Las autoridades buscan ampliar el número de personas que aprendan qué hacer en situaciones de acoso callejero, aplicando la estrategia de las 5D: distraer, delegar, dar asistencia, documentar o dirigirse al acosador.
Los 149 diputados presentes aprobaron la moción legislativa que ahora solo debe ser promulgada y publicada para convertirse en ley.
Un proyecto de ley parecido al del país europeo pretende multar e incluso darle cárcel efectiva a las personas que cometan este tipo de ataque. Algunos grupos feministas esperan que la regulación vea la luz durante este año, mientras que otra organización criticó que la idea no permita ver “el tema de la violencia como lo que es: un continuo (…) que va más allá de esa separación binaria que continuamente nos estamos planteando como si fuera algo natural”.
Bajo ese hashtag, el Observatorio Contra el Acoso Callejero, en conjunto a otras organizaciones, lanzó una nueva campaña que busca interpelar a quienes son cómplices de la violencia de género no denunciándola. El silencio y la omisión también son parte de la cadena de la violencia de género. “Si no haces nada, eres igual a ellos”, afirma el video.
La pena se aplicará a quienes incurran en “comentarios sexuales directos o indirectos al cuerpo; fotografías y grabaciones no consentidas a partes íntimas; contacto físico indebido o no consentido; persecución y arrinconamiento; y masturbación y exhibicionismo”, dice la nueva disposición.
A través de la página del Observatorio Contra el Acoso Callejero, los diputados Jackson, Boric, Camila Vallejo y Marcela Sabat hicieron un llamado para que la ciudadanía apoye la sanción del acoso callejero. Los parlamentarios reflexionaron sobre las consecuencias de este tipo de violencia de género, asegurando que en Chile, muchas de estas cosas se permiten por patrones culturales que las califican de floclóricas o coquetas.
El simple hecho de salir a la calle se convierte en una pesadilla para miles de mujeres, que desde temprana edad comienzan a ser víctimas de silbidos, roces y tocaciones que las afectan psicológicamente y disminuyen su sensación de seguridad en el espacio público. En los últimos años, decenas de agrupaciones en América Latina han surgido como un espacio de denuncia, permitiendo legislar y crear conciencia sobre una de las formas más naturalizadas de la violencia de género.