggia y Danisa López.
Los investigadores señalaron que, desde el inicio de la pandemia en Chile, en los discursos de las autoridades ha predominado la idea que niñas, niños y adolescentes son “vectores” o principales fuentes de propagación del virus invisibilizando los efectos negativos que tiene en sus vidas, particularmente aquellos que se pueden profundizar en el largo plazo. Pese a que pueden presentar síntomas aparentemente más leves y tasas más bajas de mortalidad, los niños sí se pueden enfermar y, de hecho, la evidencia indica que por cada niña o niño que requiere de cuidados intensivos, existen ocultos 2.831 contagiados por coronavirus.
En Chile, la tasa de contagios ha aumentado enormemente en las últimas semanas, como lo explicó Nicolás Contreras durante la presentación.
“El alza es tan fuerte que al 30 de marzo la cifra era de apenas cien casos y al 12 de junio pasamos de esos cien casos a doce mil NNA contagiados. El número preciso de niños es 12385 contagiados”.
El 38% de estos casos tiene entre 15 y 19 años, un 21% pertenece al tramo entre 10 y 14 años, un 17% son niños y niñas de entre 5 y 9 años, finalmente aproximadamente 1 de cada 4 (24%) NNA positivos por COVID corresponde a primera infancia (0 a 4 años). En solo un mes los niños y niñas que han requerido hospitalización han experimentado un alza del 425 por ciento y 34 ya han fallecido, de los que 19 tenían entre 0 y 4 años.
Al comparar el número de contagios confirmados COVID-19 de 0 a 19 años en Chile con otros países 3 que han tenido alta presencia del virus (sobre 150.000 casos confirmados), ya sean de nuestra misma región u otro continente, nuestro país presenta 12.676 casos, sólo superado por Perú cuya cifra asciende a 13.014. La cantidad de personas de 0 a 19 años confirmadas en Chile se encuentra por sobre Italia (5.676), España (3.191), Reino Unido (2.666) y México (4.359); teniendo todos estos países un número de habitantes significativamente mayor a Chile. Es importante analizar el porcentaje de casos de 0 a 19 años en relación a la cantidad de diagnosticados positivos por país, ya que es un indicador que marca una tendencia con menor sensibilidad a la capacidad de testeo de cada nación.
Chile lidera las cifras para este indicador con un 7,9%, es decir, 8 de cada 100 personas con COVID-19 pertenece a este tramo de edad. Muy distante a la realidad de los otros países presentes en este análisis, donde la cifra oscila entre 1% y 3 %, salvo en Perú donde este porcentaje es de 5,6%, todos países cuya población en muy superior a la nuestra.
Pobreza e infancia, otro factor de riesgo
UNICEF ha sido clara en señalar que las consecuencias del COVID 19 podrían ser desastrosas para las personas más pobres en los países más ricos. En Chile, el 13,9% de los niños, niñas y adolescentes vive en situación de pobreza por ingreso y el 22,9% en situación de pobreza multidimensional.
Ahora, si se considera a todas y todos los NNA que experimenta algún tipo de pobreza ya sea por ingresos, multidimensional o ambas, la cifra aumenta a un 31,2%. Es decir, 3 de cada 10 NNA del país vive en situación de pobreza, lo que sin duda, los sitúa en desventaja inicial para enfrentar la emergencia sanitaria.
Ello afecta principalmente a los niños en primera infancia que además en Chile son un grupo que presenta un alto porcentaje de hacinamiento, una variable importante para contraer el virus, por la falta de posibilidades de mantener las distancias necesarias. Además de todo eso, otro factor fundamental es la desigualdad en el acceso a la salud y así lo señaló Valentina Terra.
“Otra barrera es la de la salud. 81,3 por ciento de los NNA está adscrito a Fonasa mientras que un 14,2 % está afiliado a Isapre, esto nos dice que probablemente veremos dos grupos que experimentarán desigualdad en el acceso a una salud de calidad y oportuna en el caso de requerir atención médica en este contexto”.
