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Globalización y crisis

Columna de opinión por Pablo Jofré
Miércoles 16 de noviembre 2011 12:20 hrs.


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Las sucesivas crisis vividas por el modelo neoliberal en los últimos tres lustros: México, Asia, Rusia, Argentina y la que está viviendo la Unión Europea en este momento con Grecia e Italia en el centro de la noticia  muestra, en forma nítida, que nuestro mundo está sujeto a un fenómeno preocupante. A los vaivenes de un orden  unipolar, donde las variables de dependencia económica, el carácter masivo del subdesarrollo, la sujeción a las decisiones de otros, el triunfo de la noción de democracia de mercado y el neoliberalismo como religión; son los fenómenos acompañantes inseparables del fenómeno mayor que intervienen  constantemente en nuestra vida cotidiana: la Globalización

En ese contexto resulta un deber y una obligación el conocerlas, mejorar y ampliar los aspectos positivos que tienen este fenómeno pero, también rebelarse y combatir lo negativo y totalitario de sus alcances No por un mero capricho contumaz sino para crear, efectiva y verdaderamente un Nuevo Orden Mundial. Si este debe ser global, regional o sencillamente volcado a las esencias nacionales de cada Estado, es algo que se debe discutir, pero no debe ser freno para la crítica, bajo el absurdo argumento que quien se opone a la Globalización es un enemigo del progreso o un retrógrado. La porfiada realidad de las crisis muestra que efectivamente los temores que se tenían respecto a la Globalización y sus alcances no era un espejismo o una línea conspirativa.

El maniqueísmo de tal decisión no oculta la búsqueda del Pensamiento Unico[1], como base ideológica de la Globalización direccionada por unos pocos. Uso este doble concepto en la idea expresada por el periodista Francés Ignacio Ramonet – Director de Le Monde Diplomatique – quien afirma que el Pensamiento Unico es “La traducción, en términos ideológicos, con pretensión universal de un conjunto de fuerzas económicas, en particular las del capital internacional. Ha sido, por así decirlo, formulada y definida desde al año 1994, con ocasión de los Acuerdos de Brenton Woods. Sus fuentes principales son las grandes instituciones económicas y monetarias – Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial de Comercio, Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, Comisión Europea, Banco de Francia etc., que mediante su financiación vinculan al servicio de sus ideas, a través de todo el planeta, numerosos centros de investigación, Universidades, Fundaciones…las cuales perfilan y expanden la buena nueva en su ámbito”.

Las consecuencias de la Globalización en los aspectos económicos, políticos, financieros y culturales nos expresan que nos encontramos en  una nueva fase de un tipo de imperialismo que  ha mudado las ropas, transformando radicalmente el panorama mundial, pero dejando intactas las premisas que han movido secularmente las relaciones entre Estados e individuos. Unos dominan y otros sirven. El desarrollo de conflictos étnicos y el desarrollo del Fundamentalismo como expresión cultural contraria a las anomalías de occidentalización mundial son parte de corrientes que ven en esa globalización un peligro cierto,  A lo anterior se une el no-fin, tantas veces augurado del Estado-Nación, muestra del fracaso de las áreas dominantes a la hora de enfrentarse a la Globalización de esos mundos periféricos.  De ahí que el Pensamiento Unico vea en esas etnias, religiones y defensa de tradiciones y valores nacionales un peligro, ya no sólo latente, sino que real frente a la práctica de dominio imperial. No era más enemigo Sadam Hussein a la hora de su muerte que cuando fue aliado de occidente contra irán o el Islam, o aquellos pueblos de Europa Oriental que buscan sus propios derroteros, o los millones de inmigrantes que buscan mejores niveles de vida allí donde los desprecian.

La diferencia es que hoy el enemigo se encubre bajo nombres académicos: “Lucha de Civilizaciones” “Conflictos Culturales Emergentes” entre otras líneas de pánico que nos presenta el Pensamiento Unico, donde paralelamente se han revigorizado los nacionalismos, acentuándose los esfuerzos de revitalizar las identidades de grupos étnicos o de su constitución por parte de otros sectores culturales en el mundo, con el retorno de aparentemente diluidos sentimientos religiosos. No extrañaría que los próximos pasos de naciones como Grecia e Italia sea reivindicar sus desaparecidas monedas nacionales y vuelvan en gloria y majestad el dracma y la Lira, como también los conflictos entre Atenas y la periferia y el Norte industrial y el sur “terrone” de la península itálica.

Los conceptos claves de este Pensamiento Unico son:

La economía que supera a la política y se sitúa en el puente de mando, como un supuesto estado natural de la sociedad

Los mercados financieros que con su labor orientan y determinan el movimiento general de la economía mundial.

La Mundialización de la producción manufacturera y de los flujos financieros.

La división internacional del trabajo que elimina las luchas sindicales y sus reivindicaciones y baja los costos de producción.

La presencia de monedas fuertes  como factores de estabilización, desregulación y desreglamentación financiera

La privatización de las empresas estatales, pero sólo aquellas que permiten altas rentabilidades en el menor tiempo posible.

En este 2011 pleno de crisis del denominado “modelo” se constata que la  Globalización no tiene un carácter irremediable y debemos admitir, como sostiene el escritor y economista egipcio Samir Amin, que la interdependencia debe ser negociada, que formas de desarrollo nacionalmente necesarias han de ser pautadas y apoyadas, y que las desigualdades iniciales se deben corregir antes de que crezcan y se hagan más profundas. Admitir esas necesidades supone, por tanto, comprender que el desarrollo no equivale a la expansión del mercado.

De la forma que se nos presenta e impone, es indudable que la Globalización trae como hijo putativo la crisis, e indudablemente no es la panacea para el subdesarrollo de América Latina, Africa, Asia e incluso los países de Europa Central y Oriental. Así presentado, es un instrumento de mayor complejidad, pero igualmente letal para las pretensiones de salir del pantano y la asfixia en que hemos vivido estás últimas décadas. Una cuarta parte de la humanidad no puede prosperar, si tres cuartas partes de ella se encuentra sumergida en un pozo sin fondo. Tal restricción trae, indudablemente, la crisis de cualquier modelo de desarrollo, por más que se pretenda ocultar a los ojos de los pueblos de los países industrializados tras  murallas y fortalezas, la miseria de gran parte de los ciudadanos de la tierra.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.