La aprobación del proyecto de ley de inscripción automática y voto voluntario ha sido destacada tanto por autoridades, legisladores, académicos y ciudadanos como la primera piedra dentro de una serie de reformas que buscan perfeccionar el sistema electoral en el país. La iniciativa recibió el visto bueno esta semana y sirvió como culminación de un año donde el Movimiento Social por la Educación no sólo puso sobre la mesa las falencias en la enseñanza, sino también la desconfianza generalizada en las instituciones políticas, tal como lo revelaron una serie de encuestas.
Pero no todas las cuentas son alegres. Desde su posición de ex candidato presidencial y como articulador de una fuerza que él mismo ha denominado como de “doble ruptura” hacia el oficialismo y la oposición, Marco Enríquez Ominami, aseguró que todavía queda mucho camino por recorrer, sobre todo, para superar un sistema “presidencialista monárquico”.
¿De qué forma impactará la inscripción automática y el voto voluntario en las próximas elecciones?
Lo más importante es que hace que el proceso sea más impredecible e impide que los partidos predeterminen la elección con una cierta lógica de electores cautivos. Las elecciones en Chile se habían transformado en algo completamente previsible. Por lo mismo, esta iniciativa va a ayudar a que la oferta política cambie, mejore. La reforma educacional en Chile está pendiente porque, entre otras cosas, los estudiantes no votan. Esto va a significar una mínima garantía a que las reformas educacionales sean parte del debate porque ahora los jóvenes son una voz electoral.
Sin embargo, expertos postulan que el voto voluntario podría generar una elitización del electorado e incrementar los niveles de abstención…
Los cientos de miles de jóvenes que marcharon ¿son todos de Las Condes? Es un poco absurdo decir que los movimientos sociales son todos burgueses. Hay una mirada paternalista sobre un Chile que hemos superado. El Chile rural, completamente clientalizado, con patrones de fundo. Eso se ha superado en parte y sólo sigue en las fantasías de quienes creen que los inquilinos no van a votar porque el patrón no los va a llevar. No desestimo que algo como la abstención pueda pasar, pero como ha ocurrido en países dentro y fuera de la OCDE, donde hay automaticidad y voluntariedad del voto, la oferta cambia las cosas: Se vota más cuando la oferta política es controversial y menos cuando es opaca. La responsabilidad de la participación tiene que caer finalmente en quienes aspiran a que voten por ellos.
¿Y eso no contribuiría a que los políticos hagan propuestas que finalmente no se concretarán?
Sebastián Piñera hizo una campaña llena de promesas y ha dado puras explicaciones y en ese momento no había voluntariedad del voto. Todavía estamos esperando que cumpla con todos los cambios de reglas que iba a proponer. Estamos en una crisis y Chile tiene un problema crítico. Sin ir más allá, aquí hay decenas de miles de alumnos que repitieron el año escolar y que no lo hicieron por razones académicas, sino más bien políticas. Eso es crítico. Las reformas suponen riesgo y un avance. Hay un dato histórico: cada vez que el padrón electoral ha aumentado, se han incrementado los cambios progresistas. Cuando se acabó el voto censitario, cuando ingresaron las mujeres a votar en Chile hubo reformas progresistas. Chile es más progresista cuando hay más participación y no menos.
¿Esta reforma podría provocar un cambio real en el espectro político en Chile?
Un sistema político que se haga cargo de la crisis de la representatividad debe incorporar elementos de participación y de democracia directa. Efectivamente tengo mis aprensiones respecto de la inscripción automática y el voto voluntario como una única esperanza. Esto no va a resolver los problemas de participación y representación si no se aplican cinco o seis reformas más. Para eso se requiere coraje y desinterés, pero aquí hay conflictos. Las modificaciones al binominal son difíciles porque pegan directamente a la Concertación y la Alianza, les afecta su patrimonio, su cuenta de ahorro y su estatus. Aquí se requieren mecanismos que garanticen que otras voces tengan expresiones en el Parlamento, sino te vas a encontrar en los próximos años con los Pinguinos, con los universitarios y con la manifestación de la ruptura siempre.
¿Cuál es el siguiente paso entonces?
A los partidos hay que exigirles mayor transparencia. Si lo que ocurre en los partidos se aplicara a Chile, estaríamos peor que en una dictadura. Por otro lado, hay que devolverle la autonomía a las regiones a través de un federalismo. Es demencial que políticamente las regiones sean coloniales. Los gobernadores son asignados por un “monarca” y ni siquiera son electos. Eso es totalmente anticuado. También se requieren cambios a la ley electoral con el voto de los chilenos en el extranjero y las leyes indígenas. Y por último, yo no creo en los Presidentes, en esa figura infantil del súper hombre. Creo en los equipos y en un sistema donde tengamos un presidente y un primer ministro y se dividan los poderes. Es decir un presidencialismo moderado y no este que parece monarquía.