Patrimonio intervenido durante las movilizaciones ¿hacia una reescritura del pasado?

El domingo recién pasado, durante la conmemoración del primer aniversario del 18 de octubre, dos iglesias fueron destruidas. Los hechos fueron cuestionados por las autoridades, pero, desde el ámbito académico se abrió una pregunta respecto de la resignificación del patrimonio durante la movilización: “La destrucción es compleja y hay que controlarla, pero los monumentos son activos”.

El domingo recién pasado, durante la conmemoración del primer aniversario del 18 de octubre, dos iglesias fueron destruidas. Los hechos fueron cuestionados por las autoridades, pero, desde el ámbito académico se abrió una pregunta respecto de la resignificación del patrimonio durante la movilización: “La destrucción es compleja y hay que controlarla, pero los monumentos son activos”.

Las intervenciones al patrimonio material no son nuevas. A lo largo de la historia existen diversos casos que hablan de procesos de cambios culturales. La dinastía Flavia, por ejemplo, que gobernó durante tres generaciones en Roma entre los años 69 y 96 D.C, derribó todas las huellas de Nerón. Lo mismo ocurrió, posteriormente, cuando se retiraron las estatuas que homenajeaban a Lenin.   

Entre 2018 y 2020 el mundo volvió a sacudirse frente a una ola de intervenciones que vivieron monumentos que iban desde Cristóbal Colón a Winston Churchill. Los casos más llamativos se vieron en junio recién pasado cuando, a raíz de la muerte de George Floyd, fueron derribadas al menos cinco estatuas en Estados Unidos e Inglaterra por ser consideradas racistas.  

En Chile las intervenciones se dieron, principalmente, durante el estallido social. Según un catastro elaborado por el Consejo de Monumentos Nacionales, entre octubre de 2019 y enero de 2030, fueron alterados cerca de mil 200 bienes patrimoniales. De ese universo, 319 fueron monumentos públicos que homenajeaban a personalidades como Cristóbal Colón, Pedro de Valdivia y José Menéndez, quien fue considerado como uno de los responsable del genocidio selknam en la Patagonia. 

El domingo recién pasado, en el marco de la conmemoración del primer aniversario del 18 de octubre, también fueron destruidas dos templos levantados durante la primera mitad del siglo XIX: la Iglesia San Francisco de Borja, que usualmente era usada por Carabineros, y la Iglesia de la Asunción, una de las más antiguas de Santiago. 

Durante los siniestros, fue afectado en términos de elementos patrimoniales, cielo y vitrales. “Estos edificios no son sólo ladrillos, son parte de nuestra historia y si queremos construir un futuro, la comprensión del otro, la comprensión de la diferencia, tiene que estar en el centro de ese relato”, dijo el subsecretario del Patrimonio, Emilio de la Cerda, luego de monitorear los daños de los santuarios. 

“Por lo tanto, cualquier daño a la imágenes de otros, a los símbolos de otro, es un daño a toda la comunidad nacional. No puede haber nadie indiferente a este tipo de destrucciones. Este no es un ataque a una jerarquía de una Iglesia, no es un ataque a un símbolo de poder, es un ataque a una comunidad viva”, añadió la autoridad.

En esa línea, el profesional indicó que la recuperación dependerá de lo que la comunidad quiera hacer. Esto, ya que los templos, técnicamente, siguen en pie. “Las pérdidas son muy graves, pero no están en el suelo, por lo tanto, es posible recuperarlos. Pero hoy no estamos pensando en eso. Estamos pensando en acompañar a la comunidad y levantar aquellos elementos que puedan guardar la memoria de este momento, por dolorosa que sea y ver cómo se puede recuperar”, sostuvo Emilio de la Cerda.  

iglesia incendio

En la imagen, Iglesia San Francisco de Borja.

Intervención versus destrucción

Las injerencias al patrimonio material abrió un debate respecto del sentido de algunas intervenciones nacidas al alero de reivindicaciones sociales o movimientos ciudadanos. 

