Chile está golpeado más allá de su temple y su experiencia para enfrentar adversidades. Se necesita una visión participativa, solidaria para fortalecer al país en su conjunto. De otra forma se pueden agravar los daños. Los técnicos económicos de todo el espectro político han declarado que se necesitaran entre 10 y 30 mil millones, la diferencia entre una cantidad y otra es enorme. A su vez, estiman que esos recursos serán principalmente de ayuda y préstamos blandos de organismos internacionales, de pólizas de seguro y lo que falte habrá que financiarlo con recursos públicos y privados.
Al mantener la economía funcionando desde fines del 2007, con crisis mundial, es evidente que aumentó el gasto público. Las autoridades pasadas hicieron lo que indicaba la ortodoxia ya que con esta fórmula se han mantenido una buena parte de las economías en igual periodo. Hacer lo contrario habría sido un fundamentalismo sin sentido. Las dificultades actuales de la economía internacional han suscitado controversias; por más globalización que haya, la economía es una sola y el pensamiento económico no es uniforme. En Chile las cifras del INE ilustran mejor nuestros problemas que otros indicadores. Son muchos, no solo en nuestro país, los que como la ministra de finanzas de Francia creen en la necesidad de reformar el sistema financiero y que los países emergentes accederán a posiciones de poder en detrimento de los de la OCDE. A quienes viven ocupados de los altibajos de los índices de riesgo país y los hace malvivir la economía financiera, debe extrañarles que Madame Lagarde, preste atención a la inversión en publicidad y al movimiento de los contenedores ella encuentra que estos indicadores son decidores de como evoluciona la economía.
En estos días, algunos economistas chilenos han señalado públicamente que gracias al mayor precio del cobre, está sobre la base de calculo empleado por el gobierno anterior, el nuevo ejecutivo tiene base para enfrentar la catástrofe en buen pie. Los técnicos han reiterado que parte de los daños se cubrirán con los seguros. Además, muchos en el mundo y especialmente en la región entienden que nuestro progreso es relativo y necesitamos ayuda, no obstante la confusión que generan chovinistas y arribistas de nuevo tipo con sus incontroladas referencias a los adelantos, principalmente, económicos.
El reiterado lamento de las nuevas autoridades sobre la falta de recursos va sonando a ponerse el parche antes de la herida. Claramente se deberá reordenar el presupuesto y decidir con sensibilidad social y nacional las nuevas prioridades. Lo social es esencial si no nada marchará correctamente. Por el contrario asumir el desarrollo nacional modificando lo que no funcionó y asumiendo las fallas de visión que vienen desde lejos no está saltando a primera vista, eso puede ser un error. No estamos obligados salvo por una mentalidad autocompasiva a repetir lo que no funciona. Hay espacio para incentivar emprendimientos pequeños y medianos cercanos a las zonas afectadas y en el país en general, vinculando soluciones para el desastre con nuestra economía en general. Los servicios públicos, como electricidad, agua y telecomunicaciones, requieren una reorientación básica, la inversión es insuficiente ante las emergencias, los técnicos deberán saber dar una respuesta al público y a los inversores sobre como garantizar los servicios en las condiciones sísmicas naturales de chile. Las instituciones nacionales no pueden estar en riesgo de incomunicación. La población y las empresas no deben sufrir cortes prolongados de agua y electricidad. Pero no hay que atarantarse y tratar de resolver todo en un día ni caer en optimismos patológicos. Acelerarse puede ser muy riesgoso.
Son normales las dudas sobre la posible privatización total de la reconstrucción con un gobierno conservador como el que acaba de asumir. Las imágenes de empresas privadas a cargo de la seguridad y reconstrucción en Irak fueron una realidad. Black Water, la más emblemática de ellas, reinó en ese país desvastado durante los años anteriores al Presidente Obama. Esa y otras empresas y contratistas privados ejercieron tareas que habitualmente asumen instituciones públicas. En momentos como las catástrofes naturales y las guerras, los negocios deben subordinarse al desarrollo general y evitar convertirse en la defensa de intereses particulares que fácilmente pueden distorsionar el proceso de reconstrucción. El presidente Obama ha ido revocando el papel de Black Water y similares provocando reclamos airados de lobistas, conservadores y fundamentalistas.
Aunque no se cumple separar las guerras de los negocios está en el ADN del pensamiento democrático. Se debe pensar con detenimiento los alcances de privatizar la reconstrucción, pues se puede desaprovechar la oportunidad de fortalecer aspectos públicos que se vienen debilitando desde hace tiempo.
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