Francisco Brieva, quien es doctor en Física Nuclear de la Universidad de Oxford y Miembro de Número de la Academia de Ciencias de Chile, señala que la gratuidad, aunque es fundamental, no debiera ser el norte de la reforma educacional, sino que asegurar una formación de calidad. Apunta, además, que las medidas tendientes a disminuir la inequidad en el acceso a la educación superior no han hecho más que profundizarla, pues no se hacen cargo del problema desde su raíz.
En la carta a los académicos de nuestra casa de estudios titulada “Una oportunidad para las ideas”, donde usted presenta su pre candidatura a la Rectoría, hace un diagnóstico tajante, señalando que “nuestra universidad no funciona bien” ¿Cuáles son los argumentos que motivan esta aseveración?
Más que argumentos, es la evidencia. Hay una reglamentación excesiva, la Universidad elige organizarse de maneras que ya no son razonables para el siglo XXI, y no estoy hablando de estatutos administrativos, sino que es responsabilidad de la Universidad. Tiene problemas para definir su calidad académica, siento que en el contexto nacional muestra signos de declinación, y me preocupa, cuando uno extrapola esa mirada a los años por venir es más grave, no ve una Universidad especial, no ve la Universidad de Chile concebida en los términos que queremos o que algún día entendimos. Hay cientos de elementos que aparecen día a día. A modo de ejemplo, en nuestra facultad, comprar equipamiento para un laboratorio o levantar una sala de clases, toma tiempos que son incompatibles con cualquier accionar razonable. Los recursos están, si ese es el drama, pero es un proceso, es una actitud muy globalizada, hacia el hacer que es lo suficientemente lento parta viajar más lento que otros en el espacio.
¿Para subsanar esas deficiencias se requieren reformas desde el interior o una negociación con el Estado?
Creo que hemos abusado en la conversación universitaria de las dependencias y restricciones que el Estado significa para nosotros. Yo creo que es afirmación es falsa, es abusiva, creo que muchos de los temas y de los problemas que están sobre la mesa son nuestra propia responsabilidad. Muchas cosas no las hacemos bien. Hay veinte indicadores de eso. No es razonable que existan carreras universitarias que tengan un veinte o treinta por ciento de deserción después de un año, ese es un problema profundo, en la esencia nuestra de la Universidad, somos nosotros, no del Estado.
En la relación de la Universidad con el Estado se critica la privatización forzada al recibir sólo un diez por ciento de financiamiento estatal anualmente ¿Cuánto se ha privatizado la Universidad de Chile. Esto afecta a su administración?
Hay un tema delicado. Yo no hablaría en forma genérica de privatización, creo que hay partes de la Universidad que tienen una mirada distinta frente al esquema de administración que tenemos. Claramente, la necesidad de juntar los recursos a partir de los aranceles, a partir de algunos aportes menores del Estado, genera actitudes y prácticas distintas en los distintos lugares de la Universidad, y eso la complica, la hace muy heterogénea, diversifica las miradas, pero de un modo que no es interesante. Yo creo que pone en prueba la ética universitaria existente. No hay razón, y es un discurso que jamás le he aceptado a un estudiante, que exige un derecho porque paga. Yo estudié acá en épocas donde no pagábamos pro nuestros estudios, y esos discursos no existían, encuentro que es inaceptable, no es una relación de servicio y retribución, es el argumento de padres que mandar cartas cuando hay paros. Gustosamente me doy el trabajo de explicar qué significa un proceso universitario y es parte de la formación que como ciudadanos tenemos que tener. La privatización es un problema ético que cada uno enfrenta en el rol de pertenecer a la Universidad de Chile, puedo abusar, dado el esquema que existe, puedo ser generoso.
Pero desde la perspectiva del funcionamiento interno de la Universidad, la situación del autofinanciamiento forzado ha generado que algunas facultades que tienen la capacidad de vender servicios o productos, a lo largo de los años se han transformado en las llamadas facultades ricas, en contraposición de aquellas cuyo quehacer no es tan apetecido en el mundo privado. Con esto, tenemos a académicos que reciben remuneraciones según se desempeñen en facultades ricas o pobres ¿Cómo se introducen elementos de equidad en la Universidad?
La afirmación que usted hace, que es popular, por lo menos en mi facultad, que es una de las llamadas ricas, es falsa. El beneficio de tener actividad extrauniversitaria no va en beneficio de los académicos. Esa es una historia mal contada. Los beneficios que puede generar una actividad de servicios están directamente dirigidos a potenciar la capacidad de la Universidad de Chile, en mejorar su infraestructura. No hay beneficios privados en esa acción. Es un esfuerzo, seguro injusto, no cabe duda, pero a falta de otra opción es un desafío que hemos tomado: mejorar nuestras instalaciones, mejorar las opciones que le damos a nuestros alumnos, académicos y funcionarios, en base al propio esfuerzo que la facultad ejerce.