En agosto recién pasado, la investigadora Valentina Rozas-Krause publicó un documento que, bajo el título Monumentos caídos: notas sobre nuestra actual estatuofobia, planteó que “las ciudades no han logrado construir monumentos que representen valores actuales”.

Desde ahí, la académica recordó el rol que, a lo largo de la historia, han tenido los monumentos: “Son el resultado de procesos de selección e invisibilización fuertemente orientados a sostener narrativas dominantes. Cada estatua es producto de un medio cultural y político específico que decidió elevar una cierta versión del pasado sobre muchas otras”.

Bajo esas ideas, Rozas- Krause advirtió que las ciudades no han logrado adaptarse a las demandas ciudadanas actuales y que lo público continúa operando de acuerdo a una mirada patriarcal, por lo que el desafío es sumar al relato, las experiencias de “las vidas negras, a las mujeres, a la comunidad LGBTQ+, a las minorías, a las personas de color, a los inmigrantes, a los discapacitados y a ciudadanas comunes”.

En esa línea, Mauricio Uribe, académico de la Universidad de Chile, explicó que la cultura material es un elemento dinámico, al igual que cualquier proceso social. 

Frente a ello, comentó que hoy, más que nunca, las intervenciones al patrimonio material develan las tensiones que existen en la sociedad: “Nos dimos cuenta de que los monumentos cumplen una función pública”, advirtió, señalando que “no es malo que un pueblo se exprese”.

“Lo veo como un fenómeno humano bastante natural. No me voy a escandalizar, salvo que sea un proceso destructivo. Es decir, decapitar, sacar, romper, quemar. La destrucción es compleja y hay que controlarla, pero los monumentos son activos. Una cosa es la intervención y otra cosa es la destrucción”, alertó el investigador. 

estatua derribada

En la imagen, estatua de Cristóbal Colón derribada en Saint Paul (Minnesota) en junio. Créditos: Evan Frost

Patrimonio y participación ciudadana 

Alberto Larraín, director ejecutivo de Fundación ProCultura, es uno de los profesionales que ha seguido de cerca el debate respecto de las intervenciones al patrimonio. Desde la institución que dirige ha patrocinado proyectos ciudadanos y participativos con el fin de conservar la memoria local del país. 

De acuerdo a ello, el también psiquiatra sostuvo que lo primero que hay que establecer, ante este tipo de discusiones, es que el patrimonio “es algo que nos conecta”. “Cuando se daña el patrimonio, hay un atentado contra un bien que es de la comunidad completa”; dijo.  

Larraín también comentó que el pasado no se puede borrar con intervenciones o destrucciones patrimoniales y que una de las claves para evitar este tipo de situaciones es, precisamente, generar actividades de salvaguarda en las que la comunidad participe activamente: “Es un error derribar todas las esculturas”, planteó.  

“No hay posibilidad de entablar eso y de poder construir una ciudad y un relato común si no hay una jornada de participación efectiva. Esa es una labor fundamental que tenemos que entender. Hay ciertas dinámicas que llegaron para quedarse y que nos obligan a recopilar la opinión de las personas, pero con una participación real. No solamente tiene que ser a modo consultivo”, subrayó. 

general baquedano monumento abril becerra

En la imagen, monumento al General Baquedano. Plaza Baquedano, enero 2020. Crédito: Abril Becerra.

De la mano de este debate también deberá evaluarse qué sucederá con el monumento al General Baquedano, emplazado en el centro de las manifestaciones en el país. En ese sentido, desde la subsecretaría del Patrimonio indicaron que evaluarán, por segunda vez, qué sucederá con la estatua. La decisión recaerá en el Consejo de Monumentos Nacionales que debería reunirse durante los próximos días para conocer, al mismo tiempo, cuáles son las implicancias del estallido social en el patrimonio material del país. Lo cierto es que este es un debate que sigue abierto y que continuará en tensión de la mano del movimiento social. 

Imagen principal: monumento General Baquedano. Crédito: Abril Becerra.




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