Las crisis de los últimos meses, las presiones de la derecha y las zancadillas de sus propios aliados han llevado a la Presidenta Bachelet ha optar por el camino de la moderación política. Un camino que antes funcionaba, pero que ahora, probablemente, no sea así.
La crisis política que estamos viviendo hoy no es el resultado de lo que ocurrió ayer domingo, o el lunes de la semana pasada, y ni siquiera del inicio de los escándalos actuales hace algunos meses. En algún momento tendremos que preguntarnos seriamente: ¿en qué momento nos jodimos”.
Desde el retorno a la democracia en 1990, los dos gobiernos de Bachelet son los que menos han empujado por esclarecer y sancionar las violaciones cometidas durante la dictadura. Parece una paradoja considerando que la mandataria y su familia fueron víctimas de ese régimen y defensoras de los derechos humanos en los años 80.
En la transición chilena hay un concepto que permeó profundamente la cultura política y empresarial de nuestro país, se trata de “en la medida de lo posible”. Y ese concepto, más que ser un saludable afán de moderación, se convirtió en una excusa para empujar las fronteras éticas hasta el límite. Julio Ponce Lerou, Giorgio Martelli, Enrique Correa, Sebastián Piñera, el Choclo Délano y tantos más son los actores que dan vida a esta obra criolla. Y ahora también se ha sumado la propia Presidenta.
Es posible que Chile esté experimentando una “peruanización” de su política. El primer signo del fenómeno sería una aprobación presidencial crónicamente anémica; además la falta de liderazgo político que se refleja en los constantes cambios de gabinete. Finalmente, el poco apoyo ciudadano que alcanzan los partidos tradicionales.
En un segundo mandato, donde la imagen presidencial no ha sido suficiente para mantener el apoyo ciudadano, el anuncio de una nueva Constitución ha otorgado un respiro a La Moneda. Sin embargo, vale la pena preguntarse ¿cuánto durará la tregua?
Hace unos diez días comenzó un esfuerzo concertado de las elites por retomar el control de la agenda política. La arremetida comenzó el fin de semana ante pasado y tuvo sólo tres breves actos: primero, traspasar las responsabilidades de la actual crisis política al Ministerio Público; segundo, culpar a la prensa por un clima de “caza de brujas” y, acto final, presentar a la clase política unida. Pero fue la crónica de una muerte anunciada.
Aún faltan tres años para que concluya este gobierno, pero en las circunstancias actuales Bachelet ya exhibe todos los síntomas del “pato cojo”. Una solución política que contemple a un ministro del Interior fuerte, que efectivamente ejerza el liderazgo, y a una Presidenta dedicada a cortar las cintas de pomposas inauguraciones parece ser una salida viable. Sería la forma local y momentánea de contar con un semi-presidencialismo al estilo francés.