Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 16 de abril de 2024


Escritorio

Pobre Isabel, pobre Isidora

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Jueves 2 de septiembre 2010 13:01 hrs.


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Son las veces en que uno quisiera haber sido un vaso. Pero no cualquiera, sólo uno de los que estaban sobre la mesa de la oficina del Ministerio de Educación en la que se discutió y luego se dirimió el Premio Nacional de Literatura 2010. Ansias de haber sido vaso para escuchar de primera fuente todos los entrecejos de una discusión que se anunció como dura y que terminó por ser, de todas maneras, polémica.

Y es que el premio de este año tenía nombre y apellido desde hace rato, cuando no sólo cuatro ex Presidentes de la Concertación habían enviado cartas de apoyo para Isabel Allende, sino que además, hasta el mismísimo Sebastián Piñera lo deseaba. Hace un par de semanas telefoneó a la escritora a su residencia en San Francisco, California, para invitarla especialmente a una de las ceremonias del Bicentenario que se realizaría el 1 de septiembre, casualmente,  el día antes de la concesión del Premio correspondiente a este año.

¿Quién puede negar que Isabel Allende es una escritora que ha puesto a la literatura chilena en las grandes lides? ¿Quién puede negar que su nombre ha permitido también el conocimiento de otros escritores chilenos en el exterior? ¿Quién puede negar que sus cifras de superventas despiertan los más bajos sentimientos de envidia en muchos escritores, no sólo chilenos?

Su calidad literaria es un punto de discusión en el que mucha gente tiene algo que decir. Demasiada para algunos, pero no se puede negar que resulta ser un ejercicio que podríamos denominar privilegiado y del que muy poco escritores pueden jactarse, cuando no hay quién no haya leído algo de su extensa producción.

Y no deja de llevar al sonrojo que una escritora con el aval del público no sea reconocida por su patria. Por cierto que resulta una vergüenza que sea premiada en todo el mundo y acá en Chile, sólo se le haya concedido el Premio José Donoso que otorga la Universidad de Talca, un premio de gran prestigio cuyo jurado no se perdió a la hora de concedérselo hace unos años, de la misma manera que estuvo atento en su versión Bicentenario cuando se lo otorgó a Diamela Eltit hace unas semanas, las que comparten el galardón junto a un Ricardo Piglia o un Antonio Cisneros.

Pero el problema no es Isabel Allende sino que la mezquindad en general en Chile para premiar a sus artistas y escritores, y del Estado en particular, cuando ha mantenido las reformas a la Ley de Premio Nacionales que establece su concesión cada dos años y que se impusieron en la Dictadura.

Es cierto que de todas maneras se suscitarían las “guerrillas literarias” a las que estamos acostumbrados, pero al menos habría más posibilidades de no dejar a importantes y destacados escritores sin este reconocimiento.

Y es que el Premio Nacional de Literatura que se entrega cada dos años se concede de manera alternada a un poeta y a un novelista. Y, ¿qué pasa con los ensayistas, cronistas o dramaturgos?

Es que resulta una vergüenza que estemos vistiendo nuestras celebraciones del Bicentenario con “La Pérgola de las Flores”, la pieza de teatro que ha sido más representada en la historia del teatro chileno y que Isidora Aguirre todavía esté, a sus 91 años, esperando un reconocimiento a la altura de su obra. Una total injusticia que esperamos se pueda reparar de manera definitiva mediante un cambio legal que establezca la anualidad del Premio para terminar con las tacañerías y mezquindades que nos están emponzoñando el alma nacional. De la misma manera como este gobierno ha tenido la voluntad política de impulsar reformas a sistemas atávicos y antidemocráticos, como la justicia militar, por ejemplo, esperamos que de manera diligente ponga en discusión una reforma amplia al Premio Nacional de Literatura, de modo que en el Chile del siglo XXI dejen de pesar las cartas de ex Presidentes de la República en la discusión y que los argumentos sean literarios y no políticos, cambiando la composición de su jurado.

No es justo ni que Isabel Allende sea maltratada por sus cifras de ventas ni que Isidora Aguirre no reciba nunca el reconocimiento que merece. Pobre Isabel, pobre Isidora.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.