Su voz grave y estilo elocuente no pasaban desapercibidos para quienes lo conocieron. Germán Mario Lorca Aguilar, quien falleció a los 97 años, será recordado por su vasta trayectoria en las tablas y por su vínculo estrecho con las nuevas generaciones, a quienes enseñó su amor por la actuación y el teatro. Este jueves 20 de junio, sus restos serán velados en la sede de Sidarte, ubicada en Ernesto Pinto Lagarrigue 131, Recoleta, desde las 10:00 hasta las 19:00 horas.
Mario Lorca nació en septiembre de 1927 en el pueblo de Punocapa, en la ciudad de Valdivia. A temprana edad, su familia se trasladó a La Serena, ciudad en la que vivió toda su infancia y también adolescencia. Su madre era profesora rural y su padre tenía grandes dotes histriónicos, de quien heredó su veta artística: “cantaba muy bien y hacía imitaciones extraordinarias”, contó Lorca en una entrevista.
Justamente en La Serena asistió por primera vez a una función teatral, un acercamiento con el mundo de las tablas que lo marcó, sin saberlo, en su adultez. Él mismo relató a mediados de los años 2000 su experiencia: “Me gustaba el circo. Por el pueblo pasaban de esos circos bien pobres y un día vi una carpa y pensé que era un circo, pero la vi demasiado baja. Entré y no era circo, no había tony, no había arena, equilibristas ni nada, en cambio en el fondo había un escenario y tipos actuando, lo asocié con el cine, dije: ‘esto es como en el cine, pero están ahí, cerquita mío, los puedo ver, casi tocar’. Para mí eso fue muy impactante”.
Sin embargo, a los 18 años ingresó a estudiar Construcción Civil. Pero con el paso de los días se dio cuenta que no era lo que quería y decidió abandonar la carrera. Posteriormente, ingresó a Teatro en la Universidad de Chile, llamado por Agustín Siré, destacado actor y dramaturgo que también desarrolló una reconocida carrera actoral.
Es así como Lorca, a inicios de los años 50′, logró su primer rol importante personificando al protagonista de La Viuda de Apablaza, junto a Carmen Bunster. También participó en muchas otras obras del recién creado Teatro Experimental de la Universidad de Chile (el grupo debutó en 1941), entre ellas, Fuenteovejuna, Doña Rosita la Soltera y La Remolienda, siendo figura en muchas de las obras de Luis Alberto Heiremans y Germán Luco, entre otros. Mario Lorca participó por 24 años en el grupo, actuando en cerca de 60 obras.
En 1962, debutó en el cine con el film El Cuerpo y la Sangre, obra del sacerdote católico Rafael Sánchez. Al poco tiempo, participó en filmes de Patricio Kaulen y Helvio Soto. En la película chileno-argentina Eloy, basada en la obra homónima de Carlos Droguett y dirigida por el realizador boliviano Humberto Ríos, desempeñó su mejor papel como actor. Las películas en las que participó se encuentran registradas en el portal cinechile.cl. A esto se suma el documental “Mario Lorca, voz, teatro y poesía”, de Germán Liñero.
Pese a que su vida profesional no estuvo vinculada en gran medida a la televisión, hasta hoy es recordado por su actuación en el papel de Boris Altamirano en la teleserie La Madrastra de Canal 13, que se transmitió en 1981 y concitó gran revuelo mediático durante esos años, siendo considerada hasta hoy como una de las teleseries más importantes dentro de la cultura popular. En su paso por la televisión, Mario Lorca también fue parte de las series Martín Rivas de TVN y Anakena.
Su amor por el teatro no era único. Era también amante de la poesía y un “decidor” de versos (no le gustaba la palabra “declamador”), y en más de alguna ocasión se definió como un “poeta frustrado”.
Seis décadas dedicadas al quehacer teatral
Fernando Carrasco, decano de la Facultad de Artes de la U. de Chile, destacó que “Mario Lorca es un artista fundamental en nuestro país, con una extensa labor en distintos escenarios del mundo del teatro, la radio, la televisión y el cine. Un ser humano cercano, sencillo y generoso con su saber, con quien tuve el honor de trabajar en una obra musical con su privilegiada voz como relator principal. Sin duda, una pérdida irreparable en el mundo del arte y la cultura nacional”.
El director del Teatro Nacional Chileno (TNCH), Cristian Keim, afirmó por su parte que “Mario, sin duda, representa a toda una generación del teatro chileno, es uno de los actores más importantes desde el Teatro Experimental, siempre será recordado por su tremenda voz, su sonrisa, carisma y por las grandísimas interpretaciones en el escenario del TNCH. Le vamos echar mucho de menos, porque era jovial, cariñoso, lleno de energía y cada vez que uno pasa por el escenario se sienten esas presencias, de quienes dejaron la energía, nos mostraron un camino y nos van acompañando manteniéndose vivos en nosotros y los muros”.
Marco Espinoza, subdirector del Departamento de Teatro de la U. de Chile, expresó la tristeza de esta unidad por el fallecimiento de Mario Lorca, “no solamente por la partida de un gran actor formado en nuestra Escuela, que se destacó en obras como “El abanderado” y “La viuda de Apablaza”, sino porque él representa las generaciones más tradicionales en la formación actoral de nuestra universidad. Él aprendió directamente de los fundadores de nuestra escuela y generó una práctica escénica que daba cuenta de un estilo, una forma y una época que recordamos con mucho respeto, porque era tremendamente profesional, rigurosa y, al mismo tiempo, artística, como lo era don Mario”.
En 2007, Mario Lorca y su hijo reeditaron una versión corregida y digitalizada del video documental “Casi 60 años del Teatro Experimental de la Universidad de Chile”, realizado el 2001 por el actor, quien destacaba en ese momento que “el mérito mayor del documental, es que la historia está contada por sus protagonistas”.
Luego, en el 2013, fue parte de la ceremonia de inauguración del Año Académico del Departamento de Teatro de la Facultad de Artes, donde su intervención estuvo marcada por el recuerdo de su etapa como estudiante de la Casa de Bello. En esa ocasión, Mario Lorca recordó y compartió su experiencia, destacando el impacto que sus maestros tuvieron en su formación, entre ellos, creadores como Agustín Siré y Pedro de La Barra, sobre quienes dijo “no solamente nos enseñaron la buena dicción, la articulación, la concentración, sino que también nos enseñaron valores importantes como el de la solidaridad, el del cultivo de la amistad, la consecuencia. En resumidas cuentas, no solamente nos enseñaron a ser actores, sino también seres humanos”.