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Año XVI, 29 de marzo de 2024


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Chilenas invisibles

Un estudio, dado a conocer esta semana, establece que en Chile hay 2 millones y medio de personas que viven con mucha rabia, un profundo malestar que les produce un creciente sentimiento de impotencia que los va horadando cada día de sus vidas. Son los pobres, una característica que se impone como un castigo más duro cuando se es mujer.

Vivian Lavín

  Miércoles 29 de septiembre 2010 17:18 hrs. 
pobreza

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Es como si toda la sociedad concertada hubiera retrocedido en el tiempo a los primeros años de infancia, esos dos millones y medio de chilenos sienten que  los 13 y medio restantes, les hace “la ley del hielo”, ignorándolos, como si fueran invisibles.

Esos dos y medio millones de personas no tienen ningún poder especial que les dé la facultad de la invisibilidad, por el contrario, más que la ostentación su particularidad es la carencia. Son los chilenos que están bajo la línea de la pobreza y que están cansados de asumir esta condición.

Como una condena que los sentencia desde antes de nacer a ser pobres. Un castigo que adquiere ribetes más acuciantes si se trata de mujeres pobres.

Madres de “huachos”

La situación de la mujer en nuestra sociedad es aún una gran tarea por hacer. Una  tarea pendiente que no se resolvió como algunos creen porque una de ellas alcanzó, de manera inédita la primera magistratura, en el 2006, ya que a 200 años del nacimiento de nuestra República, la situación de la mujer en Chile es casi tan dura como entonces.

Son como esas mujeres que, como lo establece el Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar, dieron a luz a tanto “huacho” que terminó conformando el corpus social de los llamados “rotos”, que salían a patiparrear buscando algún trabajo para subsistir. Esas mujeres que entonces vivían en el campo y mantenían a la familia con lo que les daba la tierra, siempre generosa.

Pero los tiempos son otros y las mujeres siguen igual de solas que entonces. Y aunque hayan pasado 100 ó 200 años, hay aspectos que permanecen.

¿Cuáles son esas características? “De cada  10 personas que trabajan en Chile, 4 son mujeres, de las que en mayor parte provienen de sectores populares. Son jefas de hogar, que han tenido hijos, nunca han tenido una relación contractual de pareja y viven con sus padres, a veces, con sus hermanos o abuelos. Son hogares donde viven varias familias en el sentido amplio, hasta cuatro familias en 70 metros cuadrados. Y las mujeres que no han terminado la enseñanza secundaria tienen que salir a buscar cualquier empleo, más que nada informales, y lo hacen en ferias, atienden un kiosco en la esquina, venden comida en las calles. O trabajan en sus casas en peluquería o sastrería. Pero, siempre están obligadas a trabajar”, explica el Director Ejecutivo de la Corporación Libertades Ciudadanas, Adolfo Castillo.

Obligadas a seguir trabajando para obtener remuneraciones que no superan los 120 mil pesos mensuales en promedio, y tendrán mejor suerte las que se emplean en casas particulares, esa esclavitud a la chilena del siglo XXI.

Sin embargo, y a pesar de todas las herramientas con que hoy disponen las ciencias sociales y las ciencias exactas para cuantificar y sacar una radiografía de este sector social, resulta muy difícil reconocerlas a través de los números, ya que están escondidas, invisibilizadas porque las cifras responden a ingresos y ellas no los perciben. “En Chile y Latinoamérica ha habido nuevas cifras de pobreza que no reflejan bien la realidad porque hablan de ingresos y las mujeres no están en el mercado laboral. Las que sí están integradas, trabajan en condiciones paupérrimas, y las que están en los quintiles 1 y 2 tienen además, condiciones de desigualdad a nivel del hogar y de la sociedad, de modo que se desgastan en un trabajo que no es remunerado”, afirma la Doctora en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México y profesora del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, Catalina Arteaga.

Emprendedoras sin opción

Según las cifras que entrega el Instituto Nacional de Estadísticas, INE, un 25 por ciento del total de la población chilena que trabaja lo hace de manera independiente. Son los llamados emprendedores, una definición demasiado amplia en la que se encuentran empresarios que rebasan sus cuentas corrientes con decenas de millones de pesos al mes, y donde también hay quienes no superan los 200 mil pesos de ingresos mensuales.

La cantidad de personas que no buscan un trabajo sino que deciden emprender actividades por cuenta propia para ganar un sustento es cada día más alta. Lo interesante es que de esta cifra que va en aumento, son las mujeres las que llevan la delantera.  Y entre ellas son, precisamente  las más pobres, las que acuden en mayor parte al Fondo de Solidaridad e Inversión Social, FOSIS, organismo público creado en 1990, para superar su disminuida condición. ¿Cómo ven desde el FOSIS las actuales autoridades a estas mujeres que tienen que salir de sus casas para buscar un sustento para un grupo familiar que crece cada día? “La mujer asume la jefatura del hogar y tiene responsabilidades que le impiden salir de él a trabajar porque queda al cuidado de los niños y de adultos mayores. Les calza perfecto el  emprendimiento porque tienen ganas y motivación”, dice el director ejecutivo del FOSIS, Claudio Storm.

Y aunque se hable con soltura en tanto discurso político sobre la maravilla de emprender y lo importante que es para nuestra economía que muchos chilenos se decidan a hacerlo, es particularmente difícil hacerlo cuando se pertenece a los quintiles inferiores y peor aún, cuando se es mujer. “Estamos hablando de las mujeres más pobres, de ese disfrazado 15 por ciento de la pobreza en Chile y que nosotros sabemos que sería mucho más alto si pusiéramos indicadores más realistas. Las mujeres objetivamente están sufriendo en Chile, está estresadas”, grafica Adolfo castillo.

Sólo 40 mil personas  acuden al año hasta el FOSIS a solicitar alguna ayuda del gobierno. Una cifra escasa cuando estamos hablando de millones de pobres y que hablan de un gasto social aún muy insuficiente como también desconocido por gran parte de la población que lo necesita. El FOSIS que está presente en las 15 regiones del país y además con un representante en cada comuna cuenta con varias líneas de apoyo. “El más masivo es el programa de apoyo al micro emprendimiento donde el FOSIS entrega un capital semilla entre 300 y 400 mil pesos, que es un subsidio no reembolsable, y se les da una capacitación y seguimiento. Otros programas, dependiendo de lo que la persona necesite, se les incentiva para que tome microcréditos, en Banco Esperanza o Banigualdad”, dice Claudio Storm.

¿Hay que extrañarse por qué más de un 80 por ciento de quienes acuden al Fosis a solicitar préstamos semillas o solicitar ser parte de algunos de los programas de emprendimiento sean mujeres? “No es algo tan extraño que sean mujeres las que acuden y aprovechan estos programas por varias cosas. Porque las cifras de pobreza muestran que la mayor parte recae en ellasTampoco es extraño que al ser sectores empobrecidos no tienen acceso al sistema bancario regular y, por lo tanto, buscan recursos de otro tipo. En tercer lugar, en estudios hechos en otros países son las mujeres las que acceden al micro emprendimiento y por otro lado, les permite combinar o conciliar las tareas domésticas con el trabajo fuera del hogar”, dice la académica Catalina Arteaga.

Un Chile menos solidario

La pobreza no es algo nuevo, sin embargo, hubo otros momentos de nuestra historia en la que había más colaboración y se padecía más acompañada. Las mujeres fueron un ejemplo de organización durante la dictadura y entonces, surge la pregunta : ¿qué sucedió con todo ese tejido social y esas mujeres que con tanta fuerza fueron capaces de luchar aún en tiempo más adversos que hoy no se ven conectadas ni trabajando juntas por superar su condición de pobreza?  “Existen trabas institucionales. Los gobiernos de la Concertación pusieron trabas a la asociatividad civil, toda la energía que venía de fines de los 80 fue cooptada por la Concertación por un discurso  de democratización que estaba en los planes de gobierno pero que luego fue abortado debido a los acuerdos con los militares y el empresariado.  Privilegiaron la gobernabilidad, generando hoy  una sociedad deprimidida, con temores, inseguridades, inequitativa”, dice Adolfo Castillo.

Una sociedad groseramente inequitativa que concentró en sólo cuatro familias, los Luksic, Matte, Angelini y Piñera, el 12,5 del PIB chileno en el  2008, es decir, el valor monetario total de la producción corriente de bienes y servicios de nuestro país durante ese año.

Riquezas que, lamentablemente no se ponen a disposición de los más necesitados, aunque sea a través del sistema formal de préstamos, que les permitiría lucrar aún más.

Frente a tan oscuro panorama, ¿existen algunas luces que permitan mirar el futuro con más esperanza? “Se ha producido un empoderamiento de la mujer gracias a su ingreso forzado al mercado laboral, lo que la ha hecho más libre, autónoma, y hoy para de igual a igual frente a los hombres y son capaces de tener una relación más horizontal con las autoridades comunales y del poder central. Estamos seguros que van a jugar un rol más decisivo en los próximos años”, responde  Adolfo Castillo.

La académica Catalina Arteaga es más pesimista. “No he escuchado en profundidad propuestas sustantivas, serias, que planteen cómo superar la pobreza en Chile. Existe el deseo pero no se ha dicho cómo. Pareciera que cualquier política que ha resultado exitosa a nivel macro tiene todavía problemas en lo micro, y para superarlas hay que aplicar un enfoque de género”.

Hay quienes valoran la reforma previsional del gobierno anterior aún cuando se hizo sobre el andamiaje que se heredó de la Dictadura. También hay esperanzas respecto del crecimiento y fortalecimiento de la sociedad civil luego de la aprobación  en la comisión mixta de la Ley de Participación Ciudadana, que permitirá la realización de plebiscitos comunales con sólo un 5 % de las firmas. Con la misma ley se crearán los Consejos Comunales que serán instancias en las que podrán participar todo el tejido social y dialogar directamente con la autoridad y así, la ciudadanía ser escuchada por el Estado…para que nunca más, como lo establece el estudio de la Fundación para la Superación de la Pobreza, un chileno o una chilena se sienta invisible.

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