Otra consecuencia que afectará particularmente a las niñas y los niños atendidos por la salud pública, se relaciona con la disminución de las consultas y controles de carácter preventivo dirigidos a NNA y gestantes, cuyos impactos no será posible apreciar en el corto plazo, pero que pueden significar una sobrecarga adicional de trabajo del sector público de atención de salud que se sumará a la demanda incrementada por las secuelas físicas y psicológicas de la epidemia, según se puede leer en el documento del informe del Observatorio de Niñez y Adolescencia.
Cifras subnotificadas y una nueva forma de ignorar la niñez
La periodista Alejandra Matus, invitada a la presentación del estudio, puso el foco de atención en la información inicial entregada al momento del arribo de la pandemia de la nueva cepa de coronavirus a nuestro país.
“El gobierno chileno, como muchos otros gobiernos, señaló que el covid-19 venía con las personas que viajaron al extranjero, particularmente a Europa y Asia, se contagiaron en los focos que se habían desatado allá, que ingresaron por el aeropuerto, y que pertenecen al sector de mayores ingresos. La hipótesis siempre fue testear adultos y, en un comienzo, Chile estableció dos criterios para ello: el primero era tener síntomas y solo ciertos síntomas como la fiebre, y el segundo era haber estado en un país de alto contagio o saber que se había tenido un contacto estrecho”.
“Así, un niño con síntomas que no hubiera viajado y cuyos padres no detectaron un posible contagio, no sería testeado. Esa definición estrecha hizo que durante todo marzo las pruebas se dirigieran a una población de mayores ingresos y que cumplían con estos criterios, dejando fuera al resto de la población, incluyendo a los NNA ya que sobre la base de esta hipótesis no desarrollaban la enfermedad, sino que la transmitían. Así, si un niño desarrolló síntomas en marzo, muy probablemente fue diagnosticado con alguna otra patología que no fuera covid-19, porque no se estimaba que fuera probable. El sesgo de la hipótesis no permitió ver, en el exceso de muertes que hubo en marzo, cuántas realmente fueron por COVID-19”, agregó.
Por su parte, el pediatra social Iván Silva manifestó que la crisis sanitaria no ha hecho sino evidenciar una realidad latente desde hace siglos: la minimización de la infancia en la sociedad.
“A los pediatras sociales no nos extraña que esta invisibilización de la infancia también llegue a la pandemia, pues si no fuera por la problemática que surgió por el cierre de las escuelas, probablemente ni hablaríamos de los niños. El impacto en ellos sí existe y hay una subnotificación realmente dramática, pues no sabemos realmente las causas de fallecimiento de muchos niños porque hoy no todo parece ser covid, pero finalmente todo lo es. Habrá que empezar a solicitar mayor cuidado en los registros y sobre todo en la atención de salud de los niños pues los servicios de atención primaria han tenido que transformarse para dedicarse exclusivamente al virus, lo que es una cuestión que jamás habíamos visto”.
Finalmente, tanto Matus como Silva ponen el acento en la apremiante necesidad de que los niños, niñas y adolescentes chilenos cuenten con un estatuto de protección integral.
“No porque los NNA se enfermen menos, necesitan menos atención de salud. Necesitan igual atención de salud, esos 34 fallecimientos de niños, número que muy probablemente esté subregistrado, posiblemente no habrían muerto si no se hubiesen contagiado del virus y, por lo tanto, debe dolernos a todos como sociedad el no haber hecho lo suficiente”, reflexionó la periodista.
El estudio “COVID-19 y Niñez” concluye que la forma en que las autoridades y medios de comunicación se han referido a los niños y niñas durante el estado de emergencia sanitaria refleja un operar completamente distante del enfoque de derechos. El Observatorio de Niñez y Adolescencia, además hace un llamado a modificar el lenguaje, particularmente en dos sentidos: el primero es e incluso de la muerte de sus familiares o seres queridos. Esta situación puede tener consecuencias psicológicas muy adversas para los niños, niñas y adolescentes, que sin duda agudizarán los incalculables efectos sanitarios, sociales, culturales y políticos que ya experimentará la niñez a raíz de la pandemia.