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Año XVI, 19 de abril de 2024


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Myriam Saa permanecerá


Miércoles 11 de abril 2012 16:01 hrs.


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Nuestra Myriam Saa le dio una pelea tenaz a la enfermedad y la muerte, pero sucumbió en un combate desigual. Pero no se entrego nunca, no dio su brazo a torcer.

Enfrentó el dilema mortal como vivió: con tenacidad y alegría, con pasión y ternura.

Ella luchó por la vida antes, cuando en Chile hacerlo era ponerse en riesgo, frente a los fusiles y la barbarie. Por ahí rondó la muerte.
Y Myriam cumplió con un deber, asumido como tarea cotidiana, sin dudar, venciendo al riesgo, el temor y la inseguridad, pero con una certeza, la de su deber de mujer, de madre, de compañera. Y de periodista  y de demócrata cabal.

Fue militante de la Izquierda Cristiana, pero quienes tuvimos la oportunidad de conocerla sabíamos que nos pertenecía a todos quienes estuvimos en trincheras  hermanas, que era de los nuestros.

Y aprendimos a quererla, a admirarla, a sentirla hermana, y entender, como sus íntimos, que cuando se habla de “la Negra”, era Myriam la señalada y requerida. Y por ello nuestro dolor por su ausencia.

Fue una combatiente en los momentos de la clandestinidad,  de las dudas quizás, de las incertidumbres y de las amenazas brutales, pero cumplió la misión que abrazo con valentía, sin estridencias, sin protagonismos, desde su puesto modesto, pero indispensable, repartiendo mensajes y esperanzas. Pero sobre todo y ante todo, esta luchadora de cada día, repartía perspectivas, confianza  en el futuro,  con la certidumbre de una luz al final del camino.

Algo, mucho, de su trabajo, de su entrega, de su esperanza y confianza en que la democracia se impondría a pesar de todo, de su pasión, tenemos en este edificio de la democracia que aún seguimos construyendo, en los ladrillos del porvenir. Y es de justicia y de honor reconocer la semilla dejada en terreno fértil por esta sembradora de sonrisas.

Myriam era acogedora, Era un suave gesto de ternura.

Como cultivadora de la vida, no le era ajeno  el amor, la pasión, el canto, el buen vino. Era emprendedora, en el sentido exacto y profundo del término, Y generosa a la hora de repartir oportunidades y abrir los caminos. Repartió cariño, en su familia y sus diversas circunstancias y grupos que eran atraídos por un plato generoso, un asado, un fruto de la tierra. Y un diálogo sustancial y una opinión oportuna y enriquecedora.

Pero lo inapelable es que la hemos despedido. Pero también es cierto que no nos sentimos solos, porque ella es permanente.

Permanente por sus afectos, porque siempre habrá un encuentro con ella, la. sembradora, cultivadora de esperanzas y de sueño, y porque en los surcos abiertos en una tierra húmeda, en el espacio abierto del paisaje de su campo, brotará el recuerdo, los frutos de su siembra de afectos, esa herencia de alegría, que nos ha dejado.

Myriam es de las y los que permanecen.

 

Marcel Garcés

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