El oso y el águila

Si la ocupación militar de Afganistán por parte de Estados Unidos, posterior a la intervención soviética, terminó a fines del siglo pasado con un enfrentamiento entre Occidente y el bloque soviético que rondó una conflagración mundial, en la actualidad la anexión de Crimea, la guerra en Donbass y, ahora, la riesgosa situación en la frontera ruso-ucraniana ponen al planeta -una vez más- en una tensa situación de alerta. Con ese telón de fondo, la cita entre Putin y Biden este martes quizás haya sido el duelo más importante desde la guerra fría entre las dos potencias.

Si la ocupación militar de Afganistán por parte de Estados Unidos, posterior a la intervención soviética, terminó a fines del siglo pasado con un enfrentamiento entre Occidente y el bloque soviético que rondó una conflagración mundial, en la actualidad la anexión de Crimea, la guerra en Donbass y, ahora, la riesgosa situación en la frontera ruso-ucraniana ponen al planeta -una vez más- en una tensa situación de alerta. Con ese telón de fondo, la cita entre Putin y Biden este martes quizás haya sido el duelo más importante desde la guerra fría entre las dos potencias.

Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de EEUU, Joe Biden, sostuvieron el martes su programada cumbre virtual centrada de modo especial en la tensión en torno a Ucrania. En las primeras imágenes divulgadas por el Kremlin se ve a Putin saludando con la mano a su homólogo estadounidense desde su residencia de invierno en el balneario de Sochi, en el Mar Negro. “Le saludo, Sr. presidente”, dijo sonriente, sentado frente a una gran pantalla, tras lo que cedió la palabra a Biden. “Lamentablemente, no nos pudimos ver en la cumbre del G20 (en Escocia, el mes pasado). Pero espero que nos veamos la próxima vez en persona”, dijo, a su vez, el estadounidense. Ambos mandatarios sólo se han reunido personalmente una vez, en junio pasado, durante la cumbre de Ginebra.

Entrando en materia: la prioridad para Biden era advertir a Putin sobre las graves consecuencias que acarrearía para Moscú un eventual ataque militar sobre Ucrania, en cuyas fronteras Rusia concentra actualmente entre 70.000 y 94.000 soldados, según la inteligencia estadounidense y la de Kiev, que calculan que el momento más propicio para una invasión rusa sería a finales de enero de 2022. Esto, luego que la semana pasada Putin propusiera a la OTAN -digitada por Estados Unidos- un pacto de seguridad con el fin de evitar el ingreso de Ucrania a la Alianza Atlántica. En definitiva, lo que los rusos intentan impedir es que el contubernio militar occidental extienda sus tentáculos hacia el Este y llegue hasta sus propias fronteras.

Intentando adelantarse a aquello, la Casa Blanca viene trabajando con sus socios europeos y con la propia Ucrania un paquete de fuertes sanciones económicas que pudiera disuadir a Putin de lo que consideran, con muchos tintes propagandísticos, como un eventual ataque militar. Según CNN, esas sanciones podrían incluir nuevas restricciones al círculo político cercano a Putin y al sector energético ruso, además de una potencial “opción nuclear”, la que implicaría desconectar a Rusia del sistema de transferencia de datos bancarios Swift.

Por su parte, se estimaba que el mandatario ruso, basándose en que su país tiene todo el derecho a desplegar sus tropas dónde y cuándo le plazca dentro de su territorio, plantearía a Biden su propuesta de establecer un estatuto de garantías legalmente vinculantes que asegurase que la OTAN no se expandirá hacia Rusia, es decir, que no incluirá como miembros ni a Ucrania y ni a Georgia. Y que, además, no desplegará armamento en territorio ucraniano. Putin ha asegurado públicamente que Rusia recibió en su momento promesas verbales de parte de la OTAN en cuanto a que no se ampliaría hacia el Este de Europa, pero, afirmó, el organismo militar multilateral hizo todo lo contrario en 1999 y 2004, ignorando “las legítimas preocupaciones rusas en materia de seguridad, entonces y también ahora”, puntualizó.

Sin duda no fueron éstos los únicos temas de esta cumbre virtual, aunque sí los centrales. En la agenda común estaban también las maltrechas relaciones bilaterales entre la Casa Blanca y el Kremlin, así como los acuerdos alcanzados en Ginebra en junio pasado sobre estabilidad estratégica y ciberseguridad, amén de la eliminación de obstáculos al trabajo de las legaciones diplomáticas de ambos países, tanto en EE.UU. como en Rusia. Y si del resto del mundo se trata, se preveía que analizarían además la situación en torno a Afganistán, Irán, Libia y Siria, así como el tema de la pandemia del coronavirus que no da tregua.

Por ahora no ha trascendido formalmente la información con los contenidos reales de la conversación de este martes entre Putin y Biden. Pero es un secreto a voces que los nervios están demasiado crispados. O como lo definen los rusos, hay “histeria” en  Occidente. Y como muestra, un botón: el general Nick Carter, el oficial militar de mayor rango de Reino Unido, dijo a la BBC que “esperaba claramente” que no hubiera una guerra con Rusia, pero advirtió que “debemos estar en guardia”. Y, en tono bastante más sombrío, agregó que la OTAN tendría que estar preparada para la eventualidad de un potencial de conflicto en la región.





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