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La U, la ciudad, el éxito y el decoro


Lunes 23 de enero 2012 10:04 hrs.


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Soy hincha de la U desde la época del Ballet Azul, equipo al cual, siendo un niño, vi jugar en el Estadio Nacional (cuando cabían 80 mil personas).

Los últimos éxitos del equipo me han servido también para conocer ámbitos desconocidos de mi ciudad: los boliches del centro con TV cable. Al respecto, tengo un largo historial de ver los partidos en esos lugares. Los he calificado para elegir el mejor lugar, de acuerdo al partido transmitido (los hinchas habituales, los consumos necesarios, la ubicación y calidad de las pantallas, la agresividad de los espectadores, etc.). Por lo tanto, el tricampeonato azul del 2011 me sirvió también para conocer mejor mi ciudad. Todo, casi todo, fue alegría, una verdadera fiesta urbana.

Debo decir además que, además de azul en lo futbolístico, soy un convencido del papel central y conductor de la educación pública que debe tener la Universidad de Chile. Rol brutalmente cercenado durante la dictadura.

Sin embargo, la alegría deportiva y urbana se relativiza cuando veo el accionar de los accionistas mayoritarios que dirigen la sociedad anónima que maneja el club. Sin duda que orientan sus apariciones públicas con un evidente sentido comunicacional e ideológico: un grupo de empresarios eficientes, sencillos y buenas personas, ahora dedicados a actividades menores. Un grupo exitoso y satisfecho.

Pero ese desmedido afán comunicacional, a veces, deja entrever un lado menos amable: la disputa grosera entre algunos de estos accionistas, millonarios todos, por el control de esa entidad; una visita al palacio de Gobierno con una estética y un mensaje altamente criticable; cuestionables conversaciones contractuales con jugadores de próximos rivales, etc.

En este panorama contradictorio, me surgen algunas dudas:

¿Puede ser presidente de un club que representa a la universidad laica y republicana del país, un rector de una universidad privada (con fines de lucro, pese a que la ley no lo permite)?

¿Pueden ser dirigentes de un club, que lleva el nombre más representativo de la cultura nacional, personas que tienen como principal mérito poseer muchos recursos económicos (incluso, alguno con actuaciones empresariales cuestionables)?

¿Puede un equipo que lleva el nombre de la máxima institución cultural de nuestra República, estar capturado (como casi todo el fútbol) solamente por millonarios con un claro mensaje ideológico-comunicacional?

¿La Universidad de Chile que pone el nombre, el prestigio y la historia del club, no puede exigir más decoro y sobriedad?

¿Con el objeto de democratizar y extender la propiedad de la sociedad administradora del club y para permitir la participación de nuevos actores, no debería haber un límite en la posesión de acciones?

Mientras tanto, la gente, los hinchas, los de a pie, los de abajo, los comunes y corrientes, pasan la noche entera en filas interminables para comprar una entrada y alentar al equipo de sus amores.