Lo que se ve en términos de mejores remuneraciones corresponde a una idea que sí es central a la Universidad y no tiene que ver con financiamiento. Lo que se desconoce es la enrome capacidad para hacer investigaciones que esa facultad tiene y lo exitosa que ha sido en capturar recursos para desarrollar esa actividad. Esa es la característica que genera los recursos. Por diseño no de la U. de Chile, por diseño del Estado. Es el Estado que ha elegido en todo el sistema universitario internacional restringir las opciones de las instituciones y premiar a académicos individualmente. Son conocidos los esquemas tipo Fondecyt y de otros fondos que hay actualmente. Lo interesante es que los académicos, de alguna manera, incluso con cierta alegría, han abrazado el esquema, y hay excesos que claramente no se aceptarían en ninguna parte, pero que aquí la propia universidad, incluso la nuestra, los aplaude. Son políticas del Estado. Hay una contradicción compleja: El Estado impone un estilo, que incluso a la institución del Estado, a la Universidad le resulta incómoda, pero la acepta
¿Pero tiene otra opción?
Claro que tiene una opción, el no aceptarla.
¿Qué pasaría, entonces, si no acepta esas condiciones?
Nunca lo hemos visto. Yo he hecho esfuerzos por tratar de frenar situaciones que considero excesos por las reglas que pone el Estado parar financiar investigaciones, sin embargo, he sufrido todo tipo de presiones, no solamente de parte de mis autoridades superiores, sino también por los académicos afectados, porque no me ponga “porfiado” y no luche con el sistema. Hay esta idea de que frente al mecenas tengo que aceptar lo otorgado. Creo que es una mala forma de vivir, yo personalmente no la he aceptado, creo por eso he vivido toda mi vida en esta Universidad.
Hablando de presiones… Se ha planteado que uno de las mayores dificultades para nuestra universidad es la desigualdad de condiciones con la que se enfrenta a la competencia en términos de financiamiento y administración de los recursos ¿Cree que es así o no?
Cuando algo cuesta hacerlo más que la vecino, uno se siente incómodo. Por supuesto, si yo necesito comprar u computador y necesito ir a través de un proceso complejo, rutinario, demoroso, que se llama Chile Compra, genera incomodidad. La otra universidad va y compra inmediatamente el computador, nosotros nos demoramos 45 días en que llegue. Pero la pregunta es otra: ¿Como una universidad del Estado estoy dispuesto a superar esa molestia en pos t de la transparencia que le debo a quién está detrás de la institución, que es el país entero? La transparencia tiene un costo y es eso. La burocracia asociada a estos procesos la debo combatir, trabajando mucho más. Para mí no es excusa el Estatuto Administrativo ni se parte del Estado, por el contrario, para mí es una tremenda tranquilidad saber que la Contraloría General de la República tiene la capacidad de venir a auditarme.
¿Pero qué pasa cuando sabemos de situaciones en que se audita sólo a la Universidad de Chile o a las instituciones estatales se le exigen cosas que a las demás no?
Eso es distinto, eso es una acción política, injusta, propia de país subdesarrollado. Por supuesto que eso es indignación y hay que protestar. Pero la existencia de reglas no puede ser nuestro mayor obstáculo, no me alegran, pero no puede ser excusa para no hacerlo bien. Normalmente significa trabajar más.
Y siguiendo con la relación con el Estado, ¿Qué espera de la reforma educacional anunciada por Michelle Bachelet para los primeros 100 días, que ya comenzaron? ¿Qué papel debe cumplir la Universidad de Chile en el marco de este proceso de repensar la educación?
Yo esperaría que ojalá no salga la reforma en cien días, no me molestaría que se demorara más. El problema es bastante más complejo para resolverlo en cien días y soluciones, o esquemas de soluciones, sobre la mesa no existen. Los puntos, muy discutidos, tienen que ver actualmente con gratuidad, yo siento que el problema central no es la gratuidad, yo creo que es una consecuencia casi obvia de una acción mayor, que es la que yo espero que este gobierno inicie: es una reforma central donde ojalá podamos garantizarle a cada persona la opción a la calidad de una formación razonable. Si es calidad, tienen que estar los elementos de equidad, de entorno, y nos lleva casi naturalmente a generar una opción gratuita. Sin embargo, gratuidad la puedo lograr con una pésima calidad, y ese es mi gran temor.
¿Y cómo se obtiene esa calidad?
Ahí es donde la Universidad de Chile debiera brillar. Creo que no hay otra institución, desde la perspectiva del Estado, que debiera establecer esos estándares a los que el país debiera aspirar. Esa es la gran misión de los próximos años de esta Universidad, si el país lo quiere. Lo complejo es que pareciera que hace cuarenta años que el país no lo quiere, que siempre busca, por alguna razón u otra, por alguna conveniencia y otra, por los intereses de unos o de otras, parece no querer tomar, globalmente, la opción de construir en calidad, que la excelencia es una forma de práctica, de vida, de hacer las cosas. Ese es el tono que la Universidad de Chile debe marcar, es el que hace los verdaderos cambios en una población como la nuestra. No es una calidad entendida por el tamaño de un aviso en un diario, es la calidad entendida por la acción de las personas, por la formación que reciben, por los aportes que hacen al entorno, por los espacios en el mundo que logramos tener. Yo sueño con un Estado que logre ofrecer, incluso sin una prueba de selección, sólo por la posición relativa en los colegios, automáticamente tuvieran la opción de estudiar en lugares que les aseguren esa formación exquisita que merecen. Son esquemas conocidos, pero por alguna misteriosa razón nunca se quiere como opción. Son muchos los intereses que entran en juego.
“Poderoso caballero es Don Dinero”…
No es sólo Don Dinero, la forma en cómo se estructura la educación en este país es más antiguo que el año 70, viene de principio de siglo. Llevamos 120 años de un esquema educacional, donde las ideologías, las creencias juegan un rol y han penetrado en nuestra sociedad. Eso establece dos formas distintas que sirven un propósito distinto. Están los recién llegados, muchos más agresivos, son sensibilidades mucho más toscas, pero conceptualmente esto está armado de forma distinta.
Precisamente, también ha estado en el foro público la discusión acerca de la diferencia entre universidades estatales y públicas. Hay quienes plantean que existen universidades privadas que, al cumplir una importante labor social, se pueden catalogar como públicas, aunque no reciban financiamiento del Estado ¿Coincide con esta distinción?
Basta mirar los diarios los últimos dos meses, cuando se acercaba un cambio de gobierno que podía significar una amenaza, cómo las plumas se han entintado y se ha agudizado el ingenio para dar todo tipo de razones en esta línea. Yo creo que hay un problema un poco de caradurismo en este asunto, claramente hay intereses.
Es delicioso ver cómo se posicionan las piezas para algún beneficio. Se crean las alianzas más exóticas que me ha tocado ver en el último tiempo. Yo creo que no nos ayuda como país, no ayuda a la comprensión de la sociedad. Volver la discusión a un sofismo elaborado para justificar algo que no es justificable. Hay que limpiar la cancha, asignar roles, creo que hay espacios talentosos, todos empujamos a lograr las mismas cosas, pero esa necesidad de limpiar los conceptos, urge.
Se ha criticado mucho la elitización de la Universidad de Chile, pues se dice que debido al sistema de selección de ingreso sólo pueden acceder a ella los alumnos provenientes de los sectores con mayores recursos. ¿Cuáles son sus propuestas para democratizar el acceso a una educación de excelencia y qué rol específico le cabe a nuestra casa de estudios en esta materia?
El sentido elitizante de la educación superior ha estado presente siempre, no es cierto que hoy es más que antes. Cuando fue creada nuestra Universidad fue creada para la elite, no para el resto. Es incómodo recordarlo, pero es la Historia,. Las tendencias en los últimos años, no han cambiado. Hay una serie de medidas que se han tomado que prácticamente no han tenido efecto, lo que tiende a apuntar a la instalación de políticas con poco respaldo científico en su efecto. Creo que todo el sistema está al deben, en particular la Universidad de Chile.
Se ha trivializado el tema del ingreso a las universidades. No es lo mismo tener una política de ingreso diseñada para una Universidad de alta calidad y exigencia como la nuestra, que hacerlo para otra universidad. Hacer las estadísticas en el espacio de alumnos sobre 650 puntos en la PSU, es distinto a ver los efectos y las opciones para alumnos que están bajo 500 puntos.
Recupero la idea de la Universidad de haber sido cauta en seguir las modas, porque ha habido efectos regresivos en equidad, ocurrió este año. Lo que hay en el fondo en competencia son dos elementos que desgraciadamente van uno contra el otro. Uno es buscar un mecanismo que ordene las opciones de los estudiantes para elegir y entrar a la Universidad, es un esquema, no garantiza más. Por otro lado, es la urgente necesidad de este país. Y eso se ha hecho bien, esta Universidad fue pionera en establecer la idea de una prueba, que garantizó la igualdad de oportunidades para que todos pudieran optar a un lugar en la fila.
Yo, como decano, no intervengo en el proceso de selección en ninguna etapa, sin embargo, recibo llamadas de personas para interceder por otros.
La pregunta es ¿qué puede ir más rápido, que el sistema se ordene de la básica a la media, hasta que la entrada a la Universidad, que es lo que debe ocurrir, o empezar a tomar acciones que de alguna manera perturben ese orden? Uno está perturbando un orden natural, y una persona mal formada, al meterla a un sistema que además exige… hay una responsabilidad con personas que observan el fracaso por ponerlos en una condición que no fue parte de ellos. Nosotros lo vivimos. Yo creo que la universidad mucho podría hacer al generar opciones preuniversitarias, complementarias, pero no es sólo eso, hay que desarrollar un esquema para acoger a los estudiantes que quieren estar en la universidad ¿Cómo invito al estudiante de regiones a vivir en Santiago cuando no pueden? ¿Cómo invito al estudiante de las zonas marginales de Santiago cuando el problema ya no es ni siquiera ser capaz de sacarse un puntaje o no, es no tener un lugar ni las condiciones mínimas adecuadas para ser parte de una Universidad que le exige? ¿Quisiera yo proveer un lugar para que cinco mil de los 25 mil estudiantes de la Universidad tuvieran un espacio privado para poder estudiar? ¿Es tan grande el esfuerzo como para no darle forma? ¿Cómo se hace? Cuando esas decisiones se pongan sobre la mesa, ahí estamos atacando la equidad en un sentido completo.
Pero ahí nos enfrentamos a un problema que cabe preguntarse si es la Universidad de Chile la que debe resolver. Justamente el problema de la equidad en el acceso a la educación superior se ha planteado como una respuesta a la necesidad urgente del país de ir subsanando niveles de desigualdad social. Sabemos bien que el acceso a la educación es la mejor y la más rápida manera de salir de la pobreza, entre otros beneficios.
Hay formas de enfrentarlas. La más clásica es exponer el problema y presionar por una solución, pueden pasar años. También puede haber convicciones donde uno elige que la Universidad como experimento que expone a la sociedad. Hay que tener cierta osadía. La condición de universitarios nos obliga a una forma de mirar la vida que es distinta. La generosidad no es del Estado, parte por ser nosotros los que entregamos antes de pedir. Si uno quiere cambiar el país, hay convicciones que tienen que ser nuestras. El rector es el exponente de esas convicciones, pero debe ser una actitud de todos.
¿Si fuera elegido rector, cómo planea relacionarse con una FECH anarquista, que no responde a lineamientos políticos, y con el movimiento estudiantil en general, en el marco de los debates o movilizaciones que se puedan generar a partir de la discusión de la reforma educacional?
Los estudiantes son parte de la institución. Negarse a la mirada estudiantil, negarse a la presión por algunas metas que los estudiantes hacen, es una opción para otro lugar. La U. de Chile tiene las características, lo hemos vivido siempre, lo practicamos cuando fuimos estudiantes. Es un elemento de nuestra vida universitaria. Pero uno debe construir confianzas con los grupos estudiantiles, y en general con la comunidad, más allá de los acuerdos o los desacuerdos, mucho de los que ellos plantean tienen una legitimidad abismante y uno se pregunta por las responsabilidades de otros que antes debieron tomar. No es el problema de cuestionamiento, incluso de agresividad que muestran, sí es problema el respeto de los espacios de todos en la Universidad. No es razonable usar como escudos o instrumentos a otros actores dentro de la comunidad para beneficios a corto plazo o incluso mezquinos de los movimientos estudiantiles. Una universidad que quiere fijar une estándar, que quiere ser parte del mundo, requiere una forma de actuar que no se compadece algunas veces con las acciones que se toman.
¿Cómo se imagina la universidad en el futuro, qué caminos nuevos debiera tomar?
Las elecciones de rector no pueden ser el hoy, desgraciadamente se reducen al hoy. La elección de un rector es una oportunidad para conversar sobre qué pasará en décadas, quién llevará a la Universidad por ese camino.
Quisiera estar en un país que tuviera un lugar que tuviera esa referencia pura, clara, que no se impone por un cartel sino porque está ahí, porque nuestros egresados tienen una marca, tienen una forma de pensar, tiene un mirar los problemas. Carecen de esa común habilidad de repetir lo obvio que dominan nuestras sociedades ahora, y que hacen la diferencia donde quiera que estén. La fuerza nuestra no son las instituciones, son los miles de egresados que cambian cada entorno, momento a momento. Si esa mirada es parte del mundo, sí pensaría que algo aportamos a mejorar esta Universidad.