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Después del remezón

Interesantes experiencias que surgieron a partir del terremoto: un libro de ensayos, campañas sicológicas de contención grupal y el trabajo de estudiantes de la U. Chile. Y es que la etapa de la reconstrucción nacional no ha sido una tarea exclusiva del Estado, y aunque éste tome el rol principal, es la sociedad civil la primera en asistir a los más afectados y cuya tarea aún no es lo suficientemente valorada.

Vivian Lavín

  Miércoles 9 de junio 2010 16:17 hrs. 
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Como en pocas ocasiones, los chilenos hemos sido testigos de cómo las autoridades y las fuerzas Armadas se han hecho una dura autocrítica, aunque algunos todavía no hayan ofrecido sus disculpas, sobre su actuar a partir de la madrugada del sábado 27 de febrero último. Chile sufría uno de los mayores terremotos de su historia y nos ponía como el país que más energía ha liberado en nuestro planeta en toda su existencia. Un movimiento de estas características dejó a la parte más poblada de Chile destruida.  Nada funcionaba, o mejor dicho, nada parecía funcionar, porque de manera silenciosa y sin las luces mediáticas, miles de chilenos reaccionaban cuando aún las autoridades se cuestionaban respecto de qué hacer.

Una de esas experiencias colectivas fue la que se vivió en la Sociedad Chilena de Psicología Clínica donde a partir de ese mismo lunes empezaron a trabajar en las heridas que el remezón de los 8,8 grados Richter habían dejado y las huellas invisibles que quedaban en el alma de tantos chilenos. “Se empezó a trabajar de inmediato en terapias de contención a los afectados con profesionales y estudiantes de sicología”, relata una sus directoras, la psicóloga Jade Ortiz.

Cada uno desde su especialidad. En la editorial chilena LOM, su equipo editorial tuvo la reunión habitual de los jueves y, como en todos lados, el comentario obligado era el terremoto. Ya habían empezado a circular de manera accidentada algunas reflexiones en torno al tratamiento que algunos medios de comunicación le estaban dando al desastre y la idea de un libro en una reunión de editores, surgió de inmediato. “Todos teníamos nuestra mirada crítica respecto de cómo estaba siendo tratado el terremoto en los medios de comunicación, ya que era como un reality más”, relata Silvia Aguilera, integrante del comité editorial de LOM Ediciones.

Tres integrantes del equipo decidieron hacer una reflexión que fuera publicable e invitaron a otros intelectuales a sumarse a este esfuerzo por pensar mientras aún la tierra se quejaba bajo sus pies. Así surgió el libro El terremoto social del Bicentenario, un conjunto de doce ensayos escritos y dos fotográficos en los que se aborda de manera crítica diversos aspectos que se vinieron a relevar con el movimiento telúrico. La televisión y su tarea informativa  que prefirió ahondar y reflejar el saqueo más que las acciones de una comunidad daban cuenta además, de una cuestión de clase que el escritor, ensayista y doctor en literatura José Leandro Urbina, destaca. “ La televisión es tan autorreferente y tiene además un cuestión de clase tan fuerte como que aparecían estas periodistas cuicas preguntándole a una señora que sale arrancando con una bolsa de arroz cuando todo está en el suelo, que por qué no paga. Era una cuestión muy castigadora, el show era de ellos y no se sabía bien quiénes eran los actores, si la gente o los medios”.

Un valle con una historia ficticia

El licenciado en filosofía e investigador de la historia y situación indígena, José Bengoa centró su análisis en el ensayo titulado La construcción y destrucción del Valle Central de Chile, en el analiza cómo las grandes empresas de exportación de la zona, en particular de vinos, habían inventado una narrativa acerca del paisaje de la zona para vender sus productos. “Una ola de nostalgia hacendal en la que se restauraron caserones, murallones de adobe y las fábricas de tejas reanudaron sus labores y se habló de la identidad”, dice Bengoa. Sin embargo, el terremoto dejó al descubierto que esto era más una invención del marketing que un proceso comunitario que había surgido producto de un diálogo social.
La proletarización de la hacienda del valle central desde hace 30 años fue el que permitió que se pasara de la casa de campo a la mediagua, como una medida transitoria, pero que terminó siendo definitiva. “Allí no hubo diálogo posible ni rescate cultural ni humano por una mejor vida.
Entonces llegaron los empresarios vitivinícolas que necesitaban una narrativa del lugar porque eso tenía valor afuera, un valor agregado al producto que es valorado en el extranjero. Entonces surge la narrativa de un valle que tiene lo propiamente chileno”, dice Silvia Aguilera. “Es la fachada hollywodense del camino del vino, con aspiraciones californianas que es hasta ridícula”, acota el profesor Urbina.

La doctora en sociología María Emilia Tijoux, otra de las antologazas, recoge en su ensayo una de las reacciones que surgieron frente a la destrucción de los hogares y todo lo que tenían en su interior. No era el refrigerador ni objetos de valor lo que más buscaban entre los restos, sino que las fotografías familiares, que guardaban una historia que no se volvería a repetir.

El historiador Mario Garcés es quien le da el título al libro en su ensayo Terremoto natural y terremoto social en Chile en el que le devela “el engaño o autoengaño en el que hemos vivido sumidos como chilenos frente al Estado, en el sentido de atribuirle grandes responsabilidades sociales que está lejos de cumplir, pero además se trata de un Estado unitario y centralista que no logra descentralizarse”. Interesantísimas y necesarias resultan una serie de interrogantes que nos formula: ¿se puede sostener que en Chile los municipios sean gobiernos locales? ¿Cuáles fueron las capacidades y recursos que podían desplegar los municipios en medio de la catástrofe? ¿Son los municipios espacios de participación social que generan lógicas y sentimientos de pertenencia local y comunal? ¿E qué grados se podría sostener que en Chile existen ciudadanos locales o ciudadanos comunales?

Los jóvenes: Conducta ejemplar

Este Estado mentiroso que no estuvo a la altura de las circunstancias ha sido uno de los más grandes sinceramientos a consecuencia del terremoto. Sin embargo, quienes sí estuvieron donde se les requería fueron muchos grupos de la sociedad civil, donde los jóvenes se llevan todos los vítores con un comportamiento ejemplar puesto que reaccionaron antes que el  mismo Estado. Y lo siguen haciendo. Se destaca a los estudiantes de Tercer año de Educación Parvularia y  Básica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile quienes fueron hasta Dichato, en la Octava Región, a realizar su práctica inicial del semestre y desarrollaron una intervención pedagógica, trabajos de contención y de apego con las madres en campamentos, como también con los dirigentes de la comunidad.  Además, se destaca a los estudiantes del Instituto de la Vivienda que depende de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, quienes crearon el Observatorio de los Medios (www.reconstruccion.uchilefau.cl ), un sitio en internet que busca mirar de manera crítica qué sucede en la sociedad a propósito de la reconstrucción, ya que en las semanas luego del desastre, la sociedad civil y los esfuerzos que hicieron no se destacaron, a pesar de que sí los hubo. “”Sí hubo reacciones, se armaron pequeñas comunidades de solidaridad, pero eso no se veía en los medios. La Fech ya tenía el miércoles de esa semana a 10 mil voluntarios inscritos y que estaban trabajando en diferentes lugares, sin embargo, en los medios de comunicación se hacía hincapié en que no había llegado nadie, porque ellos, los jóvenes son nadie, para los medios”, destaca Silvia Aguilera.

Muy propio de nuestra idiosincrasia chilena y de nuestra condición humana es no aprender de los errores del pasado. De aquí que no gustemos mucho de la crítica y se tiende a denostar a quienes lo hacen, descalificándolos como si el objetivo de esta mirada fuera más destructiva que propositiva. La editora del libro que hemos reseñado hoy, Silvia Aguilera defiende la capacidad de disentir y destaca el papel a veces ingrato que les corresponde a quienes tienen esta tarea de observar la realidad.

Y es que hay quienes que piensan que el terremoto ya pasó, que hay que dar vuelta la página y sólo mirar para adelante. Los expertos son claros en señalar lo contrario y su labor es también la de abrir discusiones en torno a temas que ya muchos creen superados, pero que van saliendo de maneras insospechadas, como lo explica la sicóloga Jade Ortiz. “El terremoto no ha pasado y ahora toca la reconstrucción no sólo física sino que emocional. El terremoto desató una crisis afectiva, cognitiva y conductual que vino a desordenar a las personas, y hoy, a tres meses, aunque algunos digan que ya esto pasó, empezarán a sentir síntomas como cansancio, pesadillas, falta de tolerancia, necesidad de botar la emoción”.

Seguimos terremoteados, eso es definitivo.

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