Oficialmente la dictadura se terminò en 1989, pero en los hechos el regimen polìtico que la reemplazò resultò ser su abortòn. La dictadura nos despojò de todos nuestros derechos ciudadanos; por su parte, los gobiernos que la sucedieron no han querido restituirnos la totalidad de esos derechos y han preferido transformarnos en consumidores. Tenemos el derecho ilimitado de endeudarnos para sobrevivir pero carecemos del derecho de elegir nuestro sistema de gobierno para vivir dignamente.
El duopolio de la prensa escrita y el control de la televisual aseguran a los beneficiarios del establishement unos medios potentes de desinformaciòn y de envilecimiento de nuestra ciudadanìa, para mejor asegurar su dominaciòn . La pauperización de nuestra escuela municipal y la estafa de una buena parte de nuestro sistema universitario contribuyen a minar aùn màs la formaciòn de nuestro pueblo que se convierte aceleradamente en una masa social informe regida por una escala de valores cavernaria.
Y el tiempo sigue pasando. En poco màs de veinte meses se cumpliràn cuarenta años de la fecha en que nuestro paìs fue extirpado del cauce de su historia por una jaurìa de generales felones y los gobiernos que los reemplazaron no cumplieron con el compromiso de reinsértarnos en nuestro devenir nacional. Sin embargo lo màs grave es que, salvo unas raras ocasiones, nos hemos conducido por lo esencial como una naciòn sumisa incapaz siquiera de seguir los ejemplos, incluso los màs recientes, de nuestros vecinos.
Asì pues, mientras los comportamientos ciudadanos se limiten a algunos pocos chilenos, como hoy los estudiantes, seguirà imponiéndose esa relaciòn dialéctica que hace que cuanto màs los pueblos son sumisos, como el nuestro, màs los poderes son injustos y autoritarios.
José Cañas C.